Opinión | Retiro lo escrito

Tuyo es el reino

Calor en Gran Canaria.

Calor en Gran Canaria. / JUAN CARLOS CASTRO / JUAN CARLOS CASTRO

La gente empieza a descreer que este calor miserable terminará algún día, alguna noche, alguna madrugada. Y se adapta, aunque cada adaptación exitosa conlleve precios enervantes. Sin pretender montar escándalos ni profetizar apocalipsis, este calor es insalubre y se va extendiendo una atmósfera de irritación y mala leche cada vez peor contenida. El penúltimo efecto, particularmente visible en los últimos días, es la multiplicación de moscas, mosquitos y cucarachas en las calles y en las viviendas. Su hábitat habitual son los lugares húmedos y cálidos y el calor –un calor seco– los saca al exterior. Ahora mismo veo a una pequeña cucaracha, una cucaracha casi recién nacida, una promesa de rotunda asquerosidad cuando madure como cuca volona, pasearse por una de las estanterías del despachito. Avanza lentamente, como si estuviera revisando los títulos. Cuando pasa al lado de La quiebra de la democracia de Juan Linz se detiene un buen rato: seguro que ahí ve un futuro promisorio. En cambio, pasa de largo y deja atrás rápidamente una edición en rústica de Camino de servidumbre de Hayeck, un libro, sin duda, escrito únicamente para los seres humanos. Pero es al no molestarse en detenerse un segundo en La revolución teórica de Marx, de Louis Althusser, y en cambio pegarse casi media hora adherido a los Pensamientos sobre Maquiavelo de Leo Strauss cuando descubro que el bicho se merece un respeto. La transición que a mí me ha costado casi treinta años lo había hecho la pequeña cucaracha en un cuarto de hora.

Como en esa maravillosa novela de Ballard, El mundo sumergido, van apareciendo en la pequeña ciudad provinciana en la que vive usted que me lee una fauna no siempre conocida y ahora vivificada por el calor que las protege, estimula y multiplica: mariposas esféricas de alas colón marrón, hormigas capaces, como cualquiera, de ganarle una carrera a Fernando Alonso, mosquitos largos y puntiagudos que se lanzan sobre las cabezas desde la altura a los que puedes escuchar las acrobacias durante toda la madrugada, pequeñas lombrices renegridas que asoman por las alcantarillas, porque allá abajo empieza a hacer menos calor que aquí arriba. Es como una versión amable y con semáforos del Carbonífero. Los insectos, como la muerte y el dolor, han sido casi extirpados en los hábitos públicos. Se ha decidido que no existen y nos hemos aplicado a eliminarlos superficialmente, y cuando fallan nuestras ridículas medidas de exterminio los miraba con irritación, con asco, tal vez con un antiguo pavor. Como si –por lo demás– los insectos fueran una anormalidad repugnante. Los entomólogos han descrito –hasta la fecha– más de un millón de especies de insectos. En realidad todos los días se descubren decenas de nuevas especies y algunos especialistas afirman que quedan entre cinco y diez millones de especies aún no documentadas científicamente. Desde un punto de vista estadístico me temo que la anormalidad somos nosotros. Por cada ser humano existen unos 200 millones de insectos. Y los más de 7.000 millones de bestias bípedas que explotamos locamente este planeta, convirtiéndolo día a día en una bola de fuego, pertenecemos a una única especie.

No solo es científicamente explicable ver cómo prosperan los insectos en una larga ola de calor, sino que tiene cierto valor simbólico. Los herederos, fuertes, prósperos, enérgicos, multíparos, empujan para tomar el relevo. Tienen prisa, una prisa indisimulable, como todos los legatarios. Cuando en una esquina de Santa Cruz o de Las Palmas, alrededor de una con restos de pizza, zumba en el aire ardiente una nube de moscas verdosas como jamás había visto, tiendo a reconciliarme con lo que hay. Este calor terminará, por supuesto, en los próximos días, con una bajada muy lenta de las temperaturas. Pero, a pesar de los cada vez menos ingeniosos negacionistas, estas rachas de fuego serán cada vez más frecuentes, largas y agobiantes para todos, menos para ellos. Tuyo será el reino, el poder y la gloria por siempre, mosca implacable de los mil ojos, hormiga cruel y hacendosa, cucaracha traviesa, glotona, volona.

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