Opinión | Manual de objeciones
La ‘empleabilidad’ de los canarios
El Gobierno guanche quiere «mejorar la empleabilidad». O sea, el conjunto de aptitudes, formación y conocimientos que tiene la peña que está parada. Debe ser que nuestro Gobierno, con enorme perspicacia, considera que si los trabajadores canarios no encontramos empleo es básicamente porque somos una manada de toletes.
Desde hace años –demasiados años– los gobernantes se han gastado lo que no está escrito en financiar la formación de los parados y trabajadores. Sindicatos y patronales, entre otros, han creado una verdadera industria de cursos y enseñanzas que se han convertido en una importante nueva línea de negocio. Podríamos pensar que ese dinero se ha gastado para nada y no ha mejorado la empleabilidad. Pero no. El problema es otro.
La realidad es que el gobierno guanche sigue pescando gambusinos y no se ha enterado que el problema del paro en las islas tiene poco que ver con la formación. Porque el mundo de los servicios, el comercio, la restauración o los hoteles no demanda ingenieros aeronáuticos, ni astrofísicos. Son sectores de baja cualificación para el que la mayoría de los habitantes de estas ínsulas desbaratadas tendríamos una alta “empleabilidad”.
Lo que ocurre es que nuestra economía, como los teatros, tiene un aforo limitado. Y una vez que se ha llenado el patio de butacas ya no cabe más gente. Y este vergel, de belleza sin par, lleva décadas importando mano de obra de fuera de sus fronteras a pesar de tener la mayor tasa de parados del Estado.
Esa insólita, anómala y suicida estupidez ha logrado cosas increíbles. Por ejemplo que haya un excedente permanente de mano de obra y que por lo tanto salga más barato contratar; de ahí que tengamos, casi, los peores salarios de España. Que nuestro PIB per cápita se haya desplomado, porque aunque crece la «riqueza país» hay que dividirla entre más gente. Que nuestros indicadores demográficos se hayan disparado por encima de la media del Estado y la presión sobre el territorio sea ya insoportable. Que hayan crecido las necesidades de servicios públicos, como la Sanidad o la Educación, aunque Madrid nos siga racaneando mejorar la financiación. Y por último, aunque no lo último, que ante la demanda de miles de nuevas viviendas, los cinturones turísticos se hayan convertido en un caos urbanístico que no hay dios que meta en cintura.
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