Opinión

Baila la calle

Un momento de la Cabalgata de Santa Cruz de Tenerife en una edición anterior.

Un momento de la Cabalgata de Santa Cruz de Tenerife en una edición anterior. / Andrés Gutiérrez

Hoy comienza el carnaval en la calle y con él, un tsunami de alegría, diversión y desenfreno con el que muchos se divierten como si no hubiera un mañana. Ya está preparado el dispositivo de la policía para poder descargar los contenedores de garbanzas que me mandará mi viejita y, un año más, valoraré si me sale más barato poner una tubería directa al Ravelo, o seguir trayendo el vino en garrafones.

A partir de hoy, poco importará si la cabalgata estuvo bien organizada o no, si los premios de los concursos estuvieron bien dados, si la Gala solo le gustó al director, si al final no puedes dar la entrada del coche que te querías comprar porque llevaste a los niños a la feria y apenas te sobró para una papona. Hoy comienza el otro carnaval, aquel en el que la única obligación es la de pasarlo bien. Cierto es que, a aquellos clientes de mi cantina que aman el carnaval de antaño, les quedan actos entrañables en el Guimerá, o en la Plaza del Príncipe, con los que podrán disfrutar del sabor a viejo carnaval pero, a la gran mayoría, el sabor que les preocupa será el del perrito caliente, el del pinchito o el de las parrillas que preparan en los mesones que vienen de fuera, donde piensan que todos somos Amancio Ortega.

Volverá la muchedumbre a colapsar otra vez la ciudad, las aceras se llenarán de coches cual aparcamiento autorizado, nuestras orquestas lo darán todo, una vez más, para que, mientras ellos trabajan, los demás se diviertan; y cuando empiece a salir el sol, habrá quien rezará por encontrar un taxi libre mientras camina ciudad arriba tarareando aquella famosa canción de la Billo’s que decía: Baila la calle, de noche ... baila la calle...