Derbi canario

Suso: cátedra blanquiazul

Un centenar de niños escucha las vivencias del eterno capitán en una conferencia en el colegio de La Salle | Promueve la rivalidad sana, pero genuina: «Siempre quise ganar»

Suso, ayer junto a los niños del colegio La Salle San Ildefonso.

Suso, ayer junto a los niños del colegio La Salle San Ildefonso. / MARÍA PISACA

Manoj Daswani

Manoj Daswani

Son las 13:00 horas y se hace el silencio en el salón de actos. No es que vaya a hablar un profesor, pero casi. Quien toma la palabra es Suso Santana, que habla de valores y del orgullo de pertenencia a la familia blanquiazul cuando se dirige a los jóvenes y niños en alusión al derbi que viene. Para él, día de «fiesta grande».

El salón de actos del colegio La Salle San Ildefonso se llena hasta los topes. No hay un examen decisivo ni es una jornada festiva; tampoco es el día de la graduación ni hay una reunión para organizar una excursión o un viaje de fin de curso. El motivo de la alta expectación es una visita muy especial y la inminencia del derbi. También en las aulas se habla de lo que pueda acontecer hoy en el Heliodoro Rodríguez. Niños de todas las generaciones se han subido al carro del tinerfeñismo, espoleados en muchas ocasiones por la influencia de sus padres; y en otros casos, por la reciente experiencia del playoff, que tiñó la Isla (y el colegio) con los colores del Tete.

La cita es con Jesús Santana Abreu. O sea, con Suso. Va a visitarles el capitán eterno del Tenerife, ya retirado de la práctica del fútbol y ahora vinculado a labores de dirección deportiva. Ayudante antes de Juan Carlos Cordero y ahora del consejero Juan Guerrero, el de Taco no está acostumbrado a dar clase –confiesa que en sus días de estudiante estaba volcado solo en el fútbol– pero puntualiza que los estudios «son algo muy importante». El silencio casi absoluto que se produce a la una en punto (hora prevista para recibirle) es porque hay ganas de escuchar. Sed de anécdotas.

Suso va a impartir cátedra de derbi. Nadie mejor que el isleño para explicar lo que se siente ante un partido así, sus peculiaridades, el porqué de su singularidad, sus detalles y entresijos. También sus historias, claro, porque solo puede contarlas aquel que ya las ha vivido. En su caso, por más de una decena de veces. No en vano, está su nombre inscrito con letras mayúsculas en la historia de los clásicos. Le tocó competir en una época en la que eran casi siempre coincidentes en la misma categoría Tenerife y Las Palmas; hasta el punto de que, casi sin quererlo, se erigió Santana en algo así como un diablo cada vez que había derbi.

«Fueron once en total», recuerda con la precisión de un cirujano. Cuenta Suso que siempre que llegaba un clásico y estaba él en plantilla, ocurrían dos sucesos: el primero, que era el propio tacuense el que se ocupaba de insuflar a sus compañeros (a los más veteranos y a los recién llegados) la importancia capital de la cita contra Las Palmas; y el segundo, que de forma involuntaria e inopinada, la prensa grancanaria le señalaba a él. No hizo nunca declaraciones altisonantes ni tuvo gestos grandilocuentes, pero casi por inercia siempre se le apuntó. Y lo asumió con naturalidad, claro. «Mi deseo era el de ganarles», recuerda.

Con vistas al duelo de hoy, cree Santana que «serviría para maquillar» una temporada en la que los resultados no han sido los adecuados para el representativo. Y le quita trascendencia a todo lo extradeportivo, por ejemplo a las palabras de Jonathan Viera que inflamaron los ánimos en el contexto de la promoción. «No tuvo mala intención; las dijo, y se habló de ellas como se ha hablado otras veces de alguna cosa mía», indica.

Respecto a sus propias experiencias en los clásicos, destaca que «desde el lunes ya quería que empezara el partido». Y que lo peor era superar las horas previas, «porque se hacían eternas». «Intentaba ir a lo mío, aislarme de todo, no estar pendiente de nada», resume para referirse a su propia manera de concentrarse y fijar los cinco sentidos en el partido.

A preguntas de los alumnos de La Salle, Santana dice que siempre quiso «ser del Tenerife y de ningún otro equipo más». De hecho, cuando estaba en Escocia (en el Hearts) solo contaba «las horas, los minutos y los segundos para el momento de volver». El gol más bonito que anotó fue al Barça B, pero añade que «el más importante» y que el que destacaría de su largo periplo profesional «fue de penalti, contra Las Palmas».

Acaba Santana agradecido y abrumado ante tantas muestras de cariño. Afirma que se ha hecho costumbre que le llamen de colegios y equipos de cantera «para ir a hablar, pasar un rato con los niños y firmar autógrafos». Es algo que disfruta. Da ejemplo. Sienta cátedra con sus reflexiones. Y lo hace desde la absoluta modestia: «Al principio me daba cosa que me reconocieran por la calle, pero ya me he habituado», señala.

Y con vistas a lo de hoy, lo tiene claro. Apuesta a blanco y azul. Lo dice como lo siente («ganaremos») y el auditorio aplaude. «¡Su-so, Su-so!». Ha hablado un ídolo.

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Una forma diferente de pasar el día antes del gran duelo contra Las Palmas. «Estoy más nervioso que si lo jugara», admitió Suso Santana, quien se mostró «encantado» de pasar la previa del clásico en compañía de deportistas de alto nivel. El emblemático excapitán fue elegido por el colegio La Salle San Ildefonso para una jornada dedicada a otros embajadores del deporte isleño, como la surfista Laura Coviella -fue alumna de este centro santacrucero- y el jugador de baloncesto Joan Sastre, del Lenovo Tenerife. Los tres compartieron anécdotas de sus respectivas carreras de éxito y contaron la tensión que acompaña a la práctica del deporte de alto nivel. Durante largo rato, una vez acabada la charla, firmaron autógrafos y se tomaron fotos con los niños.

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