El Sur es una tierra que llora mientras canta. Una frontera olvidada en ese Río Grande que es el Atlántico, en la que viven dos millones doscientos mil ciudadanos españoles cuyos ministres, ministras y ministros no saben pronunciar Arguineguín y confunden Tirajana con Tijuana. ¡Mándele manito!

Ese gobierno de ignorantes mesetarios, que no conoce mucho más allá de las fronteras del ombligo de la corte madrileña, ha ordenado desplegar el ejército en la frontera de Ceuta con Marruecos. Una gesta como la de Perejil. Un inequívoco acto de fuerza, que será arrancada de caballo y parada de burro.

Desde hace décadas –tal vez desde la “marcha verde”– la política de España con Marruecos ha sido una permanente retirada. Una larga cadena formada con eslabones de oro: concesiones, créditos y ayudas al país tapón que la Europa de los ricos quería crear en el norte de Africa. El mismo Frente Polisario al que hoy la izquierda nacionalista romántica canaria le besa la chilaba, aquel que ametrallaba pesqueros canarios en el banco canario-sahariano, entregó atada de pies y manos la que podría haber sido una autonomía española a las dulces manos del entonces rey alahuita, Hassan II.

Huimos de Africa con el rabo entre las piernas. Y desde entonces, bajo el paraguas de Europa, la política con Marruecos ha sido la de paz por pasta. Las políticas de gran vecindad de la Unión Europea han llevado toneladas de pasta en subvenciones e inversiones a un país que se ha desarrollado de forma vertiginosa. Un país que por un lado extiende la mano y por el otro gasta decenas de miles de millones en la compra del más moderno armamento del amigo americano. Y todo eso, bajo nuestras propias barbas.

Durante el pasado año, Marruecos ha estado enviando emigrantes de forma sistemática y premeditada hasta Canarias. Y a nadie se le movió el bigote. Casi la mitad de los veinticinco mil inmigrantes irrregulares llegados a las islas llegaron del vecino país, cuya tasa de paro es inferior a la mitad de la que padecen estas islas. Y no pareció que este detalle moviera a la más mínima preocupación a las mismas autoridades del Estado que han colocado al ejército en la frontera de Ceuta.

En en el viejo dilema de cañones o mantequilla, cabría preguntarse si no tendría más sentido que en vez de pasear los uniformes por las barbas de Mohamed VI se estrangulase el tráfico comercial de Marruecos con sus mercados de la Unión Europea. Porque si el tapón se empeña en convertirse en un grifo, la mejor medicina que podría aplicársele es empezarle a tratar no como el aliado que siempre quisimos que fuera, sino como el chantajista profesional que ha demostrado ser a lo largo de los años.

Algo tiene que cambiar de una vez y para siempre en las relaciones subordinadas con el vecino del Sur. Pero Madrid siempre ha mirado hacia abajo con ignorancia y desgana. Y lo más normal es que acabes recogiendo lo que siembras. Excepto en Canarias, donde a mayor ofensa, mayor servilismo.

El Recorte


A los vacunados con AstraZeneca

Ser profeta en la chapuza carece de mérito. Entre todas las opciones posibles solo hay que fijarse en la peor para acertar con cuál van a elegir los responsables de este desgobierno que padecemos. Hace ya algún tiempo que algunos dijimos que lo de AstraZeneca era un desastre. Que los criterios de vacunación cambiaban como una veleta. Que la penosa imagen que ofrecían las autoridades sanitarias y los expertos es de una prodigiosa e incesante improvisación. Que el suministro necesario de esa marca en concreto estaba gravemente comprometido. Y que en breve plazo tendríamos oportunidad de comprobar cómo esa vacuna, de la que se cantaban tantas excelencias, sería postergada por el simple hecho de que no dispondrían de suficientes dosis. A las pruebas me remito. Ya se ha dado a conocer un ensayo clínico puesto en marcha por el Instituto de Salud Carlos III para demostrar que una dosis de la vacuna contra la covid-19 de Pfizer produce “respuesta inmune fuerte y efectos secundarios de leves a moderados en personas menores de 60 años que recibieron una sola dosis de AstraZeneca”. O lo que es lo mismo, que a los menores de 60 años que recibieron una dosis de esa vacuna ya se pueden ir olvidando de recibir la segunda inoculación de la misma marca. Pero eso, que ya parece más que inevitable, no se va a producir por ninguna otra razón que no sea un problema de suministro. Uno para el que han tenido que buscar una salida científica apresurada. Seguro que los datos sanitarios son correctos. Pero en el fondo, muy en el fondo, lo que hay es otra chapuza. Una más y van...