Opinión

Tomás Padrón

Jerónimo Saavedra y El Hierro

Jerónimo Saavedra y El Hierro

Jerónimo Saavedra y El Hierro

Desde una isla periférica, recibíamos los inicios de una Canarias Autonómica con una dosis de incredulidad mezclada con otra de expectación por el futuro que nos esperaba. El Hierro, siempre acostumbrada al doble centralismo ejercido desde Madrid y las islas capitalinas, inicialmente poco esperaba de un Estatuto de Autonomía que se ponía en marcha y que había que ir puliendo y engrasando para articular una Canarias desde las propias islas, algo que ya chocaba inicialmente con aquel centralismo global representado por las dobles sedes que, si bien siguen ejerciendo parte del poder político-administrativo de Canarias, hoy las islas han ido progresivamente logrando el protagonismo que les corresponde dentro del organigrama autonómico.

Se iniciaban aquellas reivindicaciones de las islas no capitalinas bajo el primer gobierno de la Comunidad Autónoma de Canarias, presidido por el socialista Jerónimo Saavedra, un hombre del que habría que destacar su capacidad negociadora dirigida a consensuar todas aquellas diferencias históricas y seculares, donde los intereses y las reivindicaciones de las islas periféricas quedaban silenciadas en unas Canarias centralistas.

Mi primer contacto con Jerónimo Saavedra se produce justo el día de su toma de posesión como Presidente del Gobierno de Canarias en el año 1983, un hito histórico para una Canarias diversa que ponía toda su esperanza en aquel hombre que en aquel Castillo de la Luz de Las Palmas prometía su cargo en un acto de gran calado protocolario y festivo, a la vez que esperanzador y emotivo para esta Comunidad Autónoma.

Con un trato receptivo, respetuoso, negociador, y siempre con el consenso como premisa, Jerónimo Saavedra recibió las peticiones y reivindicaciones que se le hacían desde el Cabildo de El Hierro. Ya demostraba desde sus inicios su vocación por solventar aquellas diferencias históricas entre las mayores y las menores, y sus ganas de enfrentarse con la realidad de aquella Canarias a dos velocidades en la que las desigualdades eran vistas con aparentemente normalidad.

Jerónimo Saavedra trasladó a la vida pública los valores culturales y humanistas que siempre le caracterizaron. Su capacidad oratoria, de escucha activa y de análisis sosegado lo convirtieron en uno de los mejores negociadores de la realidad canaria tanto en su etapa de presidente del Gobierno de Canarias, como en las de ministro de España, primero de Administraciones Públicas y más tarde de Educación y Ciencia.

Durante su gobierno se desplaza a El Hierro en innumerables ocasiones como a las inauguraciones de la primera residencia de mayores con la que iba a contar El Hierro, o la del actual edificio del Cabildo Insular. Pero si hay una visita que marcó un antes y un después en la concepción de Canarias como Comunidad Autónoma emanada de la diversidad de sus islas fue su presencia, junto con el resto de su Ejecutivo, en el acto celebrado en el Faro de Orchilla, donde con la asistencia de todos los presidentes de los Cabildos Insulares se promulgaba la primera Ley de Cabildos, un documento de partida que marcaría el sendero de la descentralización político-administrativa que partiendo de cero y firmada en el Meridiano Cero, derivaría en un proceso progresivo de delegación de transferencias y competencias del Gobierno regional a los gobiernos insulares en las figuras de sus respectivos Cabildos.

Después de logrado el fondo transitorio de solidaridad para las islas periféricas, por el gobierno preautonómico, Jerónimo Saavedra aprueba en el Parlamento de Canarias, coincidiendo con su primera legislatura, una ley de reparto de arbitrios más equitativa, descartando solo el parámetro poblacional y teniendo en cuenta las realidades insulares, sus carencias históricas y sus necesidades prioritarias. Una lucha de grandes contra pequeños, que Saavedra supo gestionar con sus grandes dotes de diálogo y consenso y que permitió a islas como El Hierro salir del rincón canario del olvido.

Toda esta trayectoria personal, humana y política lo hizo merecedor de nuestra confianza como presidente del Cabildo y como dirigente de la Agrupación Herreña Independiente (AHI) para investirlo en el año 91 como nuevo presidente del Gobierno de Canarias. Un pacto de gobierno, al que llamamos de hormigón, al que apoyamos y que sirvió a la isla de El Hierro para ser escuchada y tenida en cuenta.

En definitiva, Jerónimo Saavedra representó un baluarte fundamental para una Canarias mejor y que en aquellos tiempos precisaba comprensión y decisión. Marcó los valores del buen luchador: la nobleza y las buenas mañas. Sus políticas fueron siempre integradoras porque su propia personalidad también lo era.

Posiblemente el colofón de su discurso de investidura en el Parlamento Regional, con el que empezaba la presidencia de Canarias el 6 de junio de 1983, sea el mejor resumen de su carrera política y amor por Canarias: «Termino la exposición de mi programa repitiendo que: Canarias es posible, y es por ello que en esta hora la solidaridad no es una palabra hueca, sino que debe ser el ejercicio diario, permanente, de un canario para con otro, de nuestras islas entre sí. Porque Canarias solo es posible entre todos, como un ejercicio permanente de comprensión, flexibilidad, imaginación y esfuerzo». DEP

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