Entrevista | Agustín Millares Cantero Historiador

Agustín Millares Cantero: «Siempre intenté seguir el ejemplo de mi padre en la rima y métrica asonante»

«La Generación del Aula Magna tuvo como nota más distintiva la lucha contra el franquismo»

El historiador Agustín Millares Cantero.

El historiador Agustín Millares Cantero. / El Día

Agustín Millares Cantero recupera su expresión pública como poeta con el libro ‘Las ruedas del olvido’, recién agregado por Idea Ediciones a su colección Micromeria, y que ha sido prologado por Ángel Sánchez Rivero e ilustrado por Cristian Jorge Millares. El historiador, cuyo anterior trabajo poético firmó con el pseudónimo de Luis Teymas en 1977, presentará dicha obra hoy a las 20.00 horas en El Museo Canario. 

¿Cuándo empezó a escribir poesía?

Desde la adolescencia, movido por el ambiente familiar que en este orden marcaba la influencia de mi padre, Agustín Millares Sall. Los primeros poemas lo di a conocer en las revistas estudiantiles del Instituto Nacional de Enseñanza Media de Las Palmas. El segundo de ellos apareció en el número uno de Tribuna Joven en noviembre de 1966, con el título de Supervivencia del hombre; tenía 16 años recién cumplidos. Elfidio Alonso incluyó el llamado Dunquerke en la página literaria Letras Canarias de El Día de Santa Cruz de Tenerife el 9 de agosto de 1969, mereciendo los elogios que en privado me transmitió Pedro García Cabrera poco después. Fui galardonado con el Primer Premio de Poesía Santo Tomás de Aquino de la Universidad de La Laguna en marzo de 1970 por el libro inédito Blanco y redondo, algunos de cuyos poemas aparecieron en Tagoror Literario. Correo de las Letras y las Artes del referido diario tinerfeño. Por aquel entonces, Ventura Doreste me animó a publicarlo.

«Siempre intenté seguir el ejemplo de mi padre en la rima y métrica asonante»

«Siempre intenté seguir el ejemplo de mi padre en la rima y métrica asonante» / Alberto García Saleh

Se le vinculó en esas fechas a la llamada Generación del Aula Magna. ¿A qué se debió y cuáles fueron las singularidades de ese grupo poético?

El martes 28 de abril de ese año de 1970 intervine en el recital de jóvenes poetas celebrado en el Aula Magna de Filosofía y Letras de nuestra Universidad, junto a Carlos Eduardo Pinto Trujillo, Andrés Doreste Zamora, Raúl Marcos Ruiz Gutiérrez, José Juan Orive Marrero, José Miguel Junco Ezquerra y Luis León Barreto. Algún estudioso nos encuadró después en eso que llamó, precisamente, Generación del Aula Magna, y como tal se nos ha citado en varias oportunidades. Nuestra nota más distintiva fue sin duda el empleo de la poesía en calidad de instrumento de lucha contra el régimen franquista, eso que Gabriel Celaya denominó como «arma cargada de futuro». Casi todos nosotros éramos militantes clandestinos en las filas de la Organización Universitaria del Partido Comunista de España y el compromiso político llevó imperativamente al literario. Al dejar de escribir o de propagar nuestros versos algunos de nosotros, un crítico señaló la coherencia de tal abandono, pues a su juicio apenas habíamos utilizado el lenguaje poético en las bregas contra la dictadura. Entiendo que son bastante erradas dichas apreciaciones. Varios de mis compañeros han demostrado sobradamente sus aptitudes creadoras y el disponer de voz propia y aquilatada en la poesía insular.

Este es su segundo poemario. ¿Qué puede decir del primero?

Con mi nombre di a la estampa algunos poemas en el semanario regional Sansofé (1970-1971) y, con el seudónimo de Luis Teymas, en El Cronopio de La Provincia (1973-1975). Esta segunda andanada la extracté en el cuadernillo El gallo con el chaleco que edité aquí en 1977 bajo tal apodo. Se trató de un muestrario sobre variopintas fórmulas poéticas, siempre bajo el común denominador de las apuestas transgresoras en formas y contenidos, donde la militancia combativa retiene su trayectoria anterior. Luego apenas escribí poesía de forma circunstancial, espoleado por acontecimientos que me impactaban sobremanera y cuyos resultados guardaba entre mis papeles.

¿Cuáles fueron los motivos de ese largo silencio poético y por qué lo rompe ahora?

A mediados de los años 90 preparé otro frustrado poemario, Los versos de la costa, del cual divulgué algunos partes en cuadernos impresos por el Grupo de Difusión Cultural Espiral, siendo vocal de su junta directiva. Cinco poemas de tal obra inconclusa, reformados en ocasiones, los he incorporado a Las ruedas del olvido. Hace más de una década comencé a utilizar Facebook para difundir algunas de las más recientes creaciones y mi entrañable y admirado amigo Ángel Sánchez Rivero dio principio a sus fogosas recomendaciones para que recuperara los quehaceres poéticos, y tanto insistió en los últimos años que me decidí a preparar este volumen. Aparqué momentáneamente mis labores historiográficas para dedicarme en cuerpo y alma a otras tareas de muy distinta factura, si bien tanto o más apasionantes y, a veces, tan placenteras como desgarradoras. El grueso de Las ruedas del olvido fue elaborado entre los veranos de 2019 y 2022, pandemia de por medio. Durante este período releí con frenesí a varios de mis poetas favoritos: San Juan de la Cruz, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Pablo Neruda, Juan Gelman, Roberto Fernández Retamar, casi todos los del 27, en especial Rafael Alberti y Luis Cernuda, o Ángel González; entre los canarios, mi padre por supuesto, Pedro García Cabrera, Pedro Perdomo Acedo -dos poemas están directamente moldeados según sus fórmulas líricas-, Ventura Doreste, Carlos Pinto Grote, Manuel y Eugenio Padorno Navarro y Manuel González Barrera. Todos ellos me han servido de inspiración en distintos niveles y no son los únicos, pero sí quienes ofrecieron más apoyaturas en este tramo final.

¿Son visibles las influencias de su padre?

Al respecto apunta el afectuoso prologuista que «la sombra del Patriarca de las Letras de Combate» gravita «de forma inevitable» en mi poética, aunque advierta que dispongo de un «propio estilo de concebir el artefacto poético». Siempre intenté seguir los ejemplos de mi progenitor en cuanto a la métrica y la rima en asonante, aunque es muy difícil ser fiel a su magisterio. Al pergeñar las «vibraciones», las décimas o los sonetos, aspiré a tenerlo por guía en todas las ocasiones. Es sabido que resulta imposible definir la poesía, mas de todas las tentativas ensayadas a propósito, tiene para mí especial valor la del poeta beat estadounidense Allen Ginsberg, cuando afirmaba que supone «una articulación rítmica de la emoción». El ritmo y la agitación del espíritu constituyen en mi criterio dos ingredientes fundamentales para estas lides. Diría más: son en verdad definitorios, y en este orden también están presentes los arquetipos de mi padre.

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