Opinión | Risas y fiestas

Aida González Rossi

Cosas que aprendí jugando a la Game Boy

Cosas que aprendí jugando a la Game Boy

Cosas que aprendí jugando a la Game Boy

1. La vida tiene muchas vidas dentro. A veces eres un gato saltando por el cableado telefónico de una ciudad en la que solo viven gatos como tú y perros y hurones y pájaros y nada de eso te parece en absoluto raro, y en uno de los brincos te estrompas contra el suelo y no sangras ni te duele pero la pantalla se pone completamente negra y te dice ya la cagaste, ¿viste? y eso es el dolor en ese universo tan chiquito que te cabe en la mano sudorosa de darle y darle y darle. Y nada de eso te parece, de nuevo, en absoluto raro. Jugando a la Game Boy, la mente se estira para aprender a vivir cosas que no tendría que haber vivido y se prepara, por ello, para vivir todo lo invivible de la vida: puedo entender la coherencia interna de cualquier situación. Me adapto.

2. A veces no puedes salir de algunos escenarios. Corres y corres y das vueltas pero un muro invisible parándote para que ni se te ocurra llegar hasta el jardín. En lo medido, a pesar de esto, hay posibilidades infinitas: rompe lo que había que hacer en el juego y en vez de luchar pasea y que se fastidien los que pensaron que no te iban a dejar andar por un mundo sin directrices. Nunca es imposible del todo escaparse.

3. Los juegos terminan pero jugar queda por siempre. Enroscada en el sillón durante ocho horas seguidas y con los pelos alzados como una antena por la que te llega lo que nadie más sabe que te está sucediendo, unos recuerdos que solo se te van a quedar a ti y que puedes ignorar que también están sucediendo en otras miles de cabezas jugonas porque, oye, un universo encendible y apagable y terminable pero constructor también de tu forma de pensar y entenderte a ti misma. Crecimos pensando que lo que nos había absorbido durante tanto tiempo no tenía ninguna importancia, y nos descubrimos, ya de adultas, con una forma de pensar mediada por la experiencia de ser una siendo otras. No es raro que entre amigas de mi edad nos expliquemos cosas utilizando ejemplos de Pokémon. Nuestra mitología olvidada y, por lo tanto, mucho más poderosa. Una mitología privada que compartimos todas y de repente nos confesamos las unas a las otras y nos hace comprender que las demás son por dentro como somos nosotras. Gracias a la Game Boy por ser una intimidad tan solitaria (universo encendible y apagable y tan largo que parece único e infinito y solo mío) y simultánea para todas (nos ponemos niñas cuando nos queremos; nos queremos como niñas que ya no tienen vigilancia y pueden enviciarse sin vergüenza).

4. Ya somos niñas sin vigilancia. Ya podemos hablarle al mundo de lo que de verdad nos apasiona y darlo por válido. No una cosa que se pasará cuando nos salgan las tetas al 100% y se nos hayan ido los espinos y tengamos trabajo y demás. La pasión por la Game Boy espera a que seamos mayores para hacernos darnos cuenta de la riqueza de nuestras sensaciones e intuiciones de infancia y de que siempre somos las mismas. Ser adultas es aprender a ser niñas en un mundo adulto que ridiculiza todo lo que se enorgullece de ser vulnerable: frágil como la bisagra de una pantalla que puede romperse si de la emoción se te cae al suelo y entonces qué y el cuidado que permite el disfrute. Y el disfrute que ruega por Dios el cuidado. Ya no somos niñas con vigilancia y por ello haremos todo lo que deseábamos pero lo haremos cuidándonos entre todas (bisagras) porque ser adultas es aprender a ser niñas muchísimo mejores.

5. Empiezas en un punto y tienes que llegar a otro (ganar), y sin embargo lo importante es todo lo que hay en medio y a veces ganas y te cagas en diez y te pones a gritar y deseas estar la vida entera consiguiendo ese objetivo y que se te escurra de nuevo (thank you Mario but our princess is in another castle) y, no sé, no ser heroína de nada. Acomodarte en los caminos. Hablar en las grietas e ignorar la salida. Imaginar (punto 2) que vamos a estar aquí por siempre.

6. Hay quien tiene la función de decirte una frase hermosa y no volver a verte nunca más.

7. ¿Eres tú quien le ha soltado la frase hermosa a alguien?

8. Es mejor tomarse en serio siempre lo que se ama. Amar algo es hacerlo propio y hacer propio algo es tenerlo de herramienta para luchar: o para pasear, decíamos, porque lo importante es el placer y el refugio. Y todas sabemos cuáles son los nuestros.

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