Los inicios de Cristofer Benítez en la rítmica “fueron tardíos”, casi con 14 años, y ese arranque resultó, además, sumamente complicado para él. Se había convertido en una rara avis que no terminaba de ser bien visto en algunos clubes. “Doy gracias a Dios de que después de haber dado algunos tumbos me encuentro con Sandra Hernández y Ana Seco, que habían creado recientemente el Evangim; las dos me abrieron las puertas y me dieron la oportunidad, sin poner peros a nada ni avergonzarse de sacar a un chico a competir”, recuerda con orgullo el gimnasta isleño, que todavía hoy se encuentra vinculado al club santacrucero, donde ejerce las labores de entrenador, tanto en los equipos principales como en sus vinculados del colegio Dominicas Vistabella.

“La primera vez que vi a Cristo fue en el Quico Cabrera, en un campeonato. Y aunque falló, me gustó muchísimo por lo bien que interpretaba y la fuerza que tenía; luego lo vi en las gradas y se lo comente”, recuerda Sandra, que con el paso de los años se ha convertido en su madre deportiva. “Conectar tan bien desde el primer momento” resultó clave, reconoce ella sobre el feeling que existe entre los dos. Ambos empezaron a trabajar juntos en 2005... y hasta la fecha. A lo largo de este extenso recorrido Cristo “ha dudado varias veces si debía dejarlo por sus otras ocupaciones», comenta Hernández. «Pero al final la rítmica le da vida porque es una persona que la siente de verdad”, aclara.

Sandra califica a Cristofer como aquel “que ha abierto el camino en Tenerife, a base de lucha y un mérito enorme”. “Para él no ha sido fácil, sobre todo en unos inicios en los que tuvo que sufrir cosas feas como insultos, o que no terminaran de aceptar que se pusiera purpurina o se maquillara”, recuerda la entrenadora del Evangim, que insiste en la “originalidad con las mallas que siempre” ha tenido su pupilo. Hasta el punto de convertirse, más recientemente, “en un referente que tiene a todo el mundo pendiente de lo que va a sacar”.

A la hora de definir su personalidad, Sandra califica a Cristo como “un niño que siempre fue muy maduro para su edad” y que, sin la ayuda del Evangim, “también hubiera llegado arriba ya que es muy decidido”. Una forma de ser que ha resultado fundamental para “superar momentos difíciles”, aquellos parecidos a los de estos días. Y ahí Sandra es contundente. “A Cris [como lo llama cariñosamente] no le han afectado las declaraciones de la patinadora; él siempre hace las cosas como las siente, sin importarle las reacciones ajenas, y las consecuencias de sus actos las afronta con absoluta conciencia de lo que ha hecho y la razón por la que lo ha hecho”, concluye la entrenadora sin titubeos.