Opinión
Mario Vargas Llosa y Fernando Sánchez Dragó, una generación indómita
Me pilla la muerte de Sánchez Dragó en Washington leyendo el libro de Vargas Llosa Un bárbaro en París -Textos sobre la cultura francesa. Lamentamos mucho la muerte de un personaje de tal calibre, lo poco que puedo leer de la prensa española así lo califica de forma casi general. Con todo lo que puede diferenciar a los dos escritores, hay un nexo fuerte entre los dos y es el compromiso político, a través de la literatura pero también personal, mucho más fuerte en Vargas Llosa. De hecho, Sánchez Dragó en sus memorias (primer libro), deja muy claro que su militancia comunista muy relevante (responsable del PCE en la universidad), tenía una motivación aventurera y literaria fundamental- para mejor disfrutarlo estuvo preso en tres ocasiones, coronado con un exilio de 7 años- además de radical intolerancia al franquismo. Casi igual que todos que le reprochan su vínculo con Vox, tanto en actitud vital aventurera e iconoclastia antifascista, siendo ellos los verdaderos actores del esperpento nacional, paroxístico en Las Cortes y medios.
Si Vargas Llosa está adscrito de forma incondicional a la racionalidad del logos, Sánchez Dragó, ya desde Gargoris y Habidis: Una historia mágica de España lo estará al mythos que recuperará con otros títulos la tradición esotérica y hermética, enriquecida además con el orientalismo en general, y que le lleva como repetía a tomar el mundo por montera (sabiduría doble: esotérica y budista-sintoísta). Y a ser un caso extremo de libertad individual e indesmayable pensamiento propio, sin perder de vista su militancia hedonista y dionisiaca, en un país de mojigatos, inquisidores y moralistas donde la izquierda ha tomado el relevo de la iglesia más oscurantista. Por tanto, en Sánchez Dragó su vertiente política es muy débil por desinterés hacia el pensamiento político, no de la vida que la bebe a raudales, con desmedida voracidad y celebración.
Vargas Llosa es un caso poco común entre novelistas, de adentrarse en el pensamiento, tanto sobre los estudios y crítica literaria (no los actuales de las universidades norteamericanas) como en el pensamiento político. Su desafección de la izquierda es el resultado de un incansable interés por la filosofía moral y ética política. Al poco de dejar de apoyar a Fidel Castro ya está leyendo a Popper y otros filósofos e historiadores de las ideas políticas como Isaiah Berlin, a quien conocerá personalmente. Lo propio de los novelistas es vivir en su castillo y suscribir el común sentir estético ideológico progresista (encuadre/devocionario). Dragó y Vargas Llosa han llevado su vocación intelectual y cultural mucho más lejos de lo que los novelistas precisan. Su generación facilitó esos tránsitos.
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