¿La vida le ha pegado muchos toques para atrás?

Algunos... Yo nací en un país pobre donde si quieres sobrevivir tienes que madurar pronto. Las situaciones duras sirven para avanzar y, sobre todo, son muy útiles a la hora de subsistir.

¿Qué pensó cuando subió por primera vez a una patera?

Lo único que tenía en la cabeza era conseguir una vida mejor para mí y para los míos... Ese sueño se me escapó la primera vez que intenté llegar a las Islas.

¿Cómo fue el primer fracaso?

Salimos de Mauritania con rumno a Canarias, pero se nos rompió el motor y no quedó más remedio que regresar a tierra.

¿Y lo volvió a intentar?

Una semana después... De nuevo, elegimos la costa de Mauritania como punto de partida y esta vez sí que conseguimos desembarcar en Los Cristianos (2008).

¿Puede describirme su primer sentimiento al tocar tierra?

Estaba deseando pisar tierra firme: tres días en un cayuco se hacen eternos. Es una felicidad difícil de describir. Los efectos del viaje me duraron una semana –problemas para caminar y temblores–, pero hice realidad mi sueño.

Ninguna travesía de estas característica es cómoda, pero fue un ‘viaje limpio’, ¿no hubo que contabilizar muertos?

Todos llegamos vivos. No fue un viaje fácil, pero no tuvimos fallecidos. ¡Nos salió bien!

¿Y ha salido todo como usted pensaba, o esto no es como se lo imaginaba?

Salió mucho mejor de lo que yo pensaba. Venía a buscar un trabajo, pero lo de la Lucha Canaria fue algo inesperado. Eso sí que cambió mi vida.

Usted vino a Canarias con la intención de saltar al continente europeo, ¿no?

Yo salí de Mauritania con la idea de subir a Francia. Ese era mi único objetivo a los 18 años, pero la lucha canaria dio un giro dramático (ríe) a mi vida.

Vamos, que si a usted no le recluta la lucha canaria hoy estaría en Francia.

El «culpable» de que me quedara fue mi padrino Carmelo, que es como un padre... Él me llevó, junto a otros doce chicos, por primera vez a un terrero. Al final solo me quedé yo (sonríe).

¿Ya era así de grande cuando llegó a Tenerife?

Que va, que va... Entonces pesaba solo 70 kilos y altura sí que tenía, pero ahora sigo siendo alto y peso 137 kilos.

¿Qué le ha dado este deporte?

Todo lo que soy ahora... Es un deporte de valores puros en el que nunca vas a ver un mal gesto. Hay buen rollo. La gente se queda un poco impactada cuando voy a luchar con mi equipo a otro pueblo porque le choca ver a un negro en la arena, pero la afición necesita ver otras caras... Ja, ja, ja.

¿Nunca ha llegado a sentir racismo?

Nunca. Al contrario, todo lo que me ha dado el público es cariño. Este es un deporte muy agradecido y lo que está a su alrededor solo genera energías positivas.

¿Usted sabía luchar?

Nada, no sabía nada. Todo lo que sé lo aprendí aquí.

¿Algo bueno habrá hecho para llegar a ser un puntal A?

Lo importante, además de tener buenos maestros, es contar con un gran espíritu de superación. Si soy puntal A es gracias a los consejos y enseñanzas que me regalaron muchas personas.

¿Usted es algo así como el Shaquille O’Neal de la lucha canaria?

La lucha canaria ha sido el complemento perfecto para vivir en Canarias. La gente me asocia con este deporte y es cercana. Nunca me he sentido un extraño.

¿Piensa en retomar ese viaje a Europa cuando ya no compita?

No creo, aquí está mi segunda familia después de Malí y es muy difícil plantearme empezar una nueva vida lejos de aquí. Canarias me dio cariño, ahora ya es más difícil planificar otra vida.

Hace poco le oí decir que en Europa no todo es de color rosa.

Mucha gente cree que las cosas son distintas a las que se encuentran aquí, pero cuando eso sucese no te queda más remedio que tirar para delante porque la vida no se acaba aquí. El mundo de la migración está lleno de sueños que no se han cumplido. En ese sentido, reconozco que he sido un afortunado. Entiendo sus sentimientos porque yo los viví en primera persona, pero es verdad que no todo es de color de rosa. Hay días en lo que todo se pinta de color negro.

¿En su familia hay otros casos asociados a la migración?

Sí, mi hermano mayor reside en Holanda.

¿Y cuántos le quedan en Malí?

Otro hermano y una chica de 18 años. Ven mis luchadas por internet o YouTube y se sienten orgullosos de lo que he conseguido. Vivir es superarse y para conseguirlo solo hay que intentarlo las veces que sean necesarias.