Opinión | Historia | Patrimonio portuario V

José Manuel Ledesma Alonso

Semáforo de Igueste

Santa Cruz vista desde el Semáforo de Igueste de San Andrés.

Santa Cruz vista desde el Semáforo de Igueste de San Andrés. / E.D.

La posición estratégica de la Atalaya de Igueste como lugar de observación de la llegada de buques al Puerto de Santa Cruz fue utilizada desde 1506 por el Cabildo de Tenerife cuando acordó que «el Puerto y la Isla comenzaran a ser guardados de sorpresas mediante un sistema permanente de velas o guardas».

Vista del roque de Antequera desde el Semáforo. | | E.D.

Vista del roque de Antequera desde el Semáforo. | | E.D. / José Manuel Ledesma Alonso

Desde entonces, la principal atalaya de la isla de Tenerife mantenía comunicación directa con el Castillo de San Cristóbal, repitiendo también las señales que le enviaban las atalayas del Sabinar y Tafada.

Cuando sus vigías avisaban del acercamiento de buques, con tantas hogueras como barcos venían, en Santa Cruz se tocaba arrebato para prevenir a la población de la llegada de piratas, corsarios, armadas extranjeras y de los barcos que enarbolaban bandera amarilla (portadores de epidemias). Se resguardaban del viento y la lluvia en muros semicirculares de piedra y para justificar su presencia mantenían un fuego de obligación.

En 1803, los atalayeros pasarían a vincularse a las Comandancias de Marina y en 1855, con la incorporación del telégrafo, pasarían formarían parte del Cuerpo de Técnicos del Estado, siendo seleccionados entre oficiales graduados de la reserva, contramaestres de la Armada o pilotos de la Marina Mercante, con más de cinco años de embarque.

Una posición privilegiada

Cuando en 1871 se estableció en España la red de estaciones electro-semafóricas, la comisión formada por los ministerios de Marina, Gobernación y Ultramar informaron favorablemente de la posición que gozaba la Punta de Anaga, en Tenerife, para instalar en ella un observatorio que alertara a la población ante un ataque inminente, así como la llegada de buques a su Puerto.

La Estación de Señalización Marítima de Igueste de San Andrés sería una de las veinte primeras construidas por el Ministerio de Fomento en la costa española, según la Real Orden del 9 de junio de 1884.

Fue levantada en la Atalaya de Anaga, a 222 metros sobre el acantilado, en un solar de 1.194 metros cuadrados, de los que 247 metros cuadrados corresponden al edificio.

Situada al norte de la playa de La Jurada y del entronque del cable submarino que se acabada de instalar en Santa Cruz de Tenerife, el 6 de diciembre anterior, a partir de este momento todos los buques en tránsito podían enviar o recibir mensajes a/desde cualquier parte del mundo.

El edificio, construido con toba roja del país, contaba de un cuerpo rectangular con dos viviendas de dos habitaciones, cocina y retrete, y otro cuerpo adosado al anterior que servía de vivienda al peón. Separado de los dos módulos citados existía un tercer cuerpo hexagonal, destinado a observatorio con vistas panorámicas de 360º. Exteriormente contaba con dos aljibes que se alimentaban del agua de lluvia recogida en las azoteas, y un horno de pan. Su plantilla la componían dos vigías y un mozo de semáforos. Hasta 1970, en que el edificio fue desalojado, aquí vivieron los fareros con sus familias.

En el año 1852, al establecerse el Código Internacional de Señales, al Semáforo se le dotó de un mástil-asta-banderas de 16 metros de altura, con vergas, herrajes, drizas y demás utensilios propios de este servicio. A partir de 1886, al inaugurarse la Comandancia de Marina en la entrada del Muelle Sur, pasaría a mantener con ella la comunicación visual a través de su correspondiente torre observatorio y los palos asta-bandera.

Este sistema sería modernizado en 1894, al entrar en funcionamiento el cable de la Societé Française des Telégraphes Sous-Mains, que permitía la comunicación telegráfica entre Canarias y América y que sería utilizado por los buques en tránsito.

Muy cerca de este lugar, la compañía británica Bruce, Hamilton and Cº construyó en 1886 otro semáforo de banderas para conocer con antelación la llegada de los barcos que venían a carbonear en sus muelles. El citado semáforo dejaría de funcionar en 1893, al inaugurarse el semáforo eléctrico de Igueste. La citada empresa británica le traspasaría al Ministerio de Marina el pequeño embarcadero existente en la playa de Igueste y el camino de 2.054 metros de longitud que había construido serpenteando la ladera, por donde las bestias habían transportado el material para su construcción, las ópticas, las banderas, etc.

Ante el avance de las comunicaciones marítimas, que hicieron que el semáforo de Igueste no resultara operativo, el 2 de julio de 1970 el Ministerio de Marina se lo entregó al de Hacienda, pasando a formar parte del patrimonio del Estado.

Estado de abandono

A partir de la citada fecha, el Semáforo ha sido objeto de muchos desaprensivos que se han dedicado a deteriorar su fachada, arrancar puertas y ventanas, derribar tabiques, destruir sus dos aljibes y el horno de pan.

Por ello, con el fin de recuperar este histórico edificio, varios colectivos vecinales han venido llevando a cabo diversos actos para ponerlo en valor, logrando que el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife lo incluyera en su Catálogo de Patrimonio Histórico. También lograron que el Ministerio de Hacienda y Función Pública suspendiera la subasta pública del Semáforo, por 22.260 euros, que había publicado en el Boletín Oficial del Estado el 28 de julio de 2021.

Todos los esfuerzos realizados por los citados colectivos vecinales se vieron recompensados el 9 de diciembre de 2022, cuando el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó la cesión del Semáforo de Igueste, durante 15 años, prorrogables otros 15, a favor de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, para proceder a su rehabilitación y cambio de uso.

Sin embargo, los numerosos condicionantes presentados por las distintas administraciones públicas canarias, han dado lugar a que el autor del proyecto de rehabilitación, el arquitecto Carlos Palles, haya optado por reparar solamente los muros del edificio, quitar los techos y levantar de nuevo el mástil. Hasta ahora los citados trabajos no han sido adjudicados.

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