Opinión

Tenerife: sequía física y sequía cultural

La sequía es un problema acuciante en España.

La sequía es un problema acuciante en España. / Fernando Montecruz

Estos días hemos tenido la oportunidad de escuchar con interés algunas de las charlas que se han desarrollado en la Real Sociedad Económica de Amigos del País dentro del ciclo Cuestión de equilibrio: el agua en Tenerife. Y es que no sólo se trata de un debate de máxima actualidad en tiempos de incendios y de presas vacías, incluso hasta la prisión Tenerife II se ha visto afectada por la crisis de suministro originada por la rotura del canal de Aguamansa, sino que nos guste más o menos y de cara al futuro estamos hablando de un asunto estratégico de primer orden por los motivos que intentaremos desarrollar en este comentario.

A comienzo del siglo XX Tenerife se las tenía que resolver con menos de 20 hm³por año, procedentes de aljibes, fuentes y manantiales fundamentalmente. Fue allá por 1916 cuando la pionera galería de Los Catalanes aportó las primeras aguas a Santa Cruz de Tenerife que poco a poco fueron permitiendo la introducción de lo que hoy conocemos como agua corriente. A partir de ahí, y hasta 1936, se fueron incorporando otras galerías que, como la de Araca, permitieron incluso la implantación de importantes enclaves industriales como fue el de la refinería de Cepsa.

Y fue así como poco a poco, a razón de 30 km lineales por año de perforaciones en galerías –más de 80 metros diarios en los 50 y los 60 que se dice pronto– llegamos en los años 70 a disponer de 200 hm³dedicados fundamentalmente a la producción de alimentos desde un sector primario mayormente de subsistencia. Hoy día, sin embargo, ocurre que el aprovechamiento de aguas de escorrentía es prácticamente despreciable, por debajo del 1 hm, mientras nuestras galerías generan 87 hm³(con una pérdida anual de 2 hm³en la última década). Por otra parte, de manantiales se siguen obteniendo 7 hm, de pozos otros 50 hm, regenerada mediante depuración para la agricultura 13 hm³y se acelera la desalación con 40 hm/año.

En lo que al consumo del recurso se refiere hoy día el peso mayor se lo lleva el urbano, con un 56% del total frente al uso agrícola que representa un 44%, lógicamente con un peso específico muy importante del plátano con 44 hm, 11.900 m/ha, del total de 87 hm que se destina al sector primario. Al sector turístico, incluidos los campos de golf, se le atribuye un consumo de 25 hm³y menos significativo la industria y otros servicios con 5 hm. Como consumo urbano propiamente dicho estamos hablando de 71 hm, lo que nos aproximaría a una cifra cercana a los 200 l/hab/día, dato muy importante y que seguramente tendrá que ver con la cantidad de agua generada, y adquirida por los ayuntamientos, que por uno u otro motivo no pasa por los contadores. Don Escolástico Gil, alcalde de El Rosario, reconocía que pese a las importantes mejoras en la red, el pasado año el Ayuntamiento adquirió más de 2.300.000 metros cúbicos pero sólo se facturaron 1.200.000. Del resto, más del 48%, se desconoce su destino o paradero.

Y en medio de esta situación nos encontramos, como hemos dicho, con una pérdida anual de nuestras galerías de 2 hm, por lo que atravesamos una dolorosa travesía en la que se invirtió más para en realidad obtener menos producción, de ahí la cantidad de galerías que hoy en día carecen hasta de administración y mucho menos de mantenimiento. Nuestros manantiales, galerías y pozos han dicho que no dan más de sí y no queda otra que recurrir a la desalación, que efectivamente ha ido mejorando en cuanto a tecnología en las últimas décadas, pasando de consumos energéticos de hasta 20 KW/h para un metro cúbico de agua desalada a consumos incluso en el entorno de los 3 KW/h.

No obstante no debemos dejar de tener en cuenta que esta visión optimista de cara a la desalación de agua de mar la estamos haciendo en medio de una coyuntura favorable, que podríamos calificar en cierto modo como de cultura de la abundancia, y que la coyuntura global y la dependencia de los combustibles fósiles para la generación de energía nos hacen de todo punto de vista muy vulnerables al respecto.

El volumen de agua desalada que necesitamos se incrementa al menos aritméticamente año a año, al ritmo que aumenta la demanda y disminuyen las aportaciones del acuífero. De ahí que estemos obligados a dar un salto cualitativo y cuantitativo muy importante en lo que tiene que ver con la reutilización, esa en la que fuimos pioneros en los 90, y apostar por depurar y a ser posible más cercano de las cotas donde generamos las aguas residuales porque no parece razonable enviar las aguas de La Laguna a depurar a Santa Cruz para después tenerlas que bombear de nuevo hacia arriba para darle uso agrícola, riego de jardines, forrajes, etc. El nivel de reutilización de aguas de consumo urbano y turístico en Tenerife está por debajo del 15%, lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta que de los 31 municipios hay 19 que no cobran depuración en el recibo, se entiende que porque no la ofrecen, y 9 de ellos tampoco alcantarillado.

Tampoco debemos descartar por completo los aprovechamientos de aguas de escorrentía, no tiene sentido que tomaderos como el que recogía aguas pluviales de La Laguna hacia Valle Molina se mantenga fuera de servicio, y no dejar morir con total desprecio el trabajo de las galerías que tanto esfuerzo e incluso vidas costó mediante el abandono, la falta de limpieza y nula gestión y la administración no debería dar la espalda a esa situación.

Por último no cabe duda que tenemos no sólo que reflexionar, ya a estas alturas más lógico sería actuar, sobre el estado de nuestras redes de distribución, muchas de hace 70 años e incluso más, y los niveles insoportables de pérdidas, obviamente no solamente en el municipio de El Rosario, del que su alcalde nos ha ofrecido datos concretos. Otros municipios ofrecen cifras incluso más preocupantes y todo eso debemos vincularlo sin duda a la necesidad de recuperar una cultura del ahorro que no tiene tanto que ver con la miseria de antaño, afortunadamente, sino con un planteamiento cultural necesario con los retos que se nos presentan por delante, desde una perspectiva ambiental y social, y que requieren un compromiso político potente para enfrentarlos con garantías.

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