AMALGAMA

El lenguaje inclusivo

Captura de la página web del Gobierno de Canarias. | | ELD

Captura de la página web del Gobierno de Canarias. | | ELD / juan ezequiel morales

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

Es noticia en estos días que todos los ordenadores del Gobierno de Canarias van a tener instalado un corrector de lenguaje inclusivo, impulsada esta acción por la Viceconsejería de Igualdad y Diversidad para detectar el masculino genérico, anularlo y dar alternativas. El 6 de abril de 2023 Flora Marimón informaba de la intención gubernamental de modificar el uso del masculino genérico «arraigado socioculturalmente y que puede fomentar estereotipos sexistas y roles de género». Se añade de la existencia de una buena cantidad de estudios que detectan que el androcentrismo en la comunicación tiene un potente impacto negativo en las personas, en su economía, en su salud y en sus derechos. El corrector incluye un plugin denominado Igualmás, desarrollado en el procesador de texto utilizado mayormente por el gobierno autónomo, LibreOffice, y elegido dicho plugin dentro de la Estrategia Canaria de Transición Igualitaria. Dentro de esa estrategia se oferta un banco de imágenes «que rompe con los estereotipos de mujeres, como fotografías sexi cuando el contexto no lo requiere». Se habla de que con ello se pretenden evitar formas de comunicación que vulneren la libertad. Así se ejemplifica que debe decirse «se busca profesional de limpieza», en vez de «se busca limpiadora». Se entiende por dicha estrategia de Igualdad que las diferencias semánticas entre «hombre público» y «mujer pública» son culpables, y es así que se recomienda al personal de la Comunidad Autónoma canaria decir «la ciudadanía», en vez de «los ciudadanos canarios», o decir «el electorado», en vez de «los electores», o decir «la juventud» en vez de «los jóvenes», o decir «la plantilla» en vez de «los trabajadores», o decir «el profesorado» en vez de «los profesores», o decir «nuestro Gobierno» en vez de «nosotros», o decir «el sector empresarial» en vez de «los empresarios canarios», o «personas trans» en vez de «los trans», o en vez de decir «los jefes de servicio» decir «las jefaturas de servicio». La intrusión lingüística llega a recomendar las perífrasis, la metonimia, el imperativo, el uso de determinantes sin género, o las formas pasivas (para evitar «el fiscal leerá el escrito» y decir «el escrito será leído»).

Conocemos, por otra parte, que las casas editoriales han contratado trabajadores para expurgar las palabras que pueden ser ofensivas en la obra de Agatha Christie con Los Diez Negritos o su dicción libre al denominar a los «orientales»; también la expurgación llega a Roald Dahl, creador de la Fábrica de Chocolate y las Brujas Matildas; y llega, asimismo, a Ian Fleming con James Bond, Agente 007, al que quieren mujer, negro u homosexual; e incluso en España se retorció el título de El Principito, de Saint Exupery por La Principesa, en el proyecto editorial Espejos Literarios, con el fin de «crear una literatura universal más inclusiva mediante la adaptación de obras al género femenino, a otras razas diferentes de la blanca o a otras orientaciones sexuales para que un mayor número de personas puedan identificarse más fácilmente con sus historias».

El crítico Pável Gaona advertía de la fatuidad de supresiones mutiladoras: «Basta mirar cómo eliminaron la anécdota de la boa devorando al elefante (una de las más queridas y recordadas por los seguidores) para notar que se trata de una reinterpretación sosa, descafeinada y que no acaba de capturar nunca la verdadera esencia de la historia original. En lugar de la serpiente y el paquidermo, a las escritoras les pareció que era buena idea sustituir la boa por un volcán, por no hacer apología a la violencia en el reino animal», o bien «para no mantener enjaulado en una caja al cordero como en la versión original, en este remake la aviadora le dibuja a La Principesa no un cordero, sino una ternera. Como si ser macho fuera un terrible error, el cordero es cambiado por una cría hembra de vaca. Y la caja con tres agujeros, otra anécdota muy querida, es sustituida por el dibujo de una casita, acaso para no mantener encerrado a un animal sino para darle un trato digno».

Como contraria opción, pero igual ataque a la libertad expresiva, el partido de Giorgia Meloni, Fratelli d’Italia, quiere legislar, en Italia, para prohibir extranjerismos que contaminan el idioma italiano, proponiendo multas de hasta 100.000 euros para las administraciones públicas y empresas privadas que no adapten la redacción a una pureza del lenguaje que impida los anglicismos que han invadido la forma de hablar de todos los idiomas. El proyecto de ley prohíbe el uso de cualquier otro idioma que no sea el italiano, y se dice en el preámbulo: «No es sólo una cuestión de moda, porque las modas pasan, lo que sucede es que la anglomanía tiene repercusiones para toda la sociedad», según informa Reuters, señalando que el idioma inglés degrada y mortifica al italiano. Sólo se consentirán las palabras en las que sea imposible encontrar un sinónimo. El botón de los teclados qwerty de los ordenadores no podrá decir Play, tampoco se podrá decir jeans, ni poster, ni coctel, ni footing, ni football, ni community manager, ni hastag, ni spam, ni newsletter, ni lifting, ni celebritis, ni sándwich, y si hay un CEO, a hablar bien se ha dicho: el Consejero Delegado de toda la vida.

Con independencia de que la lucha ha empezado, y a ver quién puede más, porque toda acción genera una reacción contraria de igual fuerza, la cuestión es: ¿Por qué está pasando esto? ¿Cómo podemos llamar a un montón de regímenes que nos dictan cómo hablar y de lo que hablar y de cuál es la memoria histórica permitida? ¿Por qué se permiten por la sociedad esas intromisiones en la libertad? ¿Es el preámbulo, el preparativo de una sociedad ovejuna que va al silencio de los corderos? ¿Será preciso alcanzar la elite y el liderazgo, Aut inveniam viam aut faciam, para guiar por el camino de la libertad a todos estos borregos?

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