Amalgama

Francisco Ayala ha muerto

El genetista Francisco Ayala, fallecido el 5 de marzo. | | EFE

El genetista Francisco Ayala, fallecido el 5 de marzo. | | EFE / juan ezequiel morales

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

El biólogo Francisco Ayala, lisonjeado por el superdarwinista Richard Dawkins, y contrario a mi pensamiento filosófico, propaló el darwinismo por todo el mundo, especialmente por EEUU contra los denominados creacionistas o lamarckianos. Acaba de morir. No obstante, fue un gran pedagogo y científico, que destinó en 2011 unos diez millones de dólares a la Universidad de California en Irvine, agradecido por ser «alma mater» de muchos de sus seguidores académicos. Pero lo barrió el movimiento MeToo, ya que tres mujeres testificaron que habían sufrido tocamientos y piropos de mal gusto por su parte, con lo que se le degradó y quitó su reconocimiento académico, además de perder su puesto de profesor. Este episodio fue informado, incluso, por la revista Science, donde se publicó que le dijo a una profesora en una conferencia de ésta que al verla pensó que «tendría un orgasmo» y que le «gustaría tocarle el culo». Ayala negó estos extremos y sí admitió que era un piropeador: «Saludar con un beso en las mejillas o hacer cumplidos sobre la belleza de una mujer no es acoso sexual. Lo mío fueron cumplidos, no un acoso físico real».

Francisco Ayala ha muerto

Francisco Ayala ha muerto / juan ezequiel morales

Fue el autor Félix Madero, el 9 de marzo de 2021, quien recordó lo que el intelectual socialista Tierno Galván (yo estudié el Tractatus Lógico Philosophicus, de Ludwig Wittgenstein, con una traducción suya) escribía en su libro Los Toros, acontecimiento nacional (Turner, 1988): «¿Qué sentido tiene que el español vea la conquista y logro de una mujer lo mismo que ve la conquista y vencimiento de un toro bravo? En lo que afecta a las relaciones eróticas, la mujer se ve como una entidad rebelde y bravía a la que hay que domeñar por los mismos medios y técnicas que se emplean en la brega taurina». Madero contraponía esta expresión, intelectualmente cursi y poco graciosa, al grito de la vicepresidente socialista Carmen Calvo de que el socialismo y el feminismo son iguales y, de paso, le invitaba a que le preguntara a las lesbianas y gais de Cuba. Cómo va avanzando el mundo que en Cuba leyes como el nuevo Código de las Familias, aprobado en referéndum en 2022, permite ya lo que antes era en ese gobierno comunista motivo de cárcel, campos de concentración o torturas: la adopción por parejas del mismo sexo y la gestación solidaria o vientre subrogado sin compensación económica.

El mundo cambia. Y como todo es pendular, vemos el surgimiento de nuevas gestiones político-sexuales gubernamentales. Entre esos jaleos tenemos, en 2020, a la anciana activista feminista, y fundadora del Partido Feminista, Lidia Falcón, a la que se le pidió entre 1 y 6 años de cárcel por delitos de odio al no reconocer que los trans pueden ser mujeres, constituyendo la acusación particular un grupo Trans y la Generalidad de Cataluña, además de ser expulsada de una coalición de su partido con Izquierda Unida. Ella misma ha explicado a Dieter Brandau que esto es una «distopía», y señalaba como cómplice al grupo Prisa: «Los premios Ondas de hace unos meses en el sector femenino se lo han dado a dos trans. Estamos en un mundo de fantasía, esto sólo la literatura lo puede aceptar». Con el sarcasmo de su edad, añadía: «Oiga, es que ahora me gustaría a mi abolir la Ley de la Gravitación Universal, me encantaría, porque a mí cuando se me caen las cosas me da mucha rabia y, en consecuencia, yo decido que no es vigente». Las funcionarias del Ministerio de Igualdad, entretanto, cual viento ábrego, muestran su agresividad con grandes ámpulas, y el exterminio de lo razonable y del common sense sigue su curso.

Fue por la misma época, en febrero de 2021, en la que en Inglaterra se establecían normas para el lenguaje inclusivo, y los servicios de maternidad pasaban a denominarse «servicios perinatales», la palabra madre se sustituía por «padres o madres biológicos», la palabra leche materna se substituye por «leche de pechos», «leche humana» o «leche de los progenitores», y desde 2017 se recomendó cambiar el término mujeres embarazadas por el de «personas embarazadas» para evitar las ofensas a los intersexuales y transgénero, y a las mujeres se les denomina mejor como «personas menstruantes». También fue en Reino Unido donde este tema, al igual que pasó con Lidia Falcón, alcanzó un orto con la escritora de Harry Potter, J.K. Rowling, por criticar que se hablara de «personas con útero» o «personas menstruantes», en lugar de «mujeres».

Estas situaciones dan la sensación de que, de nuevo, pero de una forma distinta, el género masculino vuelve a someter al género femenino, pero de forma subrepticia. Y esta actitud autodenominada progresista, ha invadido otros territorios de la cultura y la sociedad, constituyéndose en defensores de los nuevos débiles, lo que Ernesto Laclau ha denominado nuevos sujetos históricos para hacer revivir ese pensamiento sectario, el comunismo o marxismo, y que no decaiga en su lucha por la conquista de todos los espacios de libertad. Políticas de identidad, ideología Woke, interseccionalidad, o marxismo cultural, todas estas expresiones valen para inundar gobiernos y universidades y acapararlas.

James Lindsay, en Cynical Theories (2020) atribuye buena parte de esta neocultura de la cancelación a la escuela francesa de los deconstructivistas Foucault, Derrida o Lyotard, quienes lograron destruir las fronteras entre conceptos descriptivos como hombre-mujer, humano-animal, hombre-máquina, de forma que ya todos los discursos tienen problemas, y constituyen una nueva religión. Se practica una iconoclastia transversal (las leyes de memoria histórica o democrática son una especificidad de esa iconoclastia), y se genera lo que Sigmund Freud denominó el Malestar de la Cultura, en 1930, explosionando patológicamente en todo el planeta con una cultura occidental que se avergüenza de sí misma, mientras las demás culturas se envalentonan y preparan para conquistar el espacio abandonado con incuria, cobardía y acomplejamiento. El antagonismo existente entre las necesidades pulsionales del ser humano y las restricciones que la cultura de la cancelación y la cobardía les impone, genera ese enorme malestar.

El autodenominado progresismo ha perdido su sex-appeal, hiede, es defensor de actitudes ovejunas y corresponde oponerle el Odi profanum vulgus.

Suscríbete para seguir leyendo