Todo preparado hace unos meses para que Ourense recibiese a la Vuelta en el centro de la ciudad. Como en tantas otras partes se esperaba llegar entre un clamor popular, las vallas plagadas de gente, las firmas comerciales repartiendo regalos y hasta la caravana publicitaria entreteniendo al personal antes de que aparecieran los ciclistas.

Todo cambiado en poco tiempo. En vez del centro urbano, la Vuelta llegó a un lugar apartado de Ourense, una cuesta que sonaba a emboscada y la meta en plena curva. Y como si fuese una carrera clandestina, entre la soledad de las vallas, lejos de todo, menos de la pandemia, Marc Soler se quedó sin las fuerzas necesarias para pelear por una victoria que buscó en una escapada trabajada pero en compañía de los peores rivales con los que podía unirse en una cabalgada rápida entre los 204 kilómetros que separaron Lugo de Ourense, con el frío colándose por todos lados, mientras los líderes de la carrera, con Roglic a la cabeza, decidieron dejar la batalla de verdad para otro día, que queda poca Vuelta pero aún hay ocasión de buscarse las cosquillas.

"¡Vaya rivales que llevo!". Así chillaba Soler por el pinganillo. Así hablaba con su director Pablo Lastras. Ni uno malo y, entre ellos, clasicómanos y tricampeones del mundo de ciclocrós, como el checo Zdenek Stybar, o ganadores natos cuando se fugan, como el belga Tim Wellens, ganador ayer en Ourense como hace unos días en Sabiñánigo. Y, por supuesto, el canadiense Michael Woods, que también tumbó los sueños de Alejandro Valverde, en otra fuga, la semana pasada en tierras alavesas.

Ganar no es fácil; fugarse, tal vez un poco más. Pero escaparse no es sinónimo de victoria, porque todos los que van por delante, si se desgastan, si aprietan y colaboran para que el pelotón no los pillen, no es precisamente para quedar segundo y solo uno, en este caso Wellens, puede ganar. Soler ya lleva tres escapadas en esta Vuelta y solo una, la primera, en la segunda etapa y en la localidad navarra de Lekunberri, en el primer día que se llegó a un pueblo o ciudad con las calles desiertas y las vallas solo de decorado, le sirvió para levantar los brazos y dar, por ahora, la única victoria al Movistar, la segunda del equipo en la temporada.

Ayer trató de repetir con un demarraje final en la cuesta que conducía a la curva final. "Me tocaron unos rivales muy duros. Todos eran ganadores natos. Lo he intentado de todas las maneras, en las subidas, en los descensos, pero todo el mundo iba muy fuerte y al final, en la meta, apenas me quedaban fuerzas", resumió. Hoy la Vuelta trazará, con 230 kilómetros, la etapa más larga, con el temor a que el frío y la lluvia conviertan el camino hacia Puebla de Sanabria en una auténtica ruta infernal.