Dos derrotas han separado al Iberostar Tenerife 18/19 de un año excelente a otro que finalmente, por sensaciones, apenas hace méritos para alcanzar el notable. El no ganar la final de la Champions y, sobre todo, desperdiciar una ocasión pintiparada para repetir en los playoff de la Liga Endesa por tercer año seguido han dejado un mal sabor de boca en el entorno canarista. Una masa acostumbrada recientemente a hitos de solera pero a la vez golpeada en lo más profundo por estos dos tropiezos. Deslices dolorosos y sin vuelta de hoja en un lapso de apenas 20 días que esconden sin embargo, una trayectoria más que reseñable en la que los aurinegros tuvieron que sortear varios imprevistos -especialmente en forma de lesiones- con los que el cuadro lagunero acabó resintiéndose sobremanera.

Si una característica puede definir el año canarista esa es la irregularidad. Altibajos en lo global y desde inicio al final del curso, con una primera vuelta de sobresaliente (11-6 y clasificación para la Copa como cabeza de serie) y una segunda muy deficiente (6-11). También montañas rusas en medio de los partidos, firmando minutos primorosos o por contra dejando escapar sustanciosas rentas fruto de colapsos casi incomprensibles; como el sufrido el domingo ante el Fuenla. Y también desproporciones en lo individual, con unos cuantos jugadores que no gozaron de la continuidad necesaria. Así, Petit Niang primero, Sebas Saiz después (quizá el mayor damnificado), Lucca Staiger algo más tarde, y finalmente Janari Joesaar, se convirtieron durante periodos determinados en piezas residuales.

La irregularidad

Precisamente esa dificultad para mantener enchufados y con protagonismo a todos los integrantes de su plantilla de principio a fin -y poder así afrontar hasta tres competiciones- es uno de los grandes debes que le queda de este año al técnico Txus Vidorreta. Y es que el bilbaíno solo fue capaz de explotar su fondo de armario en contadas ocasiones. El enorme protagonismo que aglutinaba Iverson en la pintura (en detrimento de Niang y Sebas) y las múltiples combinaciones en pista para dar con un dos solvente (la pareja Brussino-Beirán pareció el mejor remedio) fueron, seguramente, sus mayores quebraderos de cabeza. Eso sin olvidar la ausencia de un plan B con el que salir del atolladero cuando su equipo se estrellaba una y otra vez desde el 6,75; la distancia por la que tanto ganó y por la que tanto se dejó. Todo queda registrado, y marcado en rojo, en su particular libreta del curso 19/20. Un ejercicio que, a día de hoy, se antoja colmado de incógnitas, no tanto por la capacidad económica del club (el presupuesto volverá a rondar los seis millones) sino por un mercado que se prevé extremadamente competitivo y movido. Quizá mucho más de lo que tiene acostumbrado un club poco amigo de revoluciones y cambios drásticos.

Pese a que la novena plaza en la que ha terminado el Iberostar en la Liga Regular condena a los aurinegros a jugar por cuarto año seguido la Basketball Champions League, la opción de dar el salto a la Eurocup 19/20 no está absolutamente descartada. Así, además del Unicaja, y pese a que todo apunta que serán el Zaragoza y el Joventut los que ocupen las otras dos plazas disponibles para España, ni maños ni badaloneses tienen claro el militar en la segunda competición de la Euroliga. Sensación que también comparten en el seno del Basquet Manresa, ahora mismo octavo clasificado.

Una mayor recompensa económica en la Basketball Champions League y un nivel de participantes no tan exigente, al menos en su primera fase, son algunas de las razones que parecen priorizar los citados conjuntos para acabar decantándose por la competición dependiente de la FIBA. El Joventut, por ejemplo, ve su regreso a Europa como un banco de pruebas para las piezas más prometedoras de su cantera. Jugar la Eurocup sería, con mucha probabilidad, arrojar a los jóvenes a los leones. Ante estas posibles renuncias es donde entraría el juego el Iberostar, que si bien ha mantenido siempre que disputará el torneo continental que le pertenezca por su clasificación en la ACB, también ha dejado caer su querencia por estrenarse en la Eurocup si recibiera una invitación.

Un obsequio que, en caso de llegar, se produciría, eso sí, en forma de wild card. En ese billete extra, la Eurocup pone como requisito que su destino sea el mismo país de la renuncia previa, aunque no obligatoriamente debe recaer en el siguiente conjunto con mejor clasificación. "Es un buen indicador", admiten desde dicho organismo cestista, que sin embargo no se pilla las manos sabiendo que se valoran otros parámetros, como el proyecto deportivo y el aforo del pabellón, con el fin contar "con el equipo más competitivo posible".

Y ahí el Herbalife Gran Canaria (lleva cinco año seguidos jugando entre semana bajo el auspicio de la Euroliga) tiene bastante terreno avanzado. El 14 de junio expira el plazo para inscribirse en la BCL, y en fechas muy parecidas, el board de la Eurocup decidirá también cuáles son sus invitados de este curso. Hasta ese momento tendrá que esperar el Iberostar para trazar su hoja de ruta continental.

La puerta para jugar en la Eurocup, entornada