Opinión | El recorte

La diversificación ‘modo canario’

La manifestación de agricultores

La manifestación de agricultores / Alberto Ortega - Europa Press

En la reciente historia de Canarias no existe ningún precedente de una gran protesta contra la instalación de una industria o una explotación agrícola. Debe ser porque nuestra agricultura, desde hace años, va con la proa al marisco y nuestra industria ni está ni se la espera.

La atención de quienes dicen defender el futuro de nuestra tierra va dirigida casi en exclusiva al turismo. O sea, al sector económico que ocupa el 4% del suelo disponible y que, a pesar de eso, pasa por ser el causante del mayor daño ambiental. Da igual que en ese suelo se obtenga un rendimiento de 23.000 millones al año –del que nos quedamos poco–, que es casi lo mismo que se consigue con el 96% restante. Y es irrelevante que los mayores responsables del daño al medio ambiente sean los residenciales de los propios canarios. Que la verdad no nos estropee una buena noticia.

Quienes protestan contra el turismo alegan que hay que diversificar la economía. Que tenemos demasiados turistas. Por eso, entre otras hierbas, se paralizó el proyecto de Cuna del Alma, porque había unas viborinas protegidas, primas de los sebadales de Granadilla y se impidió la construcción de tres hoteles en Arico, porque alteraban el maravilloso ecosistema formado por bolsas de plástico, casetas de campaña y casas en ruinas.

Pero luego pasa lo que pasa. Si hay petróleo en los fondos cercanos a las islas se monta la de dios y es Cristo alegando que ni de coña se puede sacar un barril porque pone en peligro… ¡el turismo! Se tantea para instalar un gran telescopio en La Palma y se organiza un pandemonio porque es un atentado a la biodiversidad de la isla. Se propone una base de lanzamiento de cohetes en El Hierro y la población, que en un 50% vive de sueldos públicos, dice que por aquí se va a Berlín. Se impide la instalación de eólica marina, molinos off shore, porque afecta nuestra raquítica actividad pesquera y trastorna a las fulas. Se desliza la existencia de telurio en los fondos oceánicos cercanos a Canarias y antes de saber que no se pueden explotar empiezan protestas por la contaminación de la minería submarina. Se critica a los nómadas digitales y a los jubilados europeos que compran casas en Canarias porque nos roban viviendas…

Pero a ver, ¿cuál es la diversificación de la que usted me habla? A la primera que surge una riqueza natural o una oportunidad de producción diferente al cultivo de guiris a gran escala tardamos apenas unos segundos en rechazarla con uñas y dientes. La última noticia con que nos hemos desayunado asegura que en Fuerteventura podrían existir yacimientos de tierras raras; unos extraños minerales que son fundamentales para la fabricación de componentes tecnológicos. Y nada más difundirse esa posibilidad se empiezan a escuchar gritos advirtiendo que esa riqueza, de existir, no se podrá explotar, por el impacto que tendrá sobre el territorio. Aquí no se mueve ni una piedra.

Debe ser que la diversificación de la economía, con la que tanto se especula, consiste en que nos mantengan más. En vivir exclusivamente de la mendicidad ultraperiférica. Llevamos décadas extendiendo la mano y a todo se acostumbra uno.

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