Lotería de Navidad

Yo gané el Gordo: la historia de un trabajador de la limpieza de Tenerife que se llevó 322.000 euros

El teguestero Mario Fernández ganó el primer premio en 2018 con un décimo comprado en la calle de Los Pobres, que no lo hizo rico pero le dio para comprar dos casas y una furgoneta

Mario Fernández, el tinerfeño que ganó el Gordo de Navidad en 2018, posa en su pueblo natal de Pedro Álvarez, en Tegueste.

Mario Fernández, el tinerfeño que ganó el Gordo de Navidad en 2018, posa en su pueblo natal de Pedro Álvarez, en Tegueste. / Carsten W. Lauritsen

Daniel Millet

Daniel Millet

El golpe de suerte del tinerfeño Mario Fernández Peraza cuando le tocó el primer premio de la Lotería de Navidad en 2018 está plagado de guiños, algunos sarcásticos. Para empezar, engordó con el Gordo. Además, el número agraciado procedía de una administración domiciliada en la calle de Los Pobres. Es la que se encuentra en la tienda Bazar y Modas Casa Félix de su municipio natal, Tegueste. Precisamente Mario no era muy rico entonces. Tampoco ahora, cinco años después de aquello.

En Tegueste sigue residiendo este tinerfeño de 45 años y en la empresa de limpieza de esta localidad sigue trabajando este padre de tres niñas al que un décimo del tres mil trescientos cuarenta y sieteeee le dio un gran empujón económico. No alcanzó a cambiarle por completo la vida. «Ganar el Gordo fue importante, está claro, pero otros acontecimientos que pasaron antes y después de aquel sorteo fueron los que me cambiaron la vida de verdad», reconoce.

«Ya no sé ni cuántos números de lotería me han restregado por la espalda», cuenta Mario entre risas en la plaza de la parroquia del Sagrado Corazón de Pedro Álvarez, un pueblo tranquilo y rural, acurrucado en las faldas del macizo de Anaga. Cuenta su historia al lado de un árbol navideño muy original, que describe la idiosincrasia de este rincón bucólico de Tenerife: está hecho con decenas de botellas vacías de vino. Entonces aparece un vecino, se para, lo identifica como el que ganó el Gordo y le pide permiso para pasar un décimo por la espalda. «Ya te digo... Son tantos...». 

Mario Fernández, en el pueblo de Pedro Álvarez, en el municipio tinerfeño de Tegueste.

Mario Fernández, en el pueblo de Pedro Álvarez, en el municipio tinerfeño de Tegueste. / Carsten W. Lauritsen

Los 322.000 euros que le ingresaron de forma instantánea, cuando el empleado de su banco introdujo días después de aquel 22 de diciembre la clave que le había remitido Loterías y Apuestas del Estado, no lo hicieron millonario. De entrada, Hacienda se quedó con 78.000 de los 400.000 euros del premio.

Pero al menos pudo comprarse una casa, un apartamento, una furgoneta Mercedes y un arreglo completo de la dentadura, la de él y la de su pareja. «También me pegué mis buenas comilonas, las que antes no me podía permitir. De ahí que ganara peso. Pero intenté aprovechar al máximo el premio para darle una casa a mi familia y procurarle la máxima estabilidad», admite. 

Hacienda se quedó con 78.000 de los 400.000 euros del premio

El Gordo lo cogió en una época de cambios profundos en lo personal y lo profesional. El verano anterior había entrado en la empresa Urbaser –que lleva la recogida de residuos en el Ayuntamiento de Tegueste– y había dejado una relación e iniciado otra. Cuando se estaba adaptando a su nueva existencia llegó de repente el Gordo.

Mario y cuatro amigos con los que coincidía en el bar en el que trabajaba antes de pasar a Urbaser solían jugar todas las semanas a La Primitiva. «Nos quedaba un fondo de unos cien euros y decidimos invertirlo en un décimo de la Lotería de Navidad para cada uno».

«Nos quedaba un fondo de unos cien euros de jugar a la Primitiva y decidimos invertirlo en décimos de la Lotería de Navidad»

Mario tenía otros décimos y participaciones. Aquel 22 de diciembre estaba haciendo gestiones personales cuando lo llamaron los de la peña del bar. «Uno de ellos me llamó diciéndome que habíamos ganado y que cómo hacía para darme el décimo. Pensé que era una coña».

Además, había anotado mal el número en una libreta. No coincidían. Y no tenía su décimo. Quedó con el amigo en una cafetería. Allí le entregó el 3.347 y le volvió a insistir que habían ganado. «Me vine a dar cuenta de que no era una broma cuando miré el décimo, giré la vista a la tele y me cercioré de que efectivamente era el Gordo. Tuvo que pasar un rato para asimilarlo del todo», rememora.

"Me vine a dar cuenta de que no era una broma cuando miré el décimo, giré la vista a la tele y me cercioré de que efectivamente era el Gordo"

Ese mismo día, los cinco amigos se fueron a un restaurante de la zona a celebrarlo. «Uno de ellos interrumpió el jolgorio para decir: No se han fijado que en esta mesa hay ahora mismo dos millones de euros». Y siguieron los brindis y las especulaciones sobre en qué se gastarían el dinero.

Luego lo festejó con la familia, con otros amigos. Alguna de sus hermanas lloró, su padre estaba feliz y Mario se encontraba exultante pero con la espinita clavada de no poder compartir aquel momento único con su madre, que había fallecido.

"Pude comprar cosas a las que no habría podido acceder de no ser por aquella golpe de fortuna, como dos casas"

«La verdad es que el dinero me vino muy bien», detalla. «Pude comprar cosas a las que no habría podido acceder de no ser por aquella golpe de fortuna, como dos casas». Ya se había fijado antes en la casa terrera que adquirió a toca teja en el mismo pueblo de Pedro Álvarez. Mario la arregló, la vendió y el dinero lo invirtió en la casa de su padre, que acababa de fallecer. A diferencia de la anterior, esta tiene un terreno para plantar verduras y frutales, como casi todas las viviendas de Pedro Álvarez.

Mario Fernández, en Tegueste.

Mario Fernández, en Tegueste. / Carsten W. Lauritsen

En el camino quedaron muchas anécdotas. Así, nada más conseguir el Gordo, varias personas lo llamaron para plantearle la compra del décimo por 400.000 euros, incluidos los 78.000 que se queda Hacienda. Les dijo que no. También aparecieron conocidos de la nada, la popularidad –«mucha gente del pueblo se enteró de que había ganado; este es un sitio chico, donde es muy difícil guardar secretos»– y los ofrecimientos para comprar de todo, hasta un comercio.

Varias personas lo llamaron para proponerle la compra del décimo por 400.000 euros, incluidos los 78.000 que se queda Hacienda; les dijo que no

«Me pegué alguna fiesta, no lo voy a negar, pero por encima de todo intenté ser lo más responsable posible por el bien de mi familia», deja claro. No se acuerda del número, solo que acababa en 7, la cifra de la suerte, la terminación más solicitada de la historia de las loterías en España. ¿Le queda algo de aquel premio? «Unos ahorritos para imprevistos».