Opinión

Javier Castañeda García

Verde quemado (ecocidio, eco-ansiedad)

Incendio de Tenerife

Incendio de Tenerife / María Pisaca

Tantos días de calor extremo, incendios sin saberse bien las causas, cambios en las corrientes marinas, microalgas... La preocupación social aumenta y es probable que afecte al bienestar psicológico general a medida que el clima siga cambiando y causando desastres medioambientales que nos impacten directamente.

Tanta atención y concentración en lo industrial-urbano y menosprecio de lo rural-orgánico nos hace pensar que podríamos estar perdiendo una parte de la realidad ambiental. Ya casi cuesta imaginar el escenario natural anterior al de los huevos en el supermercado, aunque si vemos la etiqueta eco tal vez podamos pensar en gallinas menos maltratadas.

Es una buena noticia que el incendio de Tenerife no haya causado víctimas ni grandes daños materiales, pero es una buena noticia antropocéntrica (comparado con la tragedia de Hawái), y una mala noticia antropogénica (medio-ambiental) por la pérdida de una parte del pulmón verde insular, de paisaje natural y su biodiversidad, que nos atañe más de lo que podemos imaginar. Es un ecocidio.

El ecocidio se define como la destrucción del medio ambiente, en especial de forma intencionada (RAE). En estas semanas se ha conocido la iniciativa de un grupo de mujeres que abogan por el reconocimiento nacional e internacional del crimen de ecocidio como delito de lesa humanidad y que se incluya en el Código Penal español con penas mucho mayores (http://www.bpwcanarias.org/). Se trata de seguir con la iniciativa de la abogada escocesa Polly Higgins que en 2010 presentó el ecocidio a la Comisión Jurídica de las Naciones Unidas y que un grupo de personas expertas han desarrollado y ampliado jurídicamente en 2021. En Francia se investiga actualmente este nuevo delito criminal de ecocidio sobre ciertos vertidos tóxicos. Otra contaminación que está cerrando playas es la producida por los eternos vertidos de aguas residuales, aparte del fenómeno complejo de las microalgas.

A la preocupación constante que tienen ciertas personas sobre catástrofes o amenazas inminentes o futuras sobre uno mismo y los demás por el cambio climático se le viene denominando con el término psicológico eco-ansiedad. Ya tenemos estudios científicos como el publicado en 2021 por Elizabeth Marks y colegas –The Lancet–, donde se entrevistó a varios miles de jóvenes occidentales entre 16 y 25 años, con respecto al cambio climático, y se encontró que más de la mitad de ellos se sentían tristes, ansiosos, impotentes, indefensos y culpables, y valoraron negativamente las respuestas dadas por sus gobiernos, además de sentirse traicionados por ellos.

Hay evidencia paralela también de que la ansiedad en general podría mitigarse y remediarse por el contacto directo con áreas verdes tanto rurales como urbanas. Habría que concienciar más sobre los efectos terapéuticos tanto fisiológicos como mentales que tienen los llamados baños de bosque (Shinrin-yoku; EH2Lab) y facilitar su plantación (bosquetes) en nuestras zonas urbanas o periurbanas. También multiplicar en nuestro entorno diario cualquier tipo de vegetación que aumente ese color beneficioso. La información útil y la educación ambiental aplicada no pueden retrasarse más, tanto en los distintos niveles educativos como en los medios de comunicación oficiales.

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