Opinión | Hoja de calendario

Antonio Papell

Amnistías

El debate de la ley de la amnistía en el Congreso, en imágenes

El debate de la ley de la amnistía en el Congreso, en imágenes

¿Alguien se imagina cómo estaría actualmente Cataluña si los presos del procés siguieran en la cárcel, lo que habría agravado las grietas que la tentativa soberanista provocó en la sociedad del Principado? Parece mentira que, a la vista del panorama internacional, no hayamos asimilado aún que el nacionalismo en el seno de democracias consolidadas –en Canadá, en el Reino Unido, incluso en Italia– ha de ser tratado con delicadeza y no a bofetadas. El hecho de que aquí hayamos padecido a ETA no significa que todas las reclamaciones identitarias sean criminógenas.

Los indultos que excarcelaron a los revoltosos provocaron una caída en picado de la clientela soberanista y del independentismo, en una reacción que parecía una eficaz pista de despegue para terminar de cerrar las heridas mediante una amnistía que sirva de borrón y cuenta nueva. El hecho de que no haya habido esta vez delitos de sangre –Terra Lliure, indultada por Aznar, había pegado algunos tiros, uno de ellos a un conocido periodista– ha facilitado las cosas. Puede ser antiestético que el gobierno haya mostrado cierto oportunismo a la hora de plantear este desenlace, pero la política es así. Basta ver qué contrapartidas ofreció Aznar a Pujol para que lo respaldara en 1996, después de afirmar el líder popular que hasta hablaba catalán en la intimidad.

La amnistía cerrará un episodio triste y divisor, y así se verá dentro de un tiempo. Hacer ahora un gran espectáculo descalificatorio de un proceso legislativo, en línea con lo que se vio ayer en el Congreso, es una ofensa a la inteligencia de la ciudadanía, que como es lógico tiene sus ojos puestos en los problemas reales de este país y no en los juegos florales de unos políticos que en bastantes casos no muestran la competencia que parecería necesaria para ejercer la alta responsabilidad que ostentan.

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