Aniversario

Disney, un centenario entre turbulencias: de la guerra del 'streaming' a los derechos de Mickey Mouse

El segundo mayor conglomerado mediático del mundo encara desafíos en diferentes frentes

La entrada a Walt Disney Studios en Burbank (California, EEUU).

La entrada a Walt Disney Studios en Burbank (California, EEUU). / Shutterstock

Idoya Noain

Una guerra abierta en los tribunales con un gobernador que le ha quitado poder y privilegios y que pone los focos constantemente en algo que es para la empresa como la kriptonita: polarizante controversia, y para colmo, de trasfondo ideológico. Un plan de ajuste en marcha que, para recortar de aquí y de allá 5.500 millones de dólares, incluye 7.000 despidos, más del 3% de la plantilla global. Sangría de suscriptores en su servicio de 'streaming' en Asia, porque el críquet también mueve montañas. Huelga doble de guionistas y actores que sacude a una industria audiovisual ya alterada. Y a la vuelta de la esquina el horizonte de perder los derechos de autor sobre la primera encarnación de Mickey Mouse.

La lista de los retos que enfrenta Disney (oficialmente The Walt Disney Company) ni siquiera es exhaustiva. Pero da una idea de una tarjeta de felicitación que llega bastante más llena de realidad que de sueños y fantasía para marcar el 100 cumpleaños del imperio, cuya primera piedra puso el 16 de octubre de 1923 Walt Disney, cuando a los 21 años abrió con su hermano Roy su estudio de animación en California.

Desde entonces Disney ha ido creciendo y diversificándose hasta consolidarse como el segundo mayor conglomerado mediático del mundo, un entramado con un valor de mercado de 183.000 millones de dólares que factura 84.000 al año, de los que 3.300 representan beneficios. Y para Bob Iger, el consejero delegado que el año pasado volvió a coger un timón donde seguirá por lo menos hasta finales de 2026, no debe ser fácil manejar este mastodonte que actualmente se divide en tres áreas: negocios de cine y televisión, que incluyen siete estudios de cine y televisiones como ABC para las que realiza 150 programas; las ofertas deportivas de ESPN y la unidad de "parques, experiencias y productos", donde se reúnen (y a lista tampoco es exhaustiva) 12 parques temáticos, decenas de resorts, una línea de cruceros con cinco barcos y un par de negocios de tours de aventuras, así como el mayor negocio de licencias del mundo y una de las mayores editoriales infantiles.

"Parte de la sociedad"

En su 100 cumpleaños, Disney es más que números. Después de haberse erigido en actor indiscutible de poder como mayor exportador global de la versión idílica del 'American way of life' que hace tiempo que hace aguas sigue ahí, alzado como emblema del capitalismo (y del imperalismo) cultural. Y también pervive como "un símbolo que tiene significado para muchas sociedades", según asegura en una entrevista telefónica desde Francia Alexander Bohas, profesor en la Escuela de Gestión de Negocios EESCA y autor del libro 'La economía política de Disney'. "Es parte de la sociedad, lo queramos o no".

La segmentación de esas sociedades, y la polarización disparada en Estados Unidos, enmarcan algunas de las turbulencias que atraviesa el centenario Disney, que han dejado casi en un juego de niños controversias de antaño. Porque durante décadas fue una empresa especialmente cuestionada desde el ámbito progresista, desde por su proselitismo del consumismo desaforado que borró las fronteras entre espectador y comprador hasta como motor de las fuerzas de homogeneización o por su visión saneada y pueril de la vida, los estereotipos y mensajes que enviaba en cuestiones como el género o su falta de diversidad (los parques no tuvieron empleados negros hasta 1963 y no hizo a una princesa negra protagonista en sus películas hasta 2009). Pero conforme se iba modernizando, en lo empresarial o en contenido, fue el mundo conservador el que se lanzó al ataque.

