Asier Garitano, un entrenador de vocación

En sus inicios como canterano del Athletic, ya se interesaba por los conceptos tácticos y tomaba apuntes que repasaba de camino a su pueblo, Bergara, en el coche de su padre.

Asier Garitano, en su etapa en el Leganés.

Asier Garitano, en su etapa en el Leganés. / CD Leganés

Julio Ruiz

Julio Ruiz

Del nuevo entrenador del Tenerife se sabe que es vasco, que jugó en equipos de Segunda y Segunda División B, que empezó pronto su carrera en los banquillos, que subió al Leganés a Primera, que también dirigió a la Real Sociedad y al Alavés... Pero, ¿qué más hay detrás de Asier Garitano Agirrezabal?

Nació el 6 de diciembre de 1969 en Bergara, un municipio del interior de Guipúzcoa, a medio camino entre San Sebastián y Bilbao. Como en cualquier pueblo vasco, el fútbol era parte del paisaje. Y más en una comunidad en la que su representativo, la Real Sociedad, iba camino de convertirse en doble campeón de Liga, en 1981 y 1982. Esos éxitos marcaron para siempre a Asier, que ya era txuri urdin y que solía ver los partidos de su equipo en el desaparecido Atotxa. Acudía junto a su padre y con el orgullo de que uno de sus vecinos jugaba allí como local, José Agustín Aranzábal Gastelu. Creció viendo a un generación gloriosa en la que sobresalía Roberto López Ufarte, el ídolo de su niñez.

Pero a Garitano le atraía más otro deporte. Sí le gustaba el fútbol, como a sus amigos y compañeros de colegio, pero lo suyo era el frontón. De hecho, prefirió federarse como pelotari cuando se le presentó el momento de elegir. Lo cierto es que se le daba muy bien. Apuntaba maneras para ser uno de los referentes formando pareja con su colega Jokin Etxaniz.

Pero el fútbol irrumpió de repente en su vida para brindarle una oportunidad que no pudo rechazar. Fue en un torneo de verano de tantos que se celebran en el País Vasco y a los que suelen acudir ojeadores, por si acaso, por si descubren algún diamante en bruto. Asier participó en uno de ellos por el simple hecho de jugar, y salió con una oferta inimaginable. Un cazatalentos del Athletic se había acercado a la competición estival que se estaba desarrollando en el pueblo costero de Lekeitio (Vizcaya) y se fijó en un niño que apuntaba maneras como atacante. Sin pensarlo dos veces, se puso en contacto con el padre de aquel chico. De un día para otro, Asier se encontró con las puertas abiertas de Lezama, la cuna de la fértil cantera del Athletic. Él solo puso una condición, que le permitieran seguir siendo pelotari. No era algo muy habitual, pero en esa etapa de formación, el Athletic le permitió compaginar los dos deportes. La doble vida deportiva de Garitano tampoco duró mucho tiempo. Poco a poco se fue centrando en el fútbol y dejó la pelota como un hobby, una afición.

Porque su trayectoria como cachorro fue afianzando su apuesta como jugador y, sin saberlo, también como entrenador. Asier no se conformaba con ejercitarse y mejorar sus cualidades. Salía de cada sesión dándole vueltas a lo que había trabajado. Se quedaba con todos los detalles relacionados con el manejo de los técnicos. Lo hacía de manera natural. Era frecuente que aprovechara los viajes de regreso a Bergara, en el coche de su padre, para elaborar y estudiar apuntes relacionados con lo que había entrenado ese día. Le interesaba la complejidad táctica que giraba en torno a un deporte que no tardaría en ser su profesión. «En esos tiempos nos lo daban todo hecho:los horarios, las comidas, las tareas en el campo... Casi todos los compañeros hacían lo que tenían que hacer y listo, pero yo tenía la inquietud de saber por qué se hacían esas cosas, así que lo anotaba todo siendo un chaval. Además, grababa los partidos para ver cosas diferentes y analizar las situaciones. Sigo teniendo las cintas en Bergara. También grababa partidos del Madrid, del Bayern... Los que se jugaban en la Copa de Europa. Luego, a los 15 o 20 días, en lugar de ponerme una película, volvía a ver esos partidos. Estoy seguro de que de ahí saqué muchas ideas que utilizo ahora», recuerda Garitano en una entrevista a The Coaches’ Voice.

