Opinión | Cantina Ilegal

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Una actuación de la gala inaugural del Carnaval de Santa Cruz

Una actuación de la gala inaugural del Carnaval de Santa Cruz / Andrés Gutiérrez

Hay que ver cuánto ha llovido desde aquel lejano 2012, cuando los empresarios de la restauración decidieron emprender una batalla contra las cantinas, según ellos ilegales, que existen en muchos grupos del carnaval y que suponen una fuente de ingresos destinados a paliar los gastos que conlleva sacar un grupo, de la modalidad que sea, a nuestra fiesta. Es por ello que, un poco por tocar las narices y otro poco por solidaridad con los colectivos, decidí abrir la mía, mi Cantina ilegal, que hoy vuelve con las mismas ilusiones que hace doce años para recibir carnavaleros, disfrutar de sus alegrías, consolar sus penas, participar en sus conversas y deleitarles con las garbanzas de mi viejita que ahí sigue, al pie del caldero, con sus 88 primaveras, haciendo un condumio que resucita a los muertos.

Afrontamos una nueva edición que estrena concejal, gerente y directores de galas, en algunos casos con aroma a continuidad, no en vano el concejal y el director de la gala se han curtido en el equipo de Enrique Camacho. No obstante nunca llueve al gusto de todos y estoy seguro de que más de uno pasará por mi negocio y los pondrá a caer de un burro si se salen del tiesto. Y aquí estaré yo para prestarles mi oreja y que se desahoguen conmigo; y lo hago con gusto porque suelen ser personas que llevan en sus espaldas muchísimas carnestolendas viendo pasar concejales, gerentes o directores de galas y a la gran mayoría les avala su experiencia, tanto que su opinión merece ser cuanto menos escuchada con cariño.

Mi Cantina ya luce como los chorros del oro, el aroma a garbanzas llega hasta la esquina y yo ya estoy presto a recibir a mis primeros clientes para decirles, con una sonrisa en la boca: Bienvenidos.