Para certificar que todo aquel participante en los Juegos Paralímpicos sea apto para competir, tanto el COE como la propia organización (Comité Olímpico Internacional) han venido programando una serie de pruebas PCR. Así, Michelle tuvo que pasar cinco antes de volar hasta Tokio. La primera en Tenerife, otra al llegar a Barcelona, donde fue sometida a tres más. Negativos en todos los análisis, Alonso y Guadalupe pudieron viajar sin problemas hasta Tokio. Allí, el filtro se convierte en un control diario de antígenos por saliva. Por si fuera poco, la Sirenita (como el resto de olímpicos) ya ha sido sometida a dos controles antidopaje rutinarios. Un tercero a última hora del día 29 sería sinónimo de medalla.

Recalcular la puesta a punto, insistir en los entrenamientos, perseverar en la motivación del deportista... Varios son los factores con los que han tenido que lidiar estos meses Michelle y Guada. Un esfuerzo extra para que el aplazamiento de los Juegos no haga mella en el rendimiento final de la nadadora. Pero la inseparable pareja ha tenido que cargar además estas últimas semanas con otra mochila. Una carga que ni se ve, ni se palpa, pero cuyo peso se siente... más en la mente que en la espalda. Un factor del que hay que escapar a cualquier precio, el covid. Como si huyendo de un fantasma se tratara, nadadora y técnico han extremado hasta el más nimio de los detalles para evitar un contagio y, como mínimo, «la frustración de que después de cinco años de preparación te quedes fuera por un positivo». Así lo califica el entrenador isleño, cuyos nervios «desde hace semanas son los mismos que los de Michelle... pero elevados a la enésima potencia», sabedor de que «aquí entran en juego aspectos que no se pueden controlar».

Al margen de limitar sus contactos personales y su vida social, Michelle ha visto como el plan de trabajo recomendado por el Comité Olímpico Español (COE) para minimizar los riesgos de contagio, la han sacado de su rutina competitiva. Así, la nadadora tinerfeña realizó, entre el 5 y el 19 de este mes, una concentración en el Cenbtro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat (Barcelona) a modo de burbuja, un modelo hasta entonces inédito para Alonso. «Aunque ella es muy disciplinada casi no se ha podido relacionar con nadie, ya que incluso cada atleta tenía su habitación individual», apunta su entrenador. «Estar 15 días encerrada en una habitación y controlando que nadie se me acercara ha sido algo agobiante», ratifica la propia nadadora, ya algo más aliviada de haber solventado sin sobresaltos esta burbuja en el CAR. «Tenía miedo de coger el coger el covid los tres últimos días previos al viaje y quedarme sin Juegos», reconoce la deportista.

El esquinazo a la pandemia también ha tenido como peaje que Michelle llegue a Tokio sin apenas probarse. No pudo hacerlo en el Regional por recomendación del COE ni tampoco en el Nacional celebrado en Gran Canaria a primeros de agosto. «Por lo que he notado en estos últimos días de entrenamiento llegará bien, pero hasta que no la vea competir realmente no se sabrá con certeza», apunta Guada, que espera que la participación de su pupila en el 200 libre, prueba fijada para el viernes 27, sirva para sacudirse cualquier tipo de nervios de cara al domingo.