Como futbolista del Athletic solo le faltó dar el salto definitivo. Tocó techo al encadenar tres temporadas con el filial en Segunda División, de la 88/89 a la 91/92. No le llegó la oportunidad de debutar en Primera División y, con 23 años, optó por iniciar su aventura fuera de casa. «Creo que entendía bien el juego, tenía condiciones para jugar en la mediapunta, arriba o en la banda izquierda. Sabía qué tenía que hacer en cada puesto. Técnicamente era bastante bueno. A balón parado golpeaba bien. Pero me faltaba algo de mentalidad. Es lo que me hizo falta para poder llegar (a Primera División), porque tuve todos los medios a mi alcance. Estuve en un sitio increíblemente bueno como Lezama, donde me lo enseñaron todo. Ysi no me dio para llegar, fue porque no valía o porque no pude hacerlo», reconoce Garitano.

Tras su salida del Athletic, primero se quedó cerca, en el Eibar, pero luego pasó por el Cartagena, el Cádiz, volvió a Ipurua, continuó en el Gavá, reforzó al Racing de Ferrol, jugó tres campañas en el Burgos y acabó en el Alicante y en el Benidorm, casi siempre en Segunda B pero también en Segunda e incluso en Tercera. En esos tiempos ya tenía claro que iba a ser entrenador. Es más, casi no le dio tiempo de sentirse exjugador. De un día para otro pasó de colgar las botas a unirse al cuadro técnico del Alicante, comandado por José Bordalás, que había sido su míster en ese mismo club en la 2001/02.

Esa fue otra para crucial en su carrera, no solo porque pudo empezar a poner en práctica los conocimientos que había ido adquiriendo, sino por su decisión de fijar su residencia en Alicante.

En esa etapa embrionaria, Asier probó la experiencia de ser primer entrenador cuando, de manera puntual, se puso al frente de la selección de futbolistas en paro organizada por el sindicato AFE.

Fue parte de un proceso de madurez forjado, principalmente, en un periodo de unos cinco años como segundo, situación que hizo posible que debutara como entrenador principal, como interino, para sustituir a José Carlos Granero en el Alicante. Asier se estrenó en una visita al Celta el 18 de octubre de 2008 y fue relevado, dos jornadas más tarde, por el exjugador del Tenerife Nino Lema.

En la temporada siguiente tuvo un mayor recorrido, de nuevo en Segunda División, pero en otro club, un Castellón que había apostado de entrada por el técnico tinerfeño David Amaral. Entre sus ayudantes estaba Asier, que acabó dirigiendo al conjunto albinegro en las once últimas jornadas tras los despidos de Amaral y Bartolomé Márquez. Garitano no pudo evitar el descenso a Segunda B.

A partir de ahí, su camino en solitario apenas tuvo pausas. Cogió rumbo en el Orihuela y el Alcoyano, en Segunda B, y en 2013 empezó a sentar las bases de su mayor éxito: cinco temporadas consecutivas en un Leganés al que llevó desde la categoría de bronce aPrimera y al que mantuvo en la máxima competición dos años. A continuación le llegó la oportunidad de entrenar al equipo del que era seguidor, la Real Sociedad –solo 17 partidos–. Luego, una última experiencia en Primera, en el Alavés, antes de regresar al Leganés en la segunda vuelta de la 2020/21 y las trece jornadas iniciales de la 2021/22. Garitano fue despedido a finales de octubre de 2021 tras una derrota del Leganés en Almería. Desde entonces ha estado esperando una oferta como la que le presentó el Tenerife, con el que firmó por una campaña, la 23/24.

Ya tendrá tiempo para dejar su sello, aunque no es partidario de definirse como un profesional ligado a un único estilo. «Me gustaría tener la capacidad de hacer jugar a un futbolista en un juego combinativo, posicional, directo, de presión alta o baja...», detalló en una charla en BeInSports. Porque Asier no se cierra a ningún modelo. «Me gustan todos», confiesa desde su voluntad de que sus equipos sepan «jugar diferentes partidos dentro del mismo».

En cuanto al trato con los futbolistas, en unas declaraciones a la publicación Panenka, Garitano se muestra como un jefe cercano y dialogante. «He descubierto que mis enfados duran poco tiempo: en el fútbol los enfados no ganan partidos», comenta un técnico que le dedica casi todo su tiempo a intentar que sus equipos sea cada día mejores. «Me paso las tardes preparando entrenamientos, viendo vídeos...No me da tiempo a otra cosa. Seguro que si me organizase mejor, sería diferente. Pero es lo que hay. He aprendido a vivir así, a aceptarme tal y como soy», explica en la citada revista. Además, comparte su interés por integrarse en el lugar en el que desarrolla su profesión. «Si yo sé dónde estoy, es más fácil que la gente se sienta identificada conmigo. Pero eso no solo pasa por decirlo, sino también por saber el precio de las entradas, por ir a taquilla y sacar un abono o por no cerrar las puertas en los entrenamientos a esos jubilados que vienen a vernos todos los días». Así es Asier Garitano.

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