Sector servicios | La clave contra la ‘turismofobia’

La asignatura pendiente del turismo en Canarias: repartir mejor la renta entre los isleños

Expertos y economistas ven margen para subir sueldos

El Ejecutivo de Fernando Clavijo tiene las alternativas de la ecotasa o el IGIC

Mayor desarrollo turístico no implica menor calidad del empleo

Turistas y residentes disfrutando de un día soleado en Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria.

Turistas y residentes disfrutando de un día soleado en Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria. / Andrés Cruz

Facilitar a la población local el acceso a la vivienda; limitar las compras de pisos y casas por extranjeros; implantar una suerte de ecotasa; proteger más y mejor los espacios naturales; y acelerar el ritmo hacia la plena sostenibilidad del destino, incluida la sostenibilidad sociolaboral. Son, grosso modo, las demandas bajo las que el próximo día 20 discurrirán las manifestaciones contra el modelo turístico de Canarias. Cuando menos las demandas racionales, ya que entre las peticiones se han colado exigencias inatendibles como la de paralizar proyectos hoteleros en marcha –un imposible jurídico– o la de cambiar el sistema productivo, como si tal cosa dependiera de que alguien o algo decidiera de un día para otro que hay que cambiar. Sea como sea, lo cierto es que todas esas demandas que se enarbolarán el próximo fin de semana comparten un mismo sustrato: la potencia turística canaria, la envidia del resto de destinos europeos por su liderazgo indiscutible en los meses de invierno, no es capaz de redistribuir la renta que genera de forma equitativa, o al menos de forma más equitativa. Dicho de otro modo: la riqueza que el turismo deja en las Islas no riega los bolsillos de los canarios en la medida en que podría. Porque podría. No es la opinión ni del presidente del Gobierno regional, Fernando Clavijo, que viene insistiéndoles a los empresarios en la necesidad de subir sueldos, ni la de ningún sindicato o asociación de trabajadores. Así lo consideran, por ejemplo, Santiago Melián, catedrático de Organización de Empresas y profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (Ulpgc), y José Luis Rivero Ceballos, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna (ULL). Ambos sostienen que «hay margen de mejora» en los salarios y en la calidad del empleo en la primera industria del Archipiélago.

El propio Clavijo ha advertido que la manifestación del día 20, que se prevé multitudinaria, brinda la ocasión de repensar determinadas cuestiones sobre el motor de la economía isleña. El problema, sin embargo, es que las posiciones maximalistas, los intereses políticos y las medias verdades para movilizar a la ciudadanía amenazan con echar por tierra esa oportunidad. Así que conviene tener presentes las certezas, todas, por más que en ocasiones parezcan irreconciliables entre sí. Canarias le debe al turismo el extraordinario proceso de crecimiento socioeconómico experimentado, por supuesto con altibajos, desde la década de los setenta del siglo XX. «Ha sacado a las Islas de la pobreza», recuerda Rivero Ceballos. Basta con mirar por el retrovisor y comprobar lo que eran Lanzarote y Fuerteventura en aquellas etapas preturismo, cuando se sucedieron los monocultivos de la caña de azúcar, la vid o, en menor medida, el plátano y el tomate. Porque las islas, las pequeñas economías insulares, tienden a especializarse, y el Archipiélago ha tenido la suerte de poder especializarse en el sector turístico –las hay que se han especializado en ser paraísos fiscales, por ejemplo–. Pero esta bendición, fruto de un azar de sol, playa y cálidas temperaturas, en modo alguno puede empañar otra certeza: el turismo, cuando menos en Canarias, tiene un problema de redistribución de renta. Está fracasando en una de sus metas: hacer más ricos y felices a los habitantes del destino.

La calidad del empleo también puede ganarse con mejores repartos de turnos y cargas

El catedrático de Economía Aplicada de la ULL explica que, efectivamente, la Comunidad Autónoma tiene mayores niveles de concentración de renta y de riqueza. Hay, por tanto, un «problema de distribución» o de redistribución que no solo es individual, sino también «espacial». La prueba es que Lanzarote y Fuerteventura, precisamente las islas más turísticas, «van por delante» del resto del Archipiélago en términos de PIB per cápita, y hasta muy por delante en comparación con la renta de palmeros, gomeros y herreños.