En la era de Michael Esiner (de 1984 a 2005) ya empezaron a llover críticas desde esos sectores conservadores por lo que veían como excesos de corrección política, "degeneración moral" y "promoción de la homosexualidad" o de "agendas eco-feministas que devalúan valores familiares". Y ahora que la derecha estadounidense se ha sumido en una cruzada contra todo lo que denostan como 'woke', la batalla es guerra, abanderada especialmente por el gobernador de Florida y aspirante presidencial republicano Ron DeSantis, que represalió a la compañía por haber cuestionado (tras reticencias y finalmente de forma leve) su ley conocida como "no digas gay" y, al retirarle el estatus especial fiscal que tenía en el estado, ha dado pie a la lucha en los tribunales.

En 2019 el profesor de economía de la Universidad de UCLA Fred Zimmerman subrayaba en la BBC que "las películas de Disney casi siempre presentan una batalla entre el bien y el mal" y aseguraba que “uno no puede evitar preguntarse si esta visión 'disneyficada' del mundo como batalla entre buenos y malos es una pieza de los problemas actuales de polarización y exclusión social". Pero sea como sea, el combate amenaza con arrastrar a Disney por el barro de una campaña presidencial y ya pasa factura.

Reputación tocada y retos económicos

Cuando grupos conservadores acudieron recientemente a protestar a uno de los parques un ejecutivo mandó un mensaje en el que decía: "¡Oh dios mío!. Mickey es tendencia junto a esvásticas". Y en una encuesta reciente sobre reputación de Axios/Harris la casa del ratón, que hasta 2021 era prácticamente neutra en términos de polarización, ahora es la quinta que más divide a los estadounidenses. Disney ha bajado al puesto 77 desde el siete que ocupaba hace seis años. Y lo que más ha caído, según explicó el director del sondeo, es "su valor intangible, la percepción de confianza ética y su crecimiento", es decir, la medida de la relevancia y el potencial de futuro en los encuestados ven para Disney en sus vidas. No le va a faltar trabajo a Asaz Ayad, el hombre al que Iger ha nombrado primer consejero de marca, encargado de "dirigir y elevarla la marca globalmente".

Las turbulencias en lo económico tampoco son terreno desconocido para Disney, que ya atravesó una crisis financiera en los años 80 pero luego vivió una era de renacimiento. La adquisición conforme empezaba a avanzar el siglo XXI de Pixar, Marvel y Lucasfilm, y la entrada en el mundo del 'streaming' con Disney+, han hecho que en opinión de Bohas haya "renovado su fibra creativa". Y el economista también cree que "ha sido el gran estudio que más ha sido capaz de sacar ventaja de la última década".

Pero renquea la televisión, que ha sido su motor de ingresos de 30 años, por los cambios de hábitos de los usuarios, el aumento de los costes y la debilidad de la publicidad. Los resultados de algunos títulos recientes como 'Elemental' o la última entrega de Indiana Jones han quedado muy lejos de las expectativas. Reveses como la pérdida de los derechos de críquet han golpeado a las suscripciones en Asia a Disney+, que globalmente sigue perdiendo dinero. Y las subidas de precios en los parques que aprobó antes de ser relevado por Iger Bob Chapek han contribuido a un descenso en asistencia.

El primer Mickey Mouse, de dominio público

A finales de año, además, el primer Mickey Mouse animado pasará a ser de dominio público. 'Steamboat Willie', el corto con sonido de menos de ocho minutos que en 1928 presentó al mundo la primera versión del ratón diseñado y animado por Ub Iwerks, (en blanco y negro, de cola larga, sin pupilas y sin guantes) pierde el copyright. Y aunque el personaje que ha llegado a hacerse más famoso que Santa Claus seguirá protegido por la marca registrada y agresiva y celosamente defendido por el ejército de abogados de Disney, lo sucedido con Winnie de Pooh, que también quedó libre de copyright y se usó en una película de slasher, seguro que provoca pesadillas a más de un ejecutivo.

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