Opinión

José Carlos Alberto

Lo actual: Europa. Democracia y absolutismo

Lo actual: Europa. Democracia y absolutismo

Lo actual: Europa. Democracia y absolutismo / El Día

Hay momentos en la historia en que la sociedad se desorienta, confunde sus principios y valores y no encuentra camino. Esto ya pasó en Europa a finales del XVIII y principios del XIX. En ese momento hubo un movimiento intelectual de toda Europa, importante en Canarias, de regeneración de principios como tolerancia, dignidad, libertad, igualdad, solidaridad… se llamó Ilustración y triunfó, porque la intelectualidad se dio cuenta que necesitaba contar con la sociedad. Creó el concepto de sociedad civil y constituyó instituciones donde reunir esa sociedad e iniciarla en el desarrollo económico, unido a la educación, la investigación, junto a principios y valores sociales. ¿Saben cuáles fueron esas instituciones? Las reales academias de distintas ramas, las reales sociedades económicas, los ateneos, y otras similares que luego dieron lugar a las constituciones democráticas y las democracias liberales, que sustituyeron a los poderes absolutistas no solo las monarquías de ese tipo, sino otros absolutistas , que los hay.

Creo que hoy estamos en una situación similar a aquella de desconcierto, y las instituciones de antaño siguen vivas, aunque languideciendo. Han surgido otras nuevas, interesantes y algunas otras llenas de populismos engañosos. Tenemos la obligación de revivir todas aquellas que tengan por fin orientar a la sociedad en esos principios y valores. Además de las tertulias y redes, existen otras cosas que hay que valorar y escuchar. Por ejemplo: Europa: qué es la cultura europea, qué significa el "nosotros europeo".

Vivimos una fase de exaltación de las identidades, en que algunas se están sintiendo anuladas por Europa. Pero ¿existe la identidad Europea? De ser así no parece bueno utilizarla como antídoto. Tampoco parece aconsejable estarla cuestionando continuamente ante otras identidades.

La confianza y lealtad entre las múltiples identidades puede concluir en la integración europea sin complejos. Necesitamos aceptar las identidades nacionales y regionales que materialicen la diversidad cultural que puede lucir Europa ante el resto del mundo y hacer un paradigma de multiculturalidad., que aleja la nueva Europa de la vieja Europa homogénea.

El estado nación ya no puede defender hoy la lealtad única, pues su soberanía no representa todas las identidades. La soberanía nacional se ve cuestionada por soberanías y autonomías de entes subnacionales, y por otro lado la economía global no puede ser gobernada sin instituciones políticas supranacionales. La alternativa al estado nación no es una comunidad mundial, sino una entidad nacional con otras comunidades políticas, unas supranacionales y otras subnacionales con principios y controles democráticos que conducen al bien común que no es único, como creía Rousseau.

El espacio cultural europeo está por encima del concepto territorial y no debe estar en contra de las comunidades particulares que nos ubican en el mundo. La ética política globalizada se equivocaría si afirmara que nuestros deberes hacia nuestra realidad europea se oponen a nuestras realidades más próximas. El nosotros europeos podría ser una respuesta audaz, tal vez única, que se toma en serio la complejidad de la especie humana con la lección de su memoria y el riesgo de sus libertades.

En esta línea de las características de la sociedad civil europea hay que destacar el estado de bienestar. Este es europeo en su origen (Alemania 1850) y más tarde desde 1882 por identidad propia. Surge como necesidad para lograr y mantener un orden económico, social, político y cultural cohesionado.

De todas formas, el objetivo es armonizar las libertades políticas, con el progreso económico y con la solidaridad social. Si la libertad no produce progreso económico, la gente buscará otras soluciones (sistemas autoritarios). Si el progreso económico no genera solidaridad, destruye la convivencia social.

No se puede confundir el poder del Estado con el poder del gobierno y menos el poder del gobierno con el de un caudillo o mesías. El poder del consenso (típico de las instituciones europeas) está por encima de cualquier tipo de absolutismo. Los poderes y contrapoderes democráticos son los que garantizan la libertad individual y colectiva contra tentaciones colectivistas y populistas.

Pero terminemos con mi objetivo final: Canarias qué pinta aquí.

Los canarios somos, porque así lo hemos querido mayoritariamente y por la historia, una nacionalidad española, formamos parte por tanto de un estado miembro europeo y ello nos convierte en ciudadanos de Europa y más, frontera sur de España y de Europa y estamos dentro de su tratado de defensa de la OTAN.

La identidad canaria coincide con los principios y valores de la identidad europea, huye de la concentración de poder, busca una sociedad moderna en progreso, con bienestar, con democracia y es en todo compatible con la cultura europea.

Dentro de nuestra incorporación a la UE somos RUP. La ultraperiferia en Europa define una realidad que afecta a una serie de regiones, con inconvenientes diversos que justifican la necesidad de un especial estatus por el que se aplican los tratados de la Unión, teniendo en cuenta las peculiaridades de dichas regiones y que gocen además de medidas destinadas a favorecer su desarrollo.

Nuestro estatuto, nuestro REF y nuestra condición de RUP nos dan una base jurídica a unos derechos que nuestros representantes tienen la obligación de defender y exigir ante el Gobierno español y la Comisión Europea. Actualmente el problema migratorio, las fronteras marítimas, la financiación, la superpoblación y la Agenda Canaria son solo un ejemplo del incumplimiento de esas obligaciones y que hace pensar en una mayor exigencia de competencias territoriales.