Caso Koldo

La estela de los Garnica de Banesto en la finca de las mascarillas de Salorino

Juan Carlos Cueto compró los terrenos del banquero vinculados a la trama Koldo, asesor del exministro Ábalos

Entrada a la finca 'El Corcho' de Salorino.

Entrada a la finca 'El Corcho' de Salorino. / JORGE VALIENTE

Ángel García Collado

Pablo Garnica, antiguo presidente del Banco Español de Crédito (Banesto), fue el propietario de la finca extremeña en la que la 'trama Koldo' invirtió dinero. En plena Sierra de San Pedro, en Cáceres, Garnica tenía miles de hectáreas de terreno. A su muerte, en el año 2002, la herencia fue distribuida entre los 13 hijos que tuvo con María Rodríguez Pombo. "Cada uno de sus descendientes hizo lo que consideró oportuno con su patrimonio, y uno de ellos puso en venta la finca", indican los vecinos. Fue de esta manera como Juan Carlos Cueto, a través de la sociedad Alcotán SL, se hizo con unos terrenos en los que se encuentra el conocido ‘Torrico de San Pedro’, uno de los lugares más visitados de la zona.

Garnica llegó a la entidad bancaria en 1932, mismo año en el que su padre llegó a la presidencia. Veinte años después, fue nombrado director general. Ya en 1983 le designaron presidente, cargo que se vio obligado a dejar cinco años después en medio de una grave crisis.

Los pasados 20 y 21 de febrero, el Juzgado de Instrucción número 2 autorizó a la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil el registro de las fincas de Cueto en la localidad de Salorino por un presunto delito de pertenencia a organización criminal, blanqueo de capitales, cohecho y delito de tráfico de influencias en el caso ‘Koldo’, que investiga la adjudicación irregular de contratos de venta de mascarillas por 54 millones de euros. Koldo García fue asesor del exministro de Transportes José Luis Ábalos y tenía a Juan Carlos Cueto como supuesto corruptor en la trama. En el auto emitido, el interés por investigar estos terrenos residía en que "Cueto daba instrucciones de que se trasladase a su finca de Cáceres el mobiliario y objetos que guardaba en su residencia habitual". El escrito hablaba de tres parcelas, dos de ellas en esta finca: una en la que se encuentra su residencia "esporádica", donde está el cortijo; y otra en la que se puede encontrar la casa de los invitados. La tercera es conocida como la finca ‘La Bellota’. Sin embargo, vecinos de Salorino aseguran: "Nunca hemos escuchado hablar de ese campo".

Sobre la finca

La entrada de la finca ‘El Corcho’ está situada en un camino vecinal entre las localidades de Salorino y Herreruela. En el cortijo, lugar en el que residen los propietarios cuando visitan la finca, una trabajadora a la que contratan de forma esporádica para dar apoyo a los cuatro empleados en las labores domésticas, explica que se trata de un complejo "no muy grande comparado con las casas que suele tener la gente adinerada en los campos, solo cuatro habitaciones". También construyeron recientemente un segundo recinto que sirve como ‘salón de caza’ y tiene tres chimeneas. "Me llamó la atención que, nada más entrar, tienen alfombras gigantes hechas con pelaje de osos pardos. También había leopardos en vitrinas. Debe haber estado cazando en África en varias ocasiones", cuenta.

Actividades principales

La actividad cinegética y la gestión forestal a través del descorche de alcornoques son las principales funciones que se realizan en la finca. Vecinos de la localidad señalan que «han llegado a cobrar 6.000 euros por un puesto de montería”, aunque no saben si esta tarifa es habitual.

A los alcornoques se les saca el corcho cada diez años y la venta se realiza por quintales (46 kilos). El precio suele ser elevado, aunque varía cada año. El promedio está entre los 80 y los 120 euros por quintal.

Según indica el cartel situado en la entrada de la finca, ‘El Corcho’ tiene la etiqueta de calidad Wildlife Estates. Esta marca se creó en 2007 para reconocer y premiar la gestión sostenible del medio ambiente en aquellos territorios en los que es una prioridad la conservación y el fomento de la biodiversidad. En España tan solo 67 territorios se han incorporado a esta red europea y representan más de 260.000 hectáreas. Para lograr esta vitola, es necesario firmar una carta del proyecto y superar una evaluación, que tiene un coste de 550 euros.

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