Opinión

Hartas de aguantar

Hartas de aguantar

Hartas de aguantar

Están hartas de aguantar. Cansadas de tener que soportar amenazas, acoso y mofas de todo tipo mientras realizan su trabajo. No son hechos anecdóticos en el paraje bucólico del reporterismo de calle. No hay glamur de ningún tipo. El acoso a las reporteras de televisión es una lacra que hemos normalizado, incluso frivolizado como una parte inexorablemente ligada al ejercicio del periodismo. Tu obligación es aguantar estoica frente a las adversidades del directo. Sin embargo, si eres mujer todo se vuelve extremadamente complicado. La reportera de Chilevisión y CNN Chile, Marianela Estrada, sufrió en 2019 uno de los momentos más incómodos que se le recuerda a una periodista. Estrada fue acosada por un hombre disfrazado de uno de los personajes de La casa de papel. En la primera conexión soportó que un joven le diera un beso en la mejilla y, en la segunda, fue arrastrada y manoseada mientras ella intentaba quitárselo de encima y mantener la compostura. Su agresor no tuvo consecuencias penales de ningún tipo, y los comentarios en la web de la noticia fueron una muestra más de lo poco que hemos avanzado como sociedad. Sonia Dridi, una periodista francesa del canal France 24, se encontraba en la Plaza Tahrir de El Cairo durante una emisión en directo cuando un grupo de jóvenes intentó quitarle la ropa. La habían rodeado una treintena de hombres. Un compañero periodista tuvo que intervenir para evitar una desgracia en una jungla consentida por los poderes fácticos y públicos. La versión oficial es que no se identificó a los agresores. La que todo el mundo piensa es muy diferente. En 2020, la reportera de Televisión Canaria Raquel Guillán se encontraba informando sobre la alerta por fuertes vientos y calima que mantenía a las islas en un completo desconcierto. En una conexión marcada por las inclemencias del tiempo, tuvo que aguantar que un indeseable se colocara en primer plano y la acosara dándole un beso en la mejilla sin su consentimiento. Este sujeto alcanzó un acuerdo con la acusación que consistía en el abono a la reportera de una indemnización de casi 2.500 euros y una orden de alejamiento de 16 meses. Esto es lo que costó acosar a una profesional en el ejercicio de su trabajo. Esta misma semana, la reportera de Televisión Canaria Alba Grillo tuvo que soportar como dos hooligans borrachos se acercaban a la cámara mientras intentaba narrar el ambiente que se vivía en Las Verónicas con motivo del partido de fútbol entre Gales e Inglaterra. Las tablas de la periodista y su capacidad para aguantar el tipo permitieron el éxito de la conexión en un ambiente totalmente desfavorable. Pero ni ella ni nadie tiene que tolerar situaciones denigrantes que atentan contra los principios básicos de la convivencia y el respeto. Si a un médico le meten el dedo en el ojo en medio de una consulta, jamás podrá realizar un diagnóstico en condiciones. Si a un policía le quitan el arma en una reyerta, tampoco podrá controlar la situación. Pero en el periodismo eso no pasa, incluso es motivo de risas y sorna. Trabajar con un micro pegado a la mano no es fácil. Sin horarios y con el estrés que supone un directo, pocos son conscientes de la extrema dificultad que conlleva el reporterismo de calle en ecosistemas inverosímiles. Aunque algunos se hayan olvidado del barro cuando se acomodan en los sillones de dirección, muchas compañeras y compañeros siguen al pie del cañón soportando situaciones que en otras profesiones serían inimaginables. Ellas están hartas de aguantar. No podemos permitir que su elección tenga que ser proteger su integridad física o cubrir una noticia a golpe de actualidad. Siguen dando lecciones de dignidad y periodismo en tiempos poco propicios para el respeto y el civismo. Orgullo de nuestra televisión pública.

@luisfeblesc

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