De un partido de guante blanco, de postemporada, cabe esperar al menos detalles. Los que se generan a partir de la soltura que ganan futbolistas que acaban de celebrar objetivos, como es el caso de los de estos dos equipos. Ayer hubo muy pocos. Fue mejor el Mallorca porque lo es como conjunto, incluso también con su segunda unidad. Cuestión de funcionamiento. En la primera parte, su juego colectivo metió atrás al Tenerife, que pareció alargar hasta el descanso la coartada de que ya no necesita ir a buscar nada. Al borde del descanso, el Mallorca tomó ventaja y luego sobrevivió a la reacción del Tenerife. Los de Ramis apretaron en la segunda parte hasta parecerse mucho al equipo que ha competido bien contra todos en casa, pero a veces con la mitad no basta, sobre todo si cuesta tanto hacer un gol.

Antes de que el equipo de Ramis compareciera, el once de Luis García Plaza marcó el ritmo, ocupó el campo de ataque, logró hacer progresar a los laterales (Sastre y Cufré) hacia tres cuartos y eso le dio la posibilidad de acumular por dentro a Mboula, Febas y Mollejo. Las conexiones con ellos tres lo acercaron al área y la amplitud de Sastre y de Cufré le permitió entrar por los costados. Aún sin espacio para generar muchas ventajas, porque el Tenerife lo esperó replegado, el equipo visitante produjo media docena de córners, tuvo la mejor ocasión y marcó el único gol. Serantes, con una mano prodigiosa (28’) impidió que la ventaja visitante subiera al marcador bastante antes de que Mollejo aprovechara en el área pequeña de cabeza una acción imperdonable a Kakabadze, ya al borde del descanso. Fue un córner lanzado por Aleksandar Trajkovski desde la derecha del ataque bermellón y el georgiano perdió la disputa de una manera pasmosa.

Al Tenerife le costó salir, porque las pocas veces que fue capaz de recuperar el balón no lo aguantó. Sus escasas aportaciones al partido en la primera mitad fueron como destellos. Cabe rescatar la brillante acción individual de Shashoua, que se hizo sitio en el área para colocar sutilmente el balón en el palo largo (29’). La pelota rozó la madera por fuera porque no cogió la rosca necesaria. Poco más. Tuvo los volantes muy atrás, doblando cerca del área propia, el equipo en general muy hundido, sin pausa para salir, y en suma, sin cogerle la vuelta a un rival que juega de memoria, elaborando, masticando cada acción.

Cambios para cambiar.

El intermedio marcó un antes y un después. Era necesario reaccionar y, sobre todo, había mucho margen para hacerlo. Es posible que el Mallorca se estuviera pareciendo hasta entonces al equipo que ha pasado por la categoría como un bólido, pero ese Tenerife tenía muy poco que ver con su versión guerrera del Heliodoro.

Ramis metió sustancia en un equipo que ya había tenido que hacer un cambio, pedido por Jacobo. Con Nono en su lugar, de vuelta al campo, Aitor Sanz tomó el mando y Shaq Moore hizo subir de forma neta y rotunda las prestaciones en el lateral derecho respecto a la negligente primera parte del georgiano. El Tenerife jugó 30 metros más arriba, apretó, recuperó el balón con mayor frecuencia y remató. De los dos disparos que hizo como excepción en la primera parte pasó a los nueve de este segundo periodo en el que todo fue mucho más reconocible: la iniciativa a partir del buen uso que hace Sergio González de la pelota en el inicio del juego, la autoridad de Aitor en el partido, la altura y la frecuencia de subidas de los laterales, que llegaron con bastante asiduidad y remataron con cierto peligro sobre Parera, la intensidad colectiva, en la que se implicó también Javi Alonso al borde de la segunda tarjeta, y la insistencia de todos buscando un empate que se negó.

Antes del primer cuarto de hora, Ramis dio entrada a Fran Sol en lugar de un inédito Joselu, que se fue del partido sin poder disfrutar de una sola ventaja ni en el área ni cerca, más víctima que culpable de su ausencia. El Tenerife ganó presencia en el área y el Mallorca empezó a bajar enteros respecto a su pujanza anterior, curiosamente cuando se fueron incorporando al partido futbolistas que han tenido cierto rango de titulares en la temporada, aunque la mayor parte del bloque principal de García Plaza se quedó en la grada.

Álex Muñoz pudo empatar en el 63 con un potente disparo, y en la respuesta, ahora ya solo en transiciones, Mboula volvió a poner a prueba la respuesta de Serantes, que se estiró sobre su palo derecho para evitar la sentencia, en otra acción que evidencia sus reflejos y su agilidad. Obviamente, es un portero de características diferentes a las de Dani Hernández.

No debe ser fácil jugar justo después de celebrar y los dos llegaron a la meta esta semana. El Tenerife despertó más tarde.