El Tenerife 2021/22 ficha centrocampistas de corte creativo. De las seis incorporaciones en este mercado, dos son volantes (Míchel y Corredera) de un corte parecido. Ambos habrían tenido difícil encaje en el fútbol de Ramis la pasada temporada. Parece claro que el entrenador matizará su idea, ahora que puede moldear la plantilla a su gusto.

La aparición de un jugador tan específico como Míchel Herrero en el panorama blanquiazul parece suficiente indicio para deducir que veremos otro Tenerife. Cabe intuir que Ramis quiere que su equipo juegue, que tenga la pelota, que sea capaz de dominar los partidos con una propuesta muy alejada de aquel repliegue indisimulado de la campaña anterior. El entrenador preparó un kit de permanencia para evitar el descenso y consiguió su propósito. Con el Heliodoro vacío, no tuvo pudor en sacar los partidos adelante a costa de una propuesta que, tal vez, habría resultado insoportable para los aficionados en una temporada normal. Ahora puede elegir, por lo menos el estilo. Los primeros pasos alumbran un cambio significativo, porque Corredera y Míchel, distintos entre sí, identifican al futbolista de balón, al organizador por definición, uno en la segunda línea y el otro en el último tercio. Si se dan la mano, en sentido figurado, conectan el principio y el final de las jugadas a través de la precisión, en la búsqueda de la profundidad. A grandes rasgos, ese es el fútbol que gusta en esta plaza, el que conecta a los aficionados con sus mejores recuerdos en el Heliodoro. Y, como demostró Oltra en 2009, jugar así tiene cabida en Segunda.

Míchel, del que se pueden destacar virtudes que sumadas envuelven cierto liderazgo sobre el terreno de juego, es una gran pieza para el Tenerife, que busca un jugador así desde hace muchos años. A veces lo ha intentado fichar en verano, desde la construcción de la plantilla, para darle sentido al estilo y, en no pocas ocasiones, ha buscado ese perfil de futbolista en enero con la intención de cambiar trayectorias deficientes. El caso es que, como le ha sucedido con los entrenadores, el Tenerife no ha conseguido un liderazgo duradero para que el equipo mande en el juego, al menos desde que se retiró Ricardo. La historia, desde que se produjo el ascenso de 2013, habla por sí misma.

Míchel Herrero y Corredera, distintos y complementarios, añaden calidad al centro del campo

Aitor, Ricardo, Ros y Rivero.

El primer curso en Segunda (13/14), el proyecto creado por Quique Medina y Álvaro Cervera, se apoyó en dos figuras complementarias que jugaron 34 partidos cada uno de ellos: Aitor y Ricardo. Una mezcla difícil de mejorar, porque además, cuando les invirtieron sus papeles tradicionales, también funcionó. Fue una gran pareja. Las alternativas, Íñigo Ros y Quique Rivero, también complementarios entre sí, rindieron como notables suplentes. Ros jugó 25 partidos y Rivero intervino en 31.

El dúo de hierro.

Vitolo (38 partidos) se incorpora al equipo (14/15) y casi define el estilo. Su pareja con Aitor (36 partidos) es la base de la estructura y del desempeño futbolístico de un equipo que abandona la idea de tener la pelota y empieza a plantearse la transición como única forma para atacar. Ricardo juega menos (25). Llega al equipo Juan Carlos Real, un media punta clásico, de buen pase y con gol, suelto por delante del muro de los pivotes, para liderar el tramo final de la jugada con su precisión.

Cada vez menos de Ricardo.

La sociedad Aitor-Vitolo se vuelve indiscutible, con Agné y con Martí, que lo sustituye en la 15/16. Su fútbol es de tanta regularidad y de tal utilidad que sobrevive a los sucesivos cambios de entrenador con una preminencia asombrosa. Suman 78 partidos entre ambos, por solo 12 de Ricardo Léon. Se echa de menos más juego. En enero aparece en escena Javi Lara, la solución, pero Martí lo saca del centro y acaba perdido en la banda izquierda.

Aitor Sanz, la base de todas las parejas en la zona de creación, ha tenido compañeros de todos los estilos

Enero, el recurso.

