Opinión | Retiro lo escrito

Sospechoso

Dos agentes buscan al sospechoso del tiroteo, Robert Card.

Dos agentes buscan al sospechoso del tiroteo, Robert Card. / EFE

Forma parte del trabajo –y no solo de cierta paciencia moral– soportar los troles en las redes sociales. A X –antes Twitter– se va ya llorado y sin sorprenderse de la trivialidad, la burricie y la malicia ajena, siempre menos preocupante que la propia. Incluso se puede terminar agradeciendo las pequeñas agresiones de los gilipollas que se esconden bajo seudónimo, como me ocurrió ayer. Porque no hay nada más pasmoso que un individuo –o muchos– te intente desacreditar profesional o moralmente por la enormidad de no compartir sus convicciones políticas, partidistas o ideológicas. Pero es exactamente eso y no otra cosa. Eres un canalla sospechoso porque no compartes mis ideas, mis preferencias o mi voto. Esta necedad adolescente, egomaniaca y trapisondista es invencible.

El troll de ayer, por ejemplo, una obvia criaturita de Podemos, reprochaba burlonamente que yo no hubiera comentado nada sobre este o aquel aspecto del nuevo Gobierno, sobre una consejera que se armó un taco en una comisión o sobre cualquier otro aspecto supuestamente espantoso del gabinete. Esta gente cree, por lo visto, que uno debe interesarse por lo mismo que les interesa a ellos; si no, eres más o menos basura. Por supuesto, no coincidir en lo que prefiere el troll es una actitud pecaminosa. A mí no me gustaba el Gobierno de Ángel Víctor Torres; procuré argumentarlo lo mejor que pude, a menudo lo hice desde la ironía y el sarcasmo, donde habito como columnista desde hace muchos años. Me parece que Torres y su equipo hicieron caso omiso a los problemas estructurales que, tanto económica como socialmente, han terminado por cronificarse en Canarias. Creo que fue un Gobierno que ni siquiera se empeñó en diseñar una política económica para este país: se obsesionó con el gasto social, despreciando cualquier reforma de los modelos y los procedimientos de gestión, y en algunos aspectos, como la dependencia, mejoró parcialmente la situación heredada, y en otros, como el sanitario, la empeoró todavía más. Por poner un ejemplo: no sé merced a qué milagro el Hospital Universitario de Canarias no se ha derrumbado todavía sobre médicos, enfermeros y pacientes. Respecto a las relaciones con los medios de comunicación y a la gestión de la Radio Televisión Canaria, mejor no hablar demasiado del asunto, incluso con la excusa del troll. No voy a regatearle a Francisco Moreno ni su profundo conocimiento del medio televisivo ni sus habilidades como cortesano y dispensador de maná, pero no ha sido precisamente una etapa de libertad irrestricta ni en la televisión ni en la radio públicas. Creo que a Torres lo entrevistaron largamente dos veces, y una de ellas, para estupefacción general, lo hizo el propio administrador único de la RTVC, es decir, Francisco Moreno. Me cuesta imaginar al administrador de Telemadrid entrevistando a Isabel Díaz Ayuso, pero aquí, en el fondo, se disculpa todo, y además Paco sabe tanto de tele… Los periodistas ya no críticos, sino poco entusiastas para con el Gobierno progresista desaparecieron de pantalla. Todo lo más te invitaban a un programa que se llamaba o se llama Buenos días Canarias para charlar quince minutos con otro periodista. Pagaban 40 euros brutos por la hora larga que perdías ahí. Cuando en un programa similar, pero vespertino, salías más de seis o siete veces, alguien descolgaba el teléfono para que descansaras un poco o definitivamente. Mientras tanto dos o tres tipos cobraban fortunones por programas vomipurgantes. Eso, y el oportuno estallido de un volcán, fueron los rasgos básicos del reinado televisivo de Moreno, que además tuvo que tolerar que sus propios padrinos políticos le negaban el desarrollo de la ley de Radiotelevisión Canaria, imposibilitando la constitución de los organismos de control y representación que establecía la norma.

Entiendo que haya gente que se irrite porque uno opine en columnas de opinión, porque cuente lo que ve, escucha y entiende en crónicas, porque analice situaciones y coyunturas según su punto de vista, y no el de troles comprometidos hasta la médula con la libertad, la justicia y la igualdad. ¿Cómo es posible que ese cronista no sea de mi izquierda, no recuerde con nostalgia al presidente Torres y su humanitaria sonrisa, no haya ridiculizado a una consejera tan mediocre hace ya semanas? Sin duda todo esto responde a una conspiración pútrida y nefanda porque, si no, no se entiende, como no puede entenderse criticar un gobierno de izquierdas si no estás comprado por la derecha.

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