En estos días que tanto se está hablando en este y otros medios de la última singladura del Valvanera, pues se cumplen cien años del viaje que se inició desde este lado el Atlántico pero que no llegó al puerto de destino, La Habana, contándose de forma genérica las personas o familias que se salva

ron al desembarcar en un puerto anterior al señalado. Por ello, me viene a la memoria la historia que me contó hace ya muchos años el personaje que vengo a comentar.

Se trata de Felix-Benjamín Pérez Hernández, más conocido como Benjamín el de la venta o el cubano, natural de La Matanza, Tenerife (1899-1986), emigrante a Cuba, lugar al que viajó en varias ocasiones a las zafras del tabaco y de la caña de azúcar, hasta que regreso a Tenerife definitivamente donde contrajo matrimonio con Celedonia Yanes Barrios. Fue famoso Benjamín por sus conocidas coplas -de creación propia y de otros autores- y porque en su venta se preparaban aguardientes al modo tradicional cubano.

El joven tinerfeño había comprado billete para el vapor de la naviera Pinillos con destino a La Habana, que saldría de Santa Cruz el día 18 de agosto de 1919, al igual que muchos otros jóvenes canarios que emigraban en busca de mejor fortuna, algunos de ellos amigos de Benjamín. En total 212 pasajeros subieron a bordo en el muelle de Santa Cruz, más 106 que se unieron unos días después en Santa Cruz de La Palma, último puerto europeo antes de iniciar el proceloso viaje a través del Atlántico, pues entre averías, los embates de la mar y las tormentas, el viaje fue todo un calvario, quizás un presagio del trágico fin que le esperaba a las -entre 1.500 y 2.000- personas que viajaban, entre pasaje y tripulación.

Tras atracar en San Juan de Puerto Rico, el buque se dirigió al puerto de Santiago de Cuba, donde llegó el 5 de septiembre de 1919. En ese lugar se quedaron 742 pasajeros, muchos de ellos con billete pago hasta La Habana, donde también tenía Benjamín Pérez el billete comprado y que se resistía a perderlo, pues lo había adquirido con muchos sacrificios. Tanto fue la insistencia de sus amigos para que bajara en Santiago, pues como iba a la zafra y no tenía trabajo, ni contrato en lugar concreto, le daba lo mismo desembarcar e iniciar la búsqueda en las fincas que había por esos pueblos, hasta llegar a La Habana. Tal fue la insistencia que desembarcó, y a los pocos días se empleó en las tareas a las que iba a Cuba, que no eran otras que trabajar en la zafra del momento.

Ocurrida la desaparición del Valbanera, en las Islas y por parte de la naviera se dieron a conocer las personas que teóricamente tenían billete hasta La Habana, aunque se precisaba también que muchos de esos viajeros se habían desembarcado antes, como el caso de Benjamín Pérez Hernández, pero este hecho lo desconocía la naviera y su familia. En su pueblo fue llorado y hasta misas le dijeron, aunque siempre existía la esperanza de que reapareciera, pues como el buque había desaparecido en extrañas circunstancias y se especulaba con diferentes cuestiones, junto a la desinformación, la distancia y los rumores, se albergada una lejana posibilidad por parte de sus familiares.

Pasado un tiempo, pues nunca me lo pudo precisar, pero calculo que dadas las comunicaciones de la época pudieron ser un par de meses, la familia recibe carta de Benjamín desde Cuba, comunicando que se encontraba bien, que tenía trabajo y su nueva dirección postal, a fin de seguir comunicándose con ellos. La historia completa la conocerían muchos años después a su regreso.

Pero el relato de este personaje no acaba aquí, ya que en torno al año 1984 la suerte nuevamente le acompaña, porque Benjamín salvó la vida milagrosamente junto a su esposa, pues tras unas fuertes lluvias se le cayó el tejado de su casa encima mientras dormían, con el simple resultado de magulladuras y alguna que otra contusión, junto al tremendo susto. Casi, casi, lo que no pudo el Valbanera lo consiguen las inclemencias del tiempo.

*Abogado y periodista