Opinión | El recorte

Los principios elásticos

Ione Belarra, Yolanda Díaz e Irene Montero en una imagen de archivo.

Ione Belarra, Yolanda Díaz e Irene Montero en una imagen de archivo. / EP

Lo mejor en esta vida es tener una ética marxista, pero de la rama Groucho. Esa que dice estos son mis principios, pero si no me convienen tengo otros.

Hace menos de dos años la diputada canaria Meri Pita anunció que se marchaba del grupo parlamentario de Podemos para pasarse al Mixto. Un «hasta luego, Lucas» mientras se acercaba a los cálidos brazos de Sumar. La pusieron a caer de un burro por tránsfuga. Irene Montero le exigió dejar el acta. Y también le arreó, cabreada, Ione Belarra, la secretaria general podemita: «Cuando te presentas a unas elecciones con un proyecto, entonces lo coherente y lo democrático es abandonar el acta de ese proyecto».

Ya dice la sabiduría popular que no es conveniente escupir al cielo no vaya a ser que termines con la saliva en el ojo. Ahora estamos en que cinco diputadas de Podemos abandonan la coalición Sumar, o sea, el proyecto en el que se presentaron al Congreso.

Era algo cantado. Los ácidos enfrentamientos entre Yolanda Díaz e Irene Montero vienen de la anterior legislatura. Sumar ha estrangulado sin prisa pero sin pausa a Podemos, buscando su liquidación. Lo cierto –e increíble– es que se presentaron en una sola lista. Y según su propia definición serían tránsfugas. Así que «lo coherente y lo democrático», según Belarra, sería devolver el acta a Sumar. Esos eran sus estrictos principios.

Naturalmente, la respuesta es –levanten recto el dedo anular– que por aquí se va a Berlín. Las diputadas de Podemos dicen que no se han ido ellas, sino el partido y que se quedarán con los escaños porque los consideran suyos. Ahora intentarán convertir el grupo Mixto en el grupo de Podemos, que no se presentó a las elecciones. Una operación redonda. Son los elásticos principios morales grouchomarxistas aplicados a sus guerras intestinas.

No crean que el relativismo ético se agota en las cuitas internas de la jaula de grillos de la izquierda. El último informe PISA ha sido demoledor con los resultados del sistema educativo en España. Ese en el que nos gastamos miles de millones y en el que trabajan cientos de miles de educadores. Los datos son pésimos en Canarias. Y también en otros lugares, como en Cataluña. Tanto que la Generalitat tuvo que dar una explicación. ¿Y cuál fue? Según un portavoz del Gobierno catalán, los deplorables resultados obtenidos en las pruebas se explican por la muestra de alumnos elegida para hacer la prueba, porque el 24% de ellos eran inmigrantes. Tardaron poco en salir a matizar esas palabras, pero las dijeron.

Si eso hubiera salido de la bocaza de un alto cargo de la derecha o la ultraderecha en algún gobierno autonómico, los portavoces de la izquierda en España habrían salido presos de una santa indignación para acusarles de xenofobia. Y los medios de comunicación le hubieran dedicado interminables comentarios en los informativos. No ha sido así. Han actuado de nuevo los flexibles principios políticos grouchomarxistas. Lo ha dicho un socio de gobierno. Un respetito.

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