Opinión

Juan Jesús González Afonso

Las modas y los modos

El aguacate: una fruta sana, pero dañina para el planeta

El aguacate: una fruta sana, pero dañina para el planeta / Agencias

Debemos reconocer que la gestión de la naturaleza ha sido un proceso cultural y natural en el que los campesinos han convivido relacionando las necesidades humanas de cada día con aspectos socioculturales sobre el medio y la gestión del entorno con miras, en muchos casos, de varias generaciones.

Hablamos de la construcción del hábitat, la gestión de los bosques, los aprovechamientos de tierras de cultivo, la canalización del agua, las sorribas, los drenajes de zonas pantanosas bien para conseguir suelo para cultivar bien por aspectos ambientales, la forma de gestión de los frutales y los pastos y, en suma, la mejora del ambiente humano con transformaciones ambientales en positivo.

Pero también nos referimos a la incorporación de vías de comunicación, pervivencia del bosque con lectura de varias generaciones, la incorporación de nuevas plantas cultivadas (papas, tuneras…), el manejo de los frutales y la ganadería con una lectura ciertamente planetaria… Cereales, papas, vid, ganado ovino, caprino, vacuno con planteamiento no sólo de suelo y clima sino hábitos alimenticios y culturales caso de los cereales, las papas, los vacunos, los cochinos. Y, en este aspecto, pudiera resultar contradictorio el hecho de que intentemos establecer criterios supuestamente científicos sobre las plantas y su posible localización en fechas concretas, como pudieran ser los nuevos descubrimientos geográficos y la navegación en los siglos XV y XVI o bien la cultura de los nabateos en el oriente feliz con las especias.

Situarnos estrictamente en la disyuntiva de plantas invasoras o plantas autóctonas no parece del todo razonable ni del todo sensato si tenemos en cuenta que los humanos también nos hemos movido desde el estrecho de Bering a la Patagonia, y qué decir de Europa o incluso los intensos movimientos de población en el inmenso continente africano.

El debate que muchas veces tenemos en Canarias con una lectura biológica, libresca, sobre plantas invasoras o flora local, y que nos hace contemplar con asombrosa indiferencia la casi total desaparición de las tuneras arrasadas por una plaga, nos empobrece ya que hemos de cuidar el mantenimiento de plantas tanto por interés humano como natural. Hablamos de alimento y complementariedad ecosocial y también, cómo no, cuidar plantas por interés natural como pudiera ser la piña de mar o las sabinas. Sin lugar a dudas.

Estos días tuvimos la oportunidad de observar al pájaro canario alimentándose de higos picos (tunos) de fuera de época, los ariqueros, en los altos de Teno y ciertamente cabría llamar a una reflexión sobre estos aspectos en un otoño-invierno que se presenta como especialmente duro y complicado para todos en los aspectos relacionados con el agua, la agricultura o el propio medio natural y la supervivencia de muchas especies.

Un naturalismo a ultranza, y quizás poco razonable, es el que arrincona y desplaza a las tuneras, las higueras, los castaños o qué decir del almendro, que ha colapsado las carreteras de Santiago del Teide estos días pese a que buen número de ellos, más del 90% probablemente, se encuentran ahogados entre escobones y/o tabaibas –que no se pueden tocar– o sin ninguna poda, fundamental para ese y otros frutales, por décadas.

Quizás necesitemos de una lectura de la naturaleza que atienda al entorno natural sin maltratar la cultura de cada día, mirando para el medio y sin olvidarnos de los gestores del territorio ya que la actividad humana es algo básico no sólo por interés económico sino también una manera de proteger y conservar el entorno. Las tierras cultivadas o los pastos, al igual que la población activa en el medio rural, son una garantía para la defensa del medio. Es impensable –e inasumible– el cuidado de la naturaleza sin campesinos y mucho ojo con lo ocurrido estos días en Valparaíso, Chile, y en lo que podemos acabar nosotros con cierto tipo de políticas que pretendan vivir de espaldas a unos entornos rurales mantenidos y respetados. Ya casi hemos puesto en el cajón del olvido las mil hectáreas de Parque Nacional que nos ardieron este verano en Tenerife en un acontecimiento sin muchos precedentes históricos conocidos.

No es razonable, en un ejemplo de libro que encontrábamos estos días por esas tierras de Teno, que pongamos a los drones de Medio Ambiente «al cuidado» de los pocos que arañan todavía la tierra por allí, por limpiar antiguas parcelas cubiertas de escobones para sembrar papas… La verdad es que cualquiera diría que esos medios quizás deberían emplearse en otros menesteres si tenemos en cuenta que lo menos que en principio debería interesarnos es desanimar al que todavía intente limpiar y cultivar, con lo que ello además representa en términos de cortafuegos en una zona por la que se nos han colado fuegos de virulencia extraordinaria hacia el propio caserío de Masca.

Miremos hacia el pájaro canario y también hacia los campesinos que desaparecen y evitemos en la medida de lo posible el desarraigo en lo que significa tierras sin campesinos que las cultiven. Tierras que, además, están siendo adquiridas masivamente por europeos a los que vemos plantarse allí, con la vista hacia El Teide, con sus autocaravanas sobre las huertas de cultivo disfrutando de un entorno único y de unos recursos a los que nosotros irresponsablemente estamos dando la espalda.

Sí, a esos niveles estamos llegando, y nos hablaba también un jubilado que todavía se pasea por esas zonas de El Tanque en su viejo Land Rover (a su señora le dicen algunas vecinas en el supermercado ¡pero qué necesidad tiene tu marido de eso!) de las dos o tres mil vacas que se contabilizaban en ese entorno hace unas décadas y cómo hoy día –quizás– sobraban dedos de una mano para contar las que se localizaban en la zona.

Vacas, limpieza del entorno, estiércol que salía todo rumbo al sur para plátanos y tomates junto con furgones de trabajadores que atendían unas plantaciones que representaron mucho en la prosperidad de esta tierra y a la que hoy hemos dado la espalda. Hoy día la misma vaca, transportada en camiones en sus duros peregrinajes de cada fin de semana, recibe el agua bendita en las distintas romerías a lo largo de la Isla y eso acaso no es bueno ni para la vaca ni para nuestro futuro como pueblo. Ya se verá.