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Mary Cejudo

Aquí una opinión

Mary Cejudo

Chacho… ¡que es una hélice!

Estaba en plena faena doméstica (hay días que toca) escuchando, mientras, a Prosseda en un recital a dos pianos con la Sonata 448, en plena alegría mozartiana, sin necesidad de teoría alguna del llamado Efecto Mozart, a mí ese compositor me pone jacarandosa sin ningún estudio científico, es de nacimiento, cuando observé, a lo lejos, a unos operarios aparcando su camioneta justo a la entrada del Muelle Norte y sacando algunos utensilios como de obra. ¡Qué bien!, pensé, otros que están de limpieza (porque buena falta le hace a esa salida del barranco hacia el puerto). Pero resultó que no, la tropelía ordenada a perpetrar era colocar una tela metálica andrajosa alrededor de la hélice que ha permanecido tantos años, en uno de los accesos a este puerto vetado a sus legales propietarios (los habitantes de la isla) para arrancarla de su pedestal y descargarla, según me comentaron fuentes indignadas (y no, ninguno de ellos de derechas) en un almacén como futuro nido de ácaros.

Parece ser que el delito que cargan sobre estas tres palas de bronce y aluminio (si hubiesen sido de oro, se matan por ellas) tiene connotaciones políticas (aunque ¿existirá algo más político que una lucha solapada entre cargos públicos de diferentes signos?) cuando, mirado razonablemente, hablamos de una pieza aerodinámica que trabajó en lo que le ordenaban: girar y girar, sin descanso, para mover, junto a 3 más, una mole flotante de cuyas delictivas actividades, se puede suponer lógicamente que, bajo el agua, nunca conoció y de las que, obviamente, nadie le comentó ni le solicitó su connivencia. Semejante dispositivo marino ha pasado de ser piropeado por la prensa local como «uno de los tesoros del puerto de Santa Cruz» a que la definan como «la hélice franquista» o que, todo un viceconsejero de un gobierno escriba en twitter (otro almacén pero éste, de los aburridos) que así, quitándola de en medio, «se repara moralmente»… ¡Hasta ofensiva siento tal observación, cuando todas las canalladas que ha habido y existirán, tienen como culpable al hombre, no a hélices ni anclas ni siquiera remos (cuando te golpean en la cabeza con ellos, en el otro extremo, esgrimiéndola, siempre habrá un humano)!...

Si la cuestión es eliminar dolorosos recuerdos a víctimas o cobardes reconocimientos a tanto bicho asesino, pues ya puestos, los tenemos a miles: el mismo teatro de Mérida o las pirámides egipcias, que bastante malos fueron Agripa o los faraones. Pero somos muchos los que, aún descendiendo de represaliados, nos preguntamos: la Historia ¿hay que contarla o borrarla? Quizá los monumentos no deban ser derribados para poder explicar a otras generaciones lo que de malo representan y así, tratar de que ellos no lo repitan para que, también, aprendan que nunca los ideales deben confundirse con soberbia, ni la justicia tender a convertirse en venganza.

¿No sería razonable aprender que la principal función de la inteligencia es ver la realidad con el fin de no condicionar a toda una sociedad para que, lo que siga, no sea la pura decadencia de sus instituciones?

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