Opinión | Retiro lo escrito

Sombras nada más

El exdirector del SCS, Conrado Domínguez.

El exdirector del SCS, Conrado Domínguez. / LP/DLP

¿No recuerda nadie cómo Conrado Domínguez –ahora investigado por la justicia de la UE– regresó al Servicio Canario de Salud? Su nuevo advenimiento estuvo ampliamente anunciado, requerido, santificado. Y tuvo un santo patrón: Román Rodríguez Rodríguez, vicepresidente y consejero de Hacienda del Gobierno de Canarias, que se lo trabajó mucho. Una de las millones de las pequeñas preguntas sin respuesta en los meses cruciales es sencillita: ¿qué hacía Domínguez como secretario general técnico en la Consejería de Obras Públicas, dirigida por Sebastián Franquis? El señor Domínguez sabía lo suyo de gestión sanitaria pero, ¿de transportes y vivienda? Pero ahí fue colocado un individuo que según muchos cargos y excargos socialistas –sobre todos los relacionados con la gestión hospitalaria– era un técnico que era en verdad un político o era un ciudadano progresista que en realidad trabajaba como lobista interno de la sanidad privada en el Gobierno autónomo. De nuevo, ¿qué hacía ahí? ¿Por qué lo designó Franquis secretario general técnico? Porque de Obras Públicas saltó para integrarse, cuando la pandemia se puso peluda, en ese comité de emergencia sanitaria creado por la Divina Providencia donde estaban todos y no estaba nadie. Un comité sin registros: sin fechas de convocatoria, sin orden del día, sin resoluciones, sin firmas ni rúbricas. Muchos dicen que dicen algunos que en la primera reunión tomó la palabra Ángel Víctor Torres para disertar sobre la situación epidemiológica «como presidente de este comité», y que en cuanto terminó, Rodríguez hizo lo mismo y se presentó como vicepresidente del organismo. La enorme chismografía acumulada señala igualmente que en la primera reunión se consideró que José Julián Isturitz, director general de Patrimonio y Contratación, debería asumir el secretariado del comité, y aun así, no ha dejado ningún rastro documental. Ni siquiera se formalizó su creación por el Consejo de Gobierno. Todos esos elementos hacen forzosamente sospechosa la labor del comité, si no su propia naturaleza, porque la voluntad de mantener una feroz opacidad operativa deviene demasiado evidente. Un conspiranoico tal vez defendería que el comité de emergencia sanitaria no era otra cosa que el propio Gobierno autonómico decidido a independizarse de trámites administrativos, límites legales y cepos reglamentarios para afrontar la crisis. Y hay conspiranoicos muy lúcidos. Segunda pregunta del millón de preguntas posibles sobre Conrado Domínguez: ¿quién lo nombró, siendo un modesto jefe de sección, miembro del comité de emergencia? Es todavía más difícil que la primera. Porque ningún político está dispuesto a reconocer haberlo incorporado al comité: sería señalado como detonante de tal selección y el escándalo –el meteorito de la responsabilidad política– lo calcinaría de inmediato.

Hay que retroceder de nuevo. Recordar las presiones de Román Rodríguez y su gente contra Teresa Cruz y su directora del SCS, Blanca Méndez. Recordar que se filtró incluso un altercado en una reunión del Consejo de Gobierno –que son estatutariamente secretas– por el que Cruz perdió los nervios ante el acoso crítico del vicepresidente y se echó a llorar. Torres no movió una ceja. Torres siempre rehúye los enfrentamientos directos donde pueda perder. En muy pocas semanas la destituyeron y asumieron la Consejería de Sanidad y el SCS Julio Pérez y Antonio Olivera respectiva y provisionalmente. Ya Domínguez mandaba y remandaba en la compra de material sanitario colgando apenas del hilo de un comité de emergencias prácticamente secreto. Pero no estaba solo ni lo decidía todo, mal que les pese a algunos. Era aplaudido y casi festejado. ¿Quién sabía más de contratos sanitarios que Conrado? ¿Quién podría encargarse mejor, incluso, de las recomendaciones que venían de arriba? Domínguez, con José Manuel Baltar como consejero de Sanidad, fue el encargado de resolver los contratos de servicios concertados con las clínicas privadas grancanarias. Lo sabía muy bien Isturitz, que fue director general de las clínicas San Roque. Y a través de Izturitz, Román Rodríguez, que tuvo que vencer un último escollo, Alberto Pazos, para coronar de nuevo a Domínguez director del SCS. También es cierto que Blas Trujillo siempre ha sido un ejemplo de adaptabilidad.

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