Opinión

Repartir menores, sí; mejorar los centros, también

Sobrevivieron. Los niños sobrevivieron. Sin padre ni madre a su lado, después de pasar días con frío e incertidumbre en el mar, llegaron a Canarias en la ruta migratoria más mortífera del mundo. Solo en lo que va de año, según datos de Caminando Fronteras, más de 1.500 personas no lo lograron. Algunos niños y adolescentes acabaron viviendo en un centro de menores de Tinajo con capacidad para 150 personas que, según el propio alcalde, no reunía las condiciones «mínimas para un ser humano».

Pero las condiciones del albergue no son lo único. Un dinero que se suponía dirigido a la atención de los menores se destinó a tratamientos de belleza, hoteles y viagra. Estalló el año pasado el escándalo de malversación de la Fundación Respuesta Social Siglo XXI, que ya había estado antes en el punto de mira por explotación sexual, racismo y agresiones en otros centros que gestionaba. Recientemente, por causas diferentes, cinco trabajadores bajo la nueva organización fueron investigados por la Guardia Civil. Según recogió el diario Canarias Ahora, los auxiliares educativos obligaban a los menores a hacer vandalismo para sabotear a la dirección: si no quemaban los colchones, restringirían sus salidas o no recibirían su paga.

Hace pocas semanas, el Cabildo de Lanzarote cerró el albergue. No para mejorarlo, no para hacer reformas por su bienestar, sino porque CC y PP –que gobiernan en coalición– no quieren a los chavales ahí. «Los vecinos de La Santa ya pueden dormir tranquilos», aseguró Jesús Machín (CC), alcalde de la localidad. Ahora sí, dicen, procederán a hacer los arreglos pertinentes del centro para dejarlo «como nuevo» y disponerlo para otros usos. Ahora sí, no antes, cuando vivían menores en él. ¿Es así como se trata a los niños y adolescentes que sobreviven?

El Cabildo de Lanzarote fue el mismo que decidió que no utilicen el transporte público cuando van solos, medida que se adoptó a partir de la difusión de un vídeo donde un adulto increpa a dos chicos en una guagua, acabando en una pelea. Básicamente, se respondió al racismo limitando la movilidad y la integración de un colectivo ya estigmatizado. Si son excluidos por sistema, es muy difícil que logren formar parte plena de la sociedad.

Que haya conflictos y roces de vez en cuando es la normalidad en toda convivencia. Más aún cuando hay problemas de racismo que necesitan ser resueltos. Sacar a los chavales de las guaguas y del albergue solo consigue perpetuar su dependencia y posicionarse al lado del argumentario racista, dándole alas para que siga creciendo. En cambio, normalizar su presencia, cohabitar en espacios comunes y fomentar actividades multiculturales son dinámicas sencillas que tienen el potencial, ni más ni menos, de apagar progresivamente el odio, el rechazo y el miedo.

Por eso mismo, el reparto de menores entre comunidades no es solo beneficioso, sino también necesario. Para empezar, porque Canarias lleva ya tiempo arrastrando un problema de plazas, y es que no tiene ni de lejos las suficientes para dar acogida al número de chicos y chicas tutelados que llegan a las Islas. Para seguir, porque las cifras de menores que acogen algunas comunidades son irrisorias. La Rioja, según datos del Ministerio del Interior, es la que menos acoge: apenas tutela a 11 menores. Mientras tanto, en Canarias hay unos 5.500. Las siguientes comunidades que más acogen son Andalucía, Madrid y Cataluña, que entre las tres suman la cantidad de niños y adolescentes extranjeros tutelados en Canarias, a pesar de tener un territorio y población muy superiores.

La reforma de la Ley de Extranjería sobre el reparto de menores llega tarde, pero al menos parece que pronto se materializará: está previsto que se apruebe este próximo septiembre. El cupo de acogida de las Islas se fijó en 2.000 menores, por lo que sería a partir de 3.000 cuando comenzarían las derivaciones. Como tal, alrededor de 2.500 empezarán una nueva etapa en algún punto de la Península.

Canarias lleva años pidiendo que el reparto se haga efectivo. Este es un paso adelante para mejorar la atención y recursos a los que podrán acceder los menores. Sin embargo, también hay que atender a la calidad de las instituciones actuales y futuras. Los escándalos de la Fundación Respuesta Social Siglo XXI no son los únicos que han salido a la luz en los últimos años. Y si han ocurrido es, entre otros motivos, porque las garantías de protección no son suficientes. La situación de vulnerabilidad se vuelve mayor en los macrocentros, donde es casi imposible tener una atención personalizada.

Por eso, no se trata solo de repartir, al trancazo, como si fuesen fichas sobre una tabla de juegos. Nunca se ha tratado de eso. Se trata de dar los cuidados necesarios para el desarrollo de estas personas; niños, niñas y adolescentes que se encuentran lejos de sus padres y madres en un país diferente.