En Alfonso Cabello se da el caso de que tan pronto se le puede ver presidiendo un consejo de administración del Parque Marítimo o el Palmétum como al frente de la Concejalía de Presidencia y Organización, en Fiestas, Sociedad de Desarrollo o ayer mismo, en calidad de secretario general del comité local de CC preparando la próxima campaña electoral. De ahí que cuando asegura que «la próxima edición del Carnaval es un reto», no se equivoca, no solo porque «es mi primera edición con la fiesta en plenitud tras superar la pandemia y sortear las ediciones virtual y de junio, sino porque supone el desembarco en la nueva normalidad, en los meses que le corresponde, coincidiendo con el cuarto año de mandato». Y a eso se suma la precampaña que se respira ya en el ámbito político.

Poco tiempo

Ya metido de lleno en los preparativos Carnaval de Nueva York –motivo de la próxima edición–, Cabello asegura que la organización afronta quince días definitivos; lo que va a suceder el próximo febrero lo tenemos que definir ya porque hay escaso margen para luego introducir cambios máxime porque «venimos de una edición que finalizó en junio y la siguiente arranca el 20 de enero», comenta como una matraquilla por el reto que asume.

La tarea hecha

Cabello recuerda que desde que acabó junio hasta ahora la organización ya ha avanzado en el motivo –Nueva York–; el cartel –concurso que ganó Nareme Melián–... y también han estado trabajando en el diseño de la escenografía, que llevará la firma por segundo año consecutivo del arquitecto grancanario Carlos Santos. Al margen de la premura de los plazos –que le obligan a llevar el pliego de contratación del decorado al próximo consejo rector, el jueves, para llegar a tiempo–, el concejal advierte del contratiempo con el que la organización se ha encontrado esta vez.

La inflación provocada por el aumento del IPC, que ronda el 17%, más la actualización de los precios –con pliegos que no se habían revisado desde hacía años– se ha traducido en que «nos está costando afrontar el próximo Carnaval con el mismo presupuesto». Y pone dos ejemplo. El precio de licitación de la luz, el sonido y las pantallas que en la última edición se resolvió con 600.000 euros se eleva hasta los 1,4 millones de cara al próximo febrero tras la correspondiente actualización del coste. Otro dato que tiene sobrecogido al concejal por lo que supone a efectos económicos. «El mismo artística con el que tenía firmado un contrato por 28.000 euros antes de la pandemia ahora cuesta 270.000. Las contrataciones artísticas se han disparado con la vuelta a la normalidad y tras el covid».

Enrique Camacho repite como director artístico de todo

Cabello también oficializa el anuncio que adelantó EL DÍA. El director artístico del Carnaval de junio, y antes de la edición virtual –en realidad está vinculado al apartado artístico desde 2015–, repetirá como responsable artístico de la nueva edición, mientras se trabaja en la incorporación del director técnico, aunque Cabello reitera su anhelo de que Hugo Cazorla reconsidere su decisión estos días y acepte revalidar. «Es un lujo trabajar con él por su profesionalidad, garantía de éxito y tranquilidad que supone».

Un escenario más fallero

Aunque rechaza dar detalles sobre la escenografía neoyorquina que presidirá el escenario que se instalará desde el 20 de enero en el recinto ferial, Cabello avanza que la propuesta artística de Carlos Santos es un «escenario más fallero» respecto al televisivo que ideó y se montó el pasado junio; más allá de eso el concejal, que confirma la misma disposición del aforo, espera en poder ampliar la capacidad de la última edición.

Orgullo de Carnaval

Cabello se muestra satisfecho de que 110 grupos estén ya preinscritos para la próxima edición, lo que atribuye las programaciones de transición que se realizaron durante el covid, época que a su juicio ha fortalecido la fiesta chicharrera. «La pandemia demostró que el Carnaval de Tenerife es el único de Canarias; mientras la edición de junio fue un éxito en Santa Cruz, Las Palmas lo intentó en marzo y en julio y pinchó por falta de arraigo; allí no hay esencia de Carnaval».