Después de 39 jornadas de dura batalla, recorriendo y superando las dificultades propias de una competición estresante, el Real Mallorca ascendió en la sala de un hotel, con su plantilla, técnicos y auxiliares cómodamente sentados delante de la pantalla de televisión, jaleando al Cartagena, que tuvo el detalle de tomar ventaja en el marcador en el primer minuto de partido, para alumbrar la esperanza de los baleares de llegar al partido de esta noche con el objetivo cerrado y bien celebrado. La alegría con los goles de Rubén Castro, los dos primeros de su equipo, que ya eran suficientes para alejar definitivamente al Almería de la segunda posición, tuvo su prolongación cuando Pablo De Blasi transformó el penalti para el 3-2 y, en especial, desde que el colegiado señaló el final del encuentro en Cartagonova.

La plantilla mallorquinista se echó a la calle, en realidad su entrenador Luis García Plaza ya se había bajado antes de acabar el partido de Cartagena, presa de los nervios, y sobre la acera de avenida Tres de Mayo el grupo hizo saber a todo el vecindario que son equipo de Primera. Los jugadores mantearon a García Plaza en la puerta del Silken Atlántida, hicieron una piña y cantaron el ascenso que, por esperado, no fue menos emotivo. La céntrica avenida tinerfeña, que bien conocen de otra etapa Amath o Abdon Prats (dos extinerfeñistas grandes protagonistas de este éxito), se convirtió en zona de entrevistas de los compañeros desplazados desde la capital balear, mientras los jugadores seguían cantando, brindando con cerveza y agradeciendo las felicitaciones que recibían de los transeúntes, muy puestos inmediatamente en lo que estaba sucediendo en uno de los ejes de la zona comercial de la capital.

El noveno ascenso del Real Mallorca, celebrado a lo grande en Palma, pasa a la historia por prolongar la secuencia de gestas ajenas en el Tenerife, donde subieron otros cuatro, pero en especial lo hace por el hecho de haberse celebrado en Tres de Mayo.