Sentarse a comer con vistas a un viñedo, mientras las aguas del Atlántico se pierden por la línea del horizonte, no tiene precio, y más aún cuando va cayendo la tarde (será cosa del romanticismo). No se trata de una acuarela de carácter costumbrista, tampoco de una postal antigua, de esas coloreadas, ni siquiera de una foto fija de las que se suben a redes sociales, filtros incluidos; este lugar tiene nombre y además es real: Arrocería Gurea -nuestro en euskera- en el municipio tinerfeño de El Sauzal.

El restaurante habita en una soberbia casona canaria, que cuenta con una bodega anexa, y luce orgullosa el blanco impoluto de sus fachadas, los tonos marrón de las maderas, la neutralidad de la piedra y el rojo oscuro de la cubierta de los tejados, asomando una imponente silueta que es apreciable ya desde la distancia, cuando se enfila por el Camino del Salto del Gato, entre un paisaje dominado por tierras de cultivos que reivindican el valor –acaso la nostalgia– de un fértil pasado rural.

Tras la vendimia, la viña ahora está dormida, se encuentra en fase de reposo, nutriéndose a la espera de que llegue el tiempo de la poda, el inicio de un nuevo ciclo vital. 

El equipo de Gurea no descansa. Con Richard Etherington en cocina, chef de origen escocés pero canario de adopción –no en vano lleva ya una treintena de años afincado en la Isla, donde ya ha dejado sobrados detalles de su enorme profesionalidad, ya sea en cocinas de hoteles o en restaurantes míticos como Los Olivos, deleitando los paladares tanto de tinerfeños como de foráneos– , acompañado de Lucas, un italiano de raíz y de espíritu lírico, forman un tándem perfecto que aviva los fogones, prepara los sabrosos fondos, corta las carnes, agita salsas... La finca propia provee un producto de calidad, ya sean huevos camperos -de gallinas que engordan picoteando los sobrantes-, hortalizas o frutas.

La combinación perfecta se traduce en el servicio de sala, con la presencia de un sumiller de la categoría de Juan Carlos Morín –escoltado por Elena–, un profesional de amplia y reconocida experiencia, con un sólido bagaje, capaz de destilar ese dominio natural que transmite a los clientes el preciso grado de confianza y hospitalidad, la misse en place. El resultado de esta ecuación traduce cualquier comida en una plácida y agradable experiencia, con una propuesta donde si bien los arroces se elevan como los grandes protagonistas, también desde su condición de plato popular son capaces de convivir con otros, ya sean entrantes, carnes, pescados y hasta postres.

El prólogo, un agasajo en forma de una pasta de garbanzos con pimentón, un clásico humus, y almogrote elaborado en la casa, bien logrados y fáciles de untar. El capítulo de entrantes tiene naturaleza de picoteo y se recita con cierta velocidad, se paladea: croquetas caseras, medallones de foie, tabla de surtido de quesos canarios, ensaladilla de papas con tartar de salmón ahumado, lomos de anhoas, ensaladas...

La sorpresa tiene nombre de zamburiñas, chisporroteantes y sencillas, en su misma concha y a la plancha con una suave mantequilla de limón, cautivadoras a la vista y sabrosas; no precisan nada más. En boca se deshacen literalmente, casi resbalan.

A sorbos de un Erebo, tinto de uva mencía, llega un arroz seco compuesto con ingredientes de calidad: alcachofas, producto de temporada, y trozos de presa. El grano en su punto, suelto y acompañado por esa sensación tan especial de raspar el fondo y atrapar el mágico socarrat. La gama es casi infinita: de gambones, bacalao y mejillones; carrilleras, habichuelas, portobellos y pimientos asados; negro, de chipirones; del señorito, de verduras del país y también de bogavante, combinaciones de sabores que se amplían al capítulo de los arroces melosos y también a las fideuás.

Perto, además, Richard y Lucas dan salida desde la cocina a la cocina del mar: tortilla de bacalao con huevos de gallinas camperas; rejo de pulpo a la brasa u un lomo de bacalao sobre cremosos de espátagos. Y de la tierra, unas tiernas carrileras de cerdo al vino tinto; medallones de cerdo envueltos en panceta; vaca gallega madurada... ¡Ahh!, y resulta inexcusable probar la tarta de queso, esa que se gana mil y un elogios.

Gurea va a la grano: arroces y más.

(Arrocería Gurea, Camino Salto del Gato, 61, El Sauzal, Tenerife; horario, lunes de 12:30 a 16:30; martes y miércoles, cerrado: jueves de 12:30 a 16:30; viernes y sábado, de 12:30 a 16:30 y de 20:00 a 23:00; domingos, de 11:00 a 16:30; tfno.: 628 80 62 74).