‘Es la economía, estúpido’

Y resulta que para bien o para mal, lo que llevará a la manifestación del día 20 a miles de canarios, lo que en realidad cruza en diagonal todas las demandas y exigencias ciudadanas –otra cosa son las de los grupos o colectivos independentistas, revestidos o no de ecologismo, que aprovecharán la discusión turística para arrimar el ascua a su sardina–, son las dificultades para llegar a fin de mes. El sueldo, el salario, el malestar laboral. Lo resume aquella célebre frase que popularizaron los demócratas en Estados Unidos, allá por 1992, en la contienda prelectoral entre Bill Clinton y George Bush padre: es la economía, estúpido. El PIB o renta per cápita no es un indicador infalible, y, sin embargo, es infalible en algo: cuanto más alto sea, mayores serán la calidad del empleo y la calidad de vida en la región o el país de que se trate. Pues bien, el PIB per cápita en el Archipiélago es de 22.303 euros, lo que no llega ni al 80% de la media española. Por cada cien euros que el español medio tiene en el bolsillo, el canario medio tiene 79 euros con 20 céntimos. Si en vez de esos 22.303 euros, la renta media de los isleños fuera de 35.832 euros –la de los vascos–, ¿se barruntaría hoy una manifestación tan multitudinaria como la que se prevé para el próximo sábado? ¿Habría manifestación?

La cuestión central es, por tanto, la mejor redistribución de la riqueza, y el camino más corto para conseguirla, y de paso para atajar cualquier brote de turismofobia, es mejorar la calidad del empleo y los sueldos. Mejorar el bienestar de los trabajadores, las familias y la población local. Y no: en modo alguno la especialización en la actividad turística supone un obstáculo extra para conseguirlo. «Un mayor desarrollo turístico no implica un empleo de menor calidad», subraya Santiago Melián.

País Vasco no solo tiene salarios más altos por la industria, sino por el engranaje institucional-laboral

Y no es una mera opinión. El catedrático y profesor de la Ulpgc es coautor de un trabajo de investigación en el que se concluye justamente eso, es decir, que el hecho de que haya más o menos turismo en una región cualquiera –y analizaron, ojo, dos centenares de destinos– no determina la calidad de su mercado laboral. Sí es verdad que el sector turístico, en lo relacionado con la mano de obra, presenta ventajas y desventajas comparativas con otras actividades. Entre las primeras está su capacidad para dar trabajo a muchas personas, una «evidencia robusta» de la que dan fe los récords de ocupados y afiliados a la Seguridad Social que vienen registrándose en el Archipiélago, y también su fortaleza para tirar de otros sectores: los transportes, la restauración, el comercio... Y entre las desventajas se encuentra la menor calidad que caracteriza el trabajo, es cierto, en actividades como la hotelera o la misma restauración –siempre, por supuesto, en términos generales–. Pero esto es una cosa, y otra distinta es que esa sea la tónica general del mercado laboral. «El empleo turístico suele presentar menos calidad en determinados ámbitos, pero si nos vamos a las regiones, vemos que la calidad del empleo, en general, no depende de que haya más o menos turismo», insiste el catedrático. ¿Y por qué un mayor peso de la industria turística no es per se un factor determinante de la calidad del mercado de trabajo? Pues por esa capacidad para tirar con fuerza de sectores de mayor valor agregado bruto –lo que en cierta forma compensa el menor valor añadido de la hostelería– y, sobre todo, por la vertiente institucional.

Es en esto último en lo que se detiene el profesor de la Ulpgc. Sea cual sea la actividad económica predominante, hay una relación directa y positiva entre la calidad del diálogo laboral e institucional y la calidad del empleo. Cuanto más engrasadas estén las relaciones entre patronal y sindicatos, y entre estos y la Administración pública, mayores serán los salarios y menores la temporalidad y la parcialidad. «Y los datos sugieren que es aquí donde hay margen de mejora», apunta Melián, que aclara que si los sueldos son más altos en el industrial País Vasco no es tanto por ese mayor peso del sector secundario como por el hecho de disfrutar de un marco institucional y relacional, en definitiva de un diálogo social, mucho más arraigado e implicado.

