Opinión | EL RECORTE

Sentados en la basura

Si usted pasa con el coche por delante de la basura y se encuentra ahí a un concejal sentado, no se haga ilusiones. No ha empezado la revolución. Solo está vigilando

Basura fuera de los contenedores, en Santa Cruz.

Basura fuera de los contenedores, en Santa Cruz.

Lamento decirles que no. Que el concejal del Partido Popular, Carlos Tarife, no ha sugerido realmente tirar a la basura a los políticos de hoy en día. Lo que ha anunciado es que piensa coger una silla y sentarse en unos puntos en donde la gente está tirando las bolsas fuera de los contenedores y echarles la bronca por no caminar veinte o treinta metros para dejarla en su sitio. Es decir, que si usted pasa con el coche por delante de la basura y se encuentra ahí a un concejal sentado, no se haga ilusiones. No ha empezado la revolución. Solo está vigilando.

Es verdad que hay gente que deja las bolsas de basura en donde le sale de salvas sean las partes. Por no caminar, las sueltan en la primera esquina. Pero también es cierto que hay muchos contenedores que cuando vas a usarlos están llenos a rebosar y las bolsas se empiezan a acumular en los alrededores. Y ya no les digo nada de los vecinos que tiene la mala suerte de tener «contenedores soterrados». O sea, depósitos enterrados en los que tienes que echar la bolsa después de pelearte a brazo partido, con tirones, patadas y palanca incluida, para poder abrir la maldita boca del aparato, en forma de buzón diabólico.

El resultado de todo esto es que suele haber más basura que contenedores. Por eso antes de la hora de recogida puede verse un paisaje de bolsas escurriendo mierda –lixiviados, en lenguaje fino– que convierte las aceras en un territorio sucio y pringoso. Donde hay un comercio de alimentación, un restaurante o un supermercado, la zona donde se deposita la basura parece que ha sufrido un bombardeo. Los restos se acumulan alrededor de unos recipientes que se ven claramente que no pueden con todas las bolsas. No caben. Ni siquiera cabría la silla plegable de un concejal.

Santa Cruz está más sucia. Y cuando las ciudades se encochinan demasiado es porque no llueve, porque el servicio de limpieza es peor o porque sus habitantes ensucian más. O por las tres cosas al mismo tiempo. Si acaso alguien pasa por delante de la silla de Carlos Tarife podría aprovechar para preguntarle por qué el Ayuntamiento adjudicó la limpieza de la ciudad a la peor opción: a una oferta que fue escandalosamente a la baja y a pesar de tener un informe que avisaba de que el servicio, a ese precio, no se podría realizar correctamente.

No es mala idea que los concejales lleven sus sillones a las calles. Y que se sienten allí para hacer sus plenos mirando a las fachadas de los comercios del centro de Santa Cruz que se quieren cargar prohibiendo el tráfico de coches en una ciudad donde el último de sus problemas es la contaminación. Mirando la capital dormitorio que extinguió el ocio nocturno. Viendo la ciudad de los rincones, que empieza a desaparecer con la pérdida de arbolado y zonas de sombra. Aquella ciudad que iba a recuperar el mar pero que parece que se ha rendido, entregada su costa, robada de proa a popa, a los viejos diques, las grúas, los contenedores y los depósitos comerciales. De Norte a Sur quitando Valleseco y el Parque Marítimo, nuestra costa urbana o es puerto o es ruina.

Que los políticos chicharreros se sienten al lado de la basura sería una imagen poética. Muy de estos tiempos, donde política, información y basura están en el mismo contenedor.

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