El final de temporada parece haberse envenenado para el Tenerife, que, a tres jornadas para llegar a la línea de meta, se mantiene milagrosamente a dos puntos de la zona de descenso gracias al tropiezo del Rayo Majadahonda. Pero lo hace a duras penas y empeorando las sensaciones después de caer goleado en el Martínez Valero. En el desastre colaboró Luis César Sampedro, que deberá tomar nota de los errores para que no se repitan contra el Oviedo.

La idea

El preparador gallego pidió a sus jugadores durante la semana que simplificaran procedimientos, que jugaran en largo si era necesario y no se complicaran defensivamente. El toque, solo como alternativa. Quiso jugar más directo, utilizando mucho las bandas y con un nueve que pudiera absorber centros y envíos largos. Coniglio fue el elegido. No pareció conocer el rendimiento del argentino en la Isla.

El futuro

Sampedro no cambió la configuración defensiva de las acciones a balón parado ni añadió alternativas en la estrategia ofensiva. En privado reconoce que no hay tiempo para aplicar su libro de estilo. De ahí la simplificación de la idea. Buscó cerrar fisuras consolidadas en el equipo como el lateral izquierdo, pero eligió a Camille. El francés acusó, como cualquiera en su situación, la inactividad.

El enigma Racic

Dos victorias en sus catorce apariciones tienen que significar algo. El Tenerife apenas gana con el mediocentro serbio en el campo. Con unas cualidades físicas envidiables, el jugador cedido por el Valencia no parece entender lo que se le pide. Está cada vez más perdido y el sábado arrastró a Milla al precipicio. Al equipo le falta músculo y disputa en esa zona. Alberto, utilizado como central en Elche y durante la era Oltra, emerge como alternativa.

La ausencia Malbasic. Que el delantero serbio no estuviera en el partido minó las alternativas ofensivas del Tenerife. Su capacidad para generar ocasiones casi de la nada, su oficio y su orgullo en las disputas dan aire a sus compañeros, que le echaron mucho de menos. Volverá contra el Oviedo.

Aparente apatía. Se quejó mucho el anterior técnico de la falta de carácter de su equipo. En el Martínez Valero esa carencia volvió a quedar en evidencia. El Tenerife saltó al campo sin la sensación de estar jugándose la vida. Ni siquiera igualó la intensidad de un rival casi de vacaciones. Además, perdió esa capacidad de resistirse a su destino que tenía con Oltra. Luego diría Sampedro que había "tristeza y abatimiento" en el vestuario, que sigue sin dar ese paso adelante que se le reclama.

La vieja guardia

A la guerra hay que ir con soldados experimentados. En su debut, el tercer entrenador blanquiazul de la temporada prescindió del compromiso de Raúl Cámara o Carlos Ruiz. Incluso de jóvenes que sienten estos colores como Nano para alinear a futbolistas "dañados", como él mismo reconocería luego, y superados por la situación como Borja Lasso, futbolista de gran calidad pero débil mentalmente. Solo José Naranjo, con un remate al larguero y dos ocasiones más de gol, pareció dar la cara. No es momento de experimentos. Que jueguen los capos.