La mejora del marco sociolaboral se antoja así el camino más rápido hacia la mejor redistribución de la riqueza turística. «Ir a una revisión de los convenios colectivos para mejorar las condiciones de trabajo», lo que no siempre es sinónimo de subidas de sueldo, aclara Rivero Ceballos. Ahí están también cuestiones como la distribución de las jornadas, los turnos, las cargas... Hay, eso sí, una alternativa, y esta depende del Gobierno canario. ¿Cuál? La vía fiscal. ¿Y cómo? Pues o bien con la tasa turística o ecotasa, esto es, mediante el cobro al visitante de un extra por la estancia o por subir al Teide, por ejemplo; o bien, agrega el catedrático, «actuando sobre el IGIC», sobre el Impuesto General Indirecto Canario, lo que en la práctica se traduciría en un tipo especial, más elevado, para arañar así más recaudación desde el negocio turístico y emplearla en beneficio de la sociedad y la población locales. Ambas son fórmulas para una mayor y mejor redistribución de la renta, una directa, vía salarios, y otra indirecta, vía tributos.

Los obstáculos en la senda hacia la diversificación

La tan ansiada diversificación económica no es cuestión de voluntad, y así lo demuestran los muchos años, décadas, que la han convertido en una meta nunca alcanzada. Pero debe seguir siendo un objetivo, el objetivo. No porque el sector turístico sea ni malo ni peor –los visitantes molestan y las grandes fábricas manchan–, sino porque conviene reducir la dependencia dentro de lo racional. Y la diferencia entre lo racional y lo irracional es la misma que hay entre apostar por la introducción de nuevas actividades de mayor valor añadido –se avanza con paso firme en el audiovisual y los videojuegos– y el discurso anti que obvia que Canarias, y con ella miles de trabajadores, no tiene alternativa, no hoy, a la especialización en el turismo.

El caso es que la diversificación se ralentiza, como poco, por los obstáculos que sufren muchas empresas no turísticas en su implantación, lo que a su vez está relacionado con las deficiencias en el planeamiento. Lo explica el presidente de la Zona Especial Canaria (ZEC), el economista Pablo Hernández, que ve en su día a día cómo muchas firmas interesadas en venirse o establecerse aquí se las ven y se las desean para encontrar grandes locales o edificios de oficinas. | M. Á. Montero

Planificar y ganar peso en la cadena de valor turística

La cuestión de la renta o riqueza turística no solo está en la redistribución, sino también en la cantidad. El catedrático José Luis Rivero Ceballos precisa que es necesario «fortalecer» la actividad económica local, porque en estos momentos, y en general, «negociamos desde una posición de debilidad». Ocurre que los centros de decisión no están en las Islas, ya sea porque el hotel depende del turoperador de turno o porque forma parte de una cadena o grupo empresarial con sede en otra Comunidad Autónoma, con lo que será en esta donde se tomen las decisiones. Por eso los hoteles y empresas isleñas deben «ganar en independencia», desligarse poco a poco del turoperador y, en términos gruesos, venderse por sí mismos, apunta el presidente de la ZEC, Pablo Hernández.

En cuanto a la vivienda y la congestión de las carreteras, la raíz del problema está más en la deficiente o directamente inexistente planificación que en el peso del turismo. No es posible limitar las compras de casas por extranjeros –lo impide Bruselas– pero sí fue posible promover vivienda pública en aquellos años en los que no se levantó ni una sola. Y en cuanto al transporte, Rosa Marina González, catedrática de Fundamentos del Análisis Económico de la ULL, es tajante: «El problema es que no ha habido una gestión de la movilidad, dígase del turismo o del transporte público». | M.Á.M.

Suscríbete para seguir leyendo