No pocos conocen ya la versión primigenia de Cristofer Clemente. La de ese joven rendido a la televisión y al azúcar. La del árbitro de fútbol que, con 90 kilos, apenas podía correr. Un periodo que el ahora atleta gomero superó con brillantez. En estas últimas semanas, sin embargo, ese joven reconvertido a runner top ha vuelto a echar la vista atrás... aunque para rememorar sus pinitos como restaurador.

La inactividad atlética derivada por la Covid-19 y la condición de La Gomera de enclave privilegiado en la desescalada han permitido que Cristofer recuerde viejos tiempos. Lo hace en el Bar Restaurante Pizzería La Tasca, un negocio familiar en el que el atleta vuelve a echar una mano por necesidades del guion.

A Clemente le ha tocado desempolvar viejas costumbres, ahora que tiene "mucho más tiempo". Hábitos que adquirió, cuando aún no había cumplido la veintena, para colaborar en el negocio familiar. "Hacía cafés, ponía los platos, marcaba una mesa, servía en la barra...", recuerda Cristofer sobre una época en la que la capital colombina gozaba de "mucho ambiente nocturno". "Ahora todo ha decaído y la verdad que se echa de menos", se lamenta con cierta nostalgia. "Aquí tuvimos momentos de no parar durante todo el fin de semana, ya fuera con las Fiestas Lustrales, la romería en San Sebastián, el Gomera Paradise... Con el tiempo digo que acababa igual de cansado que si corriera una ultra", explica el atleta.

Durante estas semanas el deportista isleño vuelve a sus orígenes, aunque sin tanto trasiego. "Sin competiciones en el horizonte, puedo dedicarle unas horillas y compaginarlo con el entrenamiento", comenta sobre una labor que abarca tanto "la cocina" como "la barra". "Apretando los dientes", como en el tramo final de cualquier carrera. Un trabajo, el de "servir los pedidos" que resultó "algo frío" en las primeras semanas de la desescalada, pero que ha ganado naturalidad desde que La Gomera está en fase 3. "Ahora ya podemos hacer uso de la mitad del aforo del restaurante, y se nota algo más de ambiente, en especial los fines de semana", relata sobre su trabajo más reciente. "Cuando empiecen a llegar turistas seguramente todo cambie", añade.

Un punto de inflexión que bien podría producirse desde hoy mismo, con la libre circulación entre todas las Islas de los ciudadanos, pero que no debería variar el día a día de Cristofer. Él seguirá echando una mano a sus padres y proseguirá con sus entrenamientos. Aquellos que, durante semanas, tuvo que llevar a cabo "en la cinta y en la bici estática" dentro de su casa para que su condición física no se resintiera en exceso. Para matar el gusanillo, varios retos virtuales, la mayoría auspiciados por su equipo Salomon, como el Coronacimas, en el que subió -desde el nivel del mar- hasta el pico del Teide.

"Nunca había hecho tanto ejercicio específico durante 50 días seguidos", apunta como consuelo, sin esconder que "con tantas horas muertas, algo se pecó" con la alimentación. "Subimos algo más de un kilo, pero ya lo he perdido de nuevo; el que me ha visto estos días dice que estoy flaco", reconoce. Una preparación, la suya, que recientemente ha recuperado cierta normalidad -semanalmente está haciendo unos 100 kilómetros- al poder salir a trotar de nuevo por los parajes preferidos de su Isla. Sin apenas carreras en el horizonte toca no bajar el ritmo... y seguir doblando como pinche.