Opinión

Javier Lima Estévez

Una visita a la clase de Antonio Zerolo Herrera

Reunión de los técnicos de la Zona de Baja Emisiones con representantes de los colegios del Distrito Centro.

Reunión de los técnicos de la Zona de Baja Emisiones con representantes de los colegios del Distrito Centro. / María Pisaca

Año de 1923. Comienzo de una etapa luctuosa para las letras tinerfeñas. El derrumbe de toda una tradición intelectual, la de aquella pléyade de escritores y poetas que tanto enalteció a nuestra tierra; Ossuna, Tabares Bartlett, Zerolo, Guillermo Perera, Estévanez, Beyro, Cabrera Pinto, Alonso del Castillo, Manrique… ¡Todos desaparecidos en el transcurso de un lustro, con cortos intervalos, como si se hubiesen dado cita para el triste desfile, como si una mano aleve se los llevase de reata, uno tras otro, en fúnebre y doloroso cortejo! Leoncio Rodríguez (1881-1955), maestro de periodistas, comienza de esa forma el libro dedicado a Antonio Zerolo Herrera (1854-1923) en la colección Biblioteca Canaria. En La Laguna, su nombre se materializa con una calle y un busto ubicado en una céntrica plaza. Fue, tal y como relatan contemporáneos y estudiosos posteriores, un gran hombre de letras, ligado a la enseñanza durante años entre Canarias y Gijón hasta regresar nuevamente a su terruño como catedrático, materializando su poesía en múltiples revistas y actos. El farmacéutico Cipriano de Arribas y Sánchez (1844-1921), en su obra A través de las Islas Canarias publicada en el contexto inicial del siglo XX (con reedición en 1993 con prólogo de María del Carmen Hernández García y Erasmo Juan Delgado Domínguez), refleja en el capítulo dedicado a La Laguna unos detalles de gran belleza e interés relacionados con una de las clases de Antonio Zerolo en el actual IES Canarias Cabrera Pinto. Hasta allí accede junto a un grupo estudiantes con el fin de ser partícipe de una clase del profesor lanzaroteño. El catedrático «mostraba un rostro inteligente y viva la mirada. Llegaba con paso algo precipitado, saludó muy afablemente a sus alumnos y entró seguido de los mismos en la cátedra». Con esas palabras, Arribas y Sánchez nos aproxima al momento previo a la clase pronunciada por Zerolo con temática dedicada a la imaginación. Poesía y reflexión se mezclaban en el relato a partes iguales, considerando el visitante del aula la elevada preparación y capacidad del profesor que, lejos de conceptos rutinarios asociados a la simple repetición memorística de textos, pasaba a dar una mayor importancia a la reflexión. El bedel, tras pasar la hora, procedía a abrir la puerta. El alumnado mostraba su satisfacción con los profesores del curso agradeciendo, especialmente, la atención y el carácter de Zerolo, pues «jamás les riñe con palabras gruesas y ceño adusto que acostumbran otros». A todo ello se sumaba su capacidad como orador que permitía mantener una atención generalizada, matizando Arribas y Sánchez que, al inicio del curso, cuando alguno intentaba distraerle, procedía a suplicarle que no siguiera con ello. Esa petición, expuesta con mesuradas palabras, llegaba a cumplirse durante el resto del año académico. El diálogo y las preguntas eran casi una constante en las sesiones, sin llegar a exigirse un resultado que partiera de un marcado carácter memorístico. Al contrario, primaba la libertad plena en la respuesta. El último día de clase del curso marcaba siempre una jornada agridulce. Ante la llegada de los exámenes, ningún alumno se tomaba entonces con cierta ligereza responder o dejar vacía en respuesta la lección ante el profesor. El asunto era mucho más serio. Y es que «D. Antonio siente tanto dar un suspenso como el mismo alumno que lo recibe, y es rarísimo el año que esto acontece, pues agota todos los recursos para salvar al que ve en inminente naufragio». El acto finalizaba con la puesta en pie del maestro, estrechando la mano a todos. En esa ceremonia de despedida van desfilando los jóvenes por la puerta mientras quedaba únicamente el maestro en el aula. Cipriano añade a esa descripción la atención que Antonio Zerolo prestaba también al ámbito de la poesía, dejando muestras de ello en diversas publicaciones y obteniendo, además, reconocimientos en certámenes.

Es, ante todo, el relato del trabajo y el esfuerzo de un profesor y poeta que agrupamos con la finalidad de recordar, cien años después de su fallecimiento, una pequeña parte de ese gran legado.

Suscríbete para seguir leyendo