¿Por qué el obispo de Canarias, si es presidente de no sé qué comisión para la defensa de la vida, nos insta, a quienes padeciendo un sufrimiento físico o psíquico intolerable planeamos acogernos a la ley de la eutanasia, a rehusar dicho piadoso fin y, en cambio, gasearnos o arrojarnos desde la Giralda o a las vías del tren? (El Día/La Opinión de Tenerife, 22.4.21) ¿Porqué mancillar una norma que allana el camino del sufrimiento?

Personalmente, comentarios así me producen un poco de yuyu porque son ideas que siento como siniestras para mi gusto, al margen de su, en general, pésima gramática verbal por muy licenciada o doctorada que suelan ser las bocas que las escupen. Debe de tratarse de un problema de carácter porque cuando, a la inversa, me enteré del análisis de los prelados españoles para la creación de un escrito para quienes no desean que se les practique la eutanasia, ni se me ocurrió ir largando por ahí en su contra. Diferentes criterios educacionales y morales de cada uno. O, puede, que hasta la conclusión sea esa tan filosófica de que la naturaleza del mal depende de si la moralidad es absoluta, relativa o ilusoria. Vete tú a saber… Pero uno de los dos, está pero que muy equivocado.

Mi pregunta es, ¿en la fogosidad del momento, eminencias tales no consideran que las emanaciones de gas suelen provocar explosiones que originan desgracias en los vecinos del lugar; que para subir a la Giralda se necesita un grado de energía de la que los solicitantes de la eutanasia carecen (al margen de la prohibición para sillas de ruedas, personas con vértigo, anemia, dificultades cardiacas y respiratorios, etc., problemas que la mayoría de los mismos soporta) y que podemos, en la caída, dañar a inocentes que transitan por abajo? (del tren prefiero no opinar, me pongo en el lugar del pobre maquinista…). Y que, por el contrario, la administración directa al paciente (sin autonomía mermada) de una sustancia por parte de un profesional (no obligado, ya lo ampara la objeción de conciencia personal) o su prescripción para un auto suministro es una forma de decir adiós más humana?

Escuché, en una semana santa lagunera, que “la gracia de la fe es un don más precioso que la libertad y la honra”. Era, aquella, una época donde escaseaba lo primero, y donde en mi feliz hogar se vivía lo segundo como una virtud de todo ser racional. Por eso ahora critico a quienes, en el fondo, de lo que parecen lamentarse es de ya no disfrutar, en estos tiempos, de la capacidad disuasoria que les otorgó el poder político durante demasiados años.