Golpe de Estado en Níger

El golpe de Estado en Níger acentúa la pérdida de influencia francesa en África

Después de los cambios de régimen en Mali en 2020 y Burkina Faso en 2022, una historia parecida se repite

Archivo - Un grupo de militares de la Gendarmería de Níger.

Archivo - Un grupo de militares de la Gendarmería de Níger. / David Zorrakino - Europa Press - Archivo

Enric Bonet

El riesgo de un efecto dominó. Las autoridades de Francia viven con un evidente sentimiento de déjà vu el golpe de Estado en Níger. Después de los cambios de régimen en Mali en 2020 y Burkina Faso en 2022, una historia parecida se repite en otro país del Sahel. La llegada al poder de la nueva junta militar en Niamey amenaza con otra retirada forzada de la presencia militar gala en esta inestable zona del norte de África. Supondría un duro golpe para la declinante influencia de Francia en el continente africano. 

La retórica antifrancesa, resultante de una mezcla del resentimiento por el pasado colonial, el fracaso de la operación Barkhane para estabilizar la zona y del oportunismo por parte de las autoridades castrenses, es utilizada como carburante para legitimar el golpe de Estado. Imágenes parecidas a las del año pasado en Burkina Faso se han reproducido en Níger. Así ha sucedido con manifestaciones contra la embajada de Francia, con eslóganes contra el presidente Emmanuel Macron tachándolo de "mentiroso" y con manifestantes ondeando banderas rusas. Esta hostilidad entre París y Niamey se acentuó esta semana: las nuevas autoridades acusaron a la expotencia colonial de violar su espacio aéreo —cerrado desde el domingo— y "liberar a terroristas" con el supuesto objetivo de desestabilizar al régimen.

País africano con mayor presencia militar francesa

Un nubarrón de incertidumbre cubre el futuro de Níger. La Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) prioriza la vía diplomática para devolver el poder al presidente depuesto, Mohamed Bazoum, pero no descarta una intervención militar. En el caso de que se consolidara el Ejecutivo golpista, supondría todo un revés para Francia. De hecho, amenazaría la presencia en territorio nigerino de 1.500 soldados franceses, desplegados en el marco de las operaciones antiyihadistas Serval Barkhane, iniciadas en 2013. También debilitaría los vínculos económicos con un país que aporta a Europa el 25% de las importaciones de uranio, un mineral imprescindible para el sector nuclear. 

Tras las retiradas forzadas de Mali y Burkina Faso, Macron había elegido a Níger como un territorio clave en la reorganización de la presencia militar francesa en el Sahel. Pero el golpe de Estado del 26 de julio le cogió con el pie cambiado. Junto con Yibuti, es el país africano con un mayor número de tropas francesas (5.650 en todo el continente). A pesar de que la junta en Niamey no ha pedido oficialmente que se vayan, sí que denunció la semana pasada "los acuerdos de cooperación en el ámbito de la seguridad y la defensa" con París.

"No puedo dejar que digan que la operación Barkhane ha sido un fracaso", declaró recientemente el ministro de Defensa, Sébastien Lecornu, ante las críticas en los países africanos, pero también en Francia, por los escasos resultados de su intervención militar en el Sahel. Aunque con esta operación se han abatido a unos 3.000 yihadistas y numerosos dirigentes de las ramas locales del Estado Islámico y Al Qaeda, la presencia de estos grupos en la zona continúa siendo igual de importante que hace una década. 

Un creciente sentimiento antifrancés

La intervención militar gala durante prácticamente una década ha alimentado la hostilidad contra la antigua potencia colonial, así como otros actores occidentales presentes en Níger, como Estados Unidos o la Unión Europea. Según un informe reciente del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI), "estos discursos ya no se limitan, como sucedía en el pasado, a las élites intelectuales, sino que han penetrado con fuerza entre las categorías populares".

"Hay una geometría variable en las condenas por parte de Francia de los golpes de Estado en la región. Si los militares en Níger hubieran depuesto al presidente, pero hubieran mantenido los vínculos con París, seguramente la condena por parte de las autoridades francesas no hubiera sido tan firme. Macron asegura que la Franciáfrica se ha terminado, pero con su comportamiento en Níger o Chad —allí apoyó un golpe de Estado— reproduce los mismos mecanismos neocoloniales", explica en declaraciones a El Periódico, de Prensa Ibérica, el historiador Amzat Boukari-Yabaria.

Según este militante panafricanista, el fracaso de las políticas de ayuda y cooperación económica —no han servido para que Níger deje de ser uno de los países más pobres del mundo— y la dura gestión migratoria —la UE convirtió a este país en un actor clave en su externalización de las fronteras, sin que esto facilite la concesión de visados— también han favorecido este sentimiento antifrancés. No obstante, Boukari-Yabaria considera que esta sucesión de golpes de Estado en el Sahel se debe, sobre todo, al "haber apostado por la militarización como la única solución a los problemas en la región". "Resultará muy complicado para Francia continuar en la zona si no cambia su manera de relacionarse con estos países", sostiene este experto.