En la campaña siguiente, la 16/17 Vitolo (40 partidos ) y Aitor (37) fortalecen su liderazgo, la apuesta por Marc Crosas, para tener balón, sale mal. En enero con el equipo en crecimiento, el club busca más peloteros para añadir calidad cerca de los dos delanteros, Lozano y Amath. Traen a Shibashaki y Rachid. El primero resulta un refuerzo muy importante, en tres cuartos, y el equipo se queda a un gol del ascenso, porque gestiona mal el último partido.

Milla, fruto de invierno.

En la siguiente, (17/18) desde el principio, Martí trata de tener más control del juego y recupera a Juan Carlos Real, que actúa bastantes veces más atrás. La gran baza ese verano es Bryan Acosta, al que confunde con los continuos cambios de posición. Martí no tuvo claro de qué quería que jugara. Luego, Etxeberria lo veía más de segundo delantero, para presionar... Con el técnico vasco, el estilo da otro giro, menos posesión y más presión, robo y transición. En enero, el panorama se esclarece, porque aparece Luis Milla, un organizador, aunque a su manera, sin pausa y de mucho recorrido, pero un aglutinador del balón, en suma. Aitor y Vitolo ya juegan menos, 23 partidos.

El intento con Undabarrena.

Etxeberria solo dura cinco partidos en la 18/19. Coge el testigo Oltra. El rastreo de un jugador que le dé sentido a las posesiones repara en Undabarrena, exactamente del estilo que se busca, pero Íker no se consolida. Apocado, discreto, buen jugador, pero sin liderazgo, la situación de inestabilidad -Oltra cambió mucho, buscando funcionamiento-, lo supera, aunque participa en 22 partidos. Bryan sale traspasado. Se busca líder en enero, aparece Racic, que juega un partido colosal y se difumina por completo.

Borja, regalo para Garai.

El técnico vasco plantea abiertamente un fútbol creativo, de balón, y le da el mando a Aitor y Milla, pero con conexiones de calidad en tres cuartos para jugar por abajo. Borja Lasso hace un gran primer tramo de temporada, con presencia y gol. La caída del entrenador, con Sesé de transitorio, y la llegada de Baraja, modifican de nuevo el estilo. Borja Lasso cae lesionado. En enero traen a otro jugón de ocasión: Javi Muñoz, utilizado de otra manera, más partiendo desde los costados. Medias tintas.

El extravío de Fernández

Es indescifrable saber a qué quería jugar el último Tenerife armado en verano de la 20/21. Zarfino y Aitor fue la pareja de Fernández, que luego empezó a darle vueltas a todo. Vada, media punta clásico acabó jugando más atrás y luego en banda. Llegó enero, ya con Ramis, y, como cada año, el club fue al mercado a arreglar el eje del equipo. Trajo a Sergio González, que terminó de central. Ramón Folch y Javi Alonso ayudaron a Aitor a sostener al equipo para objetivos mediocres. Sin estilo.

Y siempre Alberto como recurso

Alberto Jiménez ha sido el comodín de todos los entrenadores, en cada una de las propuestas contradictorias entre sí, un año tras otro. Ha jugado mucho de central, que es la posición que lo proyectó desde el juvenil al filial y al primer equipo. Los entrenadores que apostaron por jugar, encontraron en Alberto un pivote que sostenía la primera mitad del equipo; los que entendieron que el camino era ceder el balón y ser un equipo más reactivo, vieron en el majorero un tapón poderoso para la zona de pivotes. No fue nunca un futbolista consolidado como central o como pivote, pero siempre resultó ser un comodín perfecto a la hora de confeccionar el medio campo, en sus 8 temporadas, en sus 194 partidos con el primer equipo, con los once técnicos que lo han dirigido. Ahora está en la puerta de salida. El otro gran nombre de ese centro del campo durante los últimos años es Aitor Sanz, que ha sido pieza clave desde que llegó, con la salvedad de su año de recuperación tras los problemas en el tendón. Aitor ha jugado con todos, de pivote defensivo, compartiendo la zona con jugadores de cualquier corte, o echando una mano más avanzado. Ocho años siendo el indiscutible, la mitad estable de ese puesto tan inestable.