«Yo veo mucha fiesta aquí»

Las declaraciones del jugador Jonathan Viera fueron una profecía de la primera noche del Carnaval, tras la sardina

Carnaval de Día en Santa Cruz de Tenerife

Méndez/Gonar

Tan atípico es este Carnaval de junio que Santa Cruz vivió, la noche del jueves, uno de los entierros de la sardina más numerosos de la historia, con 50.000 participantes, con una comitiva donde jóvenes y visitantes fueron mayoría. Dos minutos antes de las tres de la madrugada se ‘apagó’ la música.

Cincuenta mil personas protagonizaron uno de los Entierros de la Sardina más multitudinarios que se recuerdan según los datos de la Policía local. Más allá del cortejo, la noticia era el reencuentro del Carnaval en la calle, donde vecinos y visitantes dieron cuerpo a la fiesta, con muchos jóvenes entre los participantes.

Antes de la medianoche la comitiva llegó a la plaza de España y se oficializó el indulto. Los próximos siete meses la Sardina permanecerá expuesta en la Casa del Carnaval. Y se quemó el covid.

Pero el encanto de la primera de las cuatro noches en la calle lo protagonizó ese ambiente familiar que siempre caracteriza el Carnaval. Zonas como El Águila, la plaza del Príncipe o la plaza de España estaban atestadas de amantes de la fiesta, incluso San Francisco, mientras El Orche se reservó ese ambiente que le caracteriza para los días grandes, como anoche y en especial hoy.

En la plaza del Príncipe, cuando ya no quedaba ni la ceniza del covid, Víctor Asensio, el maestro de Diablos Locos, compartía conversación murguera con Sonia Manso, de Burlonas, a la que se incorporaría Airam Bazzocchi, director y letrista de Mamelucos, en presencia de la periodista Deborah Sabina que, aunque ahora como docente, sigue fiel a las noches de Carnaval. Y no fueron los únicos comunicadores que se dieron cita en la zona; allí se vio a Juanjo Ramos, Manoj Daswani –cada uno por su parte– o la comunicadora Raquel García.

Ese delicioso ambiente de la plaza de Príncipe, duelo del diálogo murguero con la música de la verbena, fue punto de atracción para cientos de carnavaleros que bailaron en el exterior de la zona. Fue el lugar elegido por la exconcejala de Fiestas Gladis de León, flanqueada por miembros de su equipo, como Miguel Delgado, con Javier Caraballero, responsable de la coordinación de actos de Fiestas en la calle; caracterizados de doloridas viudas que bailaban a carcajadas. Entre la plaza del Príncipe y La Candelaria, el alcalde, José Manuel Bermúdez, uniformado de viuda desde que arrancó el cortejo y que aguantó hasta las dos de la madrugada. En la mayoría del tiempo con el edil de Fiestas, Alfonso Cabello, también de viuda.

Casi como escudero fiel, también con pamela y velo, custodiando El Águila y las proximidades de la zapatería Pecas, Dámaso Arteaga, otro de los concejales de Fiestas de Santa Cruz de Tenerife, un incansable carnavalero que asistió hasta los últimos acordes de la música de la terraza de El Águila, que ha vuelto a resurgir. Allí se hizo presente el exdirector general de Emigración José Tellez, rumberito para quienes conoce su faceta comparsera.

Tanta era la gente que llegar al Atlantis era misión casi imposible, máxime si se intentaba pasar por la plaza de San Francisco.

Fue una noche para saborear del Carnaval, de su gente... El jueves volvió a demostrarse que la calle es el escenario de las fantasías, como canta el pasacalle de Bambones. Y a dos minutos de las tres de la madrugada, corte de música a la espera de la Cabalgata. Hoy más y mejor; y eso que ya la velada del Entierro fue de lujo.

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La primera noche de bailes de Carnaval en las calles de Santa Cruz de Tenerife terminó con la asistencia a ocho personas. La mitad de los asistidos fue por intoxicaciones etílicas, aunque sin mayores complicaciones. Uno de ellos, menor de edad. Otras dos personas sufrieron traumatismos por caídas, siendo atendidos en el puesto médico del Hospital del Carnaval. Fue necesario derivar al Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria a un varón, integrante de una formación carnavalera, por problemas cardiológicos. | El Día