Industria pesquera

El veto a la pesca de arrastre tendría un coste ambiental en tierra

Un nuevo estudio alerta que sustituir la pesca de fondo por alimentos cultivados en tierra agravaría el impacto ambiental al impulsar el uso de agua dulce, antibióticos o pesticidas

Media docena de arrastreros vigueses descansan en el muelle de Beiramar de Vigo tras haber realizado su última campaña.

Media docena de arrastreros vigueses descansan en el muelle de Beiramar de Vigo tras haber realizado su última campaña. / MARTA G. BREA

Jorge Garnelo

El ICES Journal of Marine Science es una revista científica especializada en temas de oceanografía y biología marina. Es publicada por Oxford University Press en nombre del Consejo Internacional para la Exploración del Mar (International Council for the Exploration of the Sea) y en ella se ha plasmado la firma de un gran número de prestigiosos expertos. Uno de ellos es Ray Hilborn, que acaba de publicar junto a su equipo un estudio que analiza los efectos que tendría a nivel medioambiental sustituir la pesca de arrastre de fondo por alimentos elaborados en tierra, como los vegetales o las proteínas cárnicas. La investigación sugiere que, si bien la prohibición de este arte disminuiría los impactos marinos, “en realidad aumentaría los impactos ambientales globales negativos”, puesto que los alimentos capturados por las redes serían reemplazados por otros productos que necesitan enormes cantidades de agua dulce, antibióticos, pesticidas o fertilizantes para ser cultivados.

“La pesca de arrastre de fondo es un método de producción de alimentos que tiene impactos ambientales. Sin embargo, los impactos de la pesca de arrastre están muy por debajo de la mayoría de los alimentos de origen animal como el ganado”, dicen los autores en el informe, recordando que los daños que causaba esta actividad se han reducido a lo largo del presente siglo.

Entre esa mejoras, destacan que se ha logrado mantener a las poblaciones a salvo, con bajas tasas de mortalidad por pesca; erradicar “la carrera por pescar” a través de la constitución de pesquerías cooperativas; establecer límites de captura incidental a fin de evitarla; modificar la técnica de las artes de pesca para reducir o eliminar el contacto con el fondo; aprovechar las especies de menor valor y así contribuir a paliar su descarte masivo; y reducir los subsidios a aquellos carburantes que promueven la pesca ineficiente e incrementan las emisiones de CO2.

Este análisis, que admite que no parece existir alternativa viable económicamente a la pesca de arrastre de fondo para capturar volúmenes grandes de peces planos, pone en valor además que 83 pesquerías de arrastre de fondo que representan 252 combinaciones de especies capturadas con arrastre de fondo han sido certificadas como sostenibles por el Marine Stewardship Council (MSC). La mayor parte en Europa (122), pero también en Estados Unidos (63), Canadá (19), Australia (15), Chile y Nueva Zelanda (12), África (cinco) y Argentina (dos).

“La evidencia es que las pesquerías de arrastre de fondo pueden gestionarse bien y considerarse sostenibles, pero muchas pesquerías que utilizan artes de arrastre de fondo necesitan mejorar su desempeño para cumplir con los estándares actuales”, añaden a renglón seguido los autores, que citan entre los alimentos con mayores impactos a la ternera (19,2 kilogramos de dióxido de carbono por kilo de carne producida).

A este producto le sigue el salmón noruego de piscifactoría (5,5), continuado por el promedio de las pesquerías vinculadas al arrastre de fondo (4,65). No obstante, algunas pesquerías de arrastre como la de Alaska (1,17) demuestran que la pesca de fondo puede ser compatible con el medioambiente al contaminar dos e incluso tres veces menos que el pollo (2,28), el cerdo (2,92) o las hamburguesas veganas (3,5).

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