Etnografía

El agua de Adeje y el molino de aceña

La ruta del agua revive las costumbres, la historia, el duro trabajo y la devoción del pueblo

La Ruta del Agua volvió a cumplir este domingo, 26 de marzo, su función de recreación escénica de una parte de la historia de Adeje, de sus costumbres, de entretenimiento para vecinos, visitantes y turistas con teatro, música, cantos y bailes tradicionales. Ese fue el germen con el que este proyecto del Grupo de la Escuela Municipal de Folclore puso en marcha esta iniciativa: dinamizar durante unas horas el casco de la villa sureña con el hilo conductor de uno de sus bienes más preciados, tanto en la época aborigen como en los siglos posteriores a la conquista. El agua fue elemento clave de supervivencia, pero también una pieza fundamental en la colonización y el desarrollo económico de esta parte del sur de la isla.

Pero, casi sin querer, la actividad de quienes ponen en marcha esta iniciativa es una experiencia para descubrir el valor de algunos elementos del patrimonio histórico a los que la inmensa mayoría de los ciudadanos casi no presta atención, en la medida en que no forman parte de su vida cotidiana. Varios de ellos tienen más de 400 años de historia.

Ante casi un centenar de espectadores, unas cincuenta personas recrearon escenas del pasado vinculadas al Barranco del Infierno, la calle Los Molinos y la Casa Fuerte. En esta edición se unió parte del recorrido habitual por las calles de la villa con la representación teatral y musical en el interior de la emblemática hacienda fortificada fundada por Pedro de Ponte varias décadas después de la conquista de Tenerife.

Esther Pérez Urbano, una de las fundadoras del colectivo organizador, fue la encargada de relatar los valores de cada símbolo de la Ruta hasta la llegada a la Casa Fuerte. A partir de ese momento, como ha hecho durante casi 35 años, se integró en la representación teatral y en el cuerpo de baile. Y, una vez más, otra de las fundadoras del Grupo de la Escuela de Folclore, Ana Oneida Borges se encargó de introducir al público en la historia con su relato lleno de pasión.

El punto de partida estuvo en la plazoleta de la entrada al Barranco del Infierno. En los alrededores aparecen actores y figurantes que recrean trabajos relacionados con el aprovechamiento del medio natural. La primera referencia relevante fue el Molino de Arriba, un ejemplar único en Canarias, según explicaron Pérez Urbano y Borges. Se trata de una pieza de aceña, es decir, que posee una rueda colocada en vertical sobre el terreno y que era impulsada por la fuerza del agua, que caía desde un plano superior y que permitía el movimiento necesario en las piedras para moler el grano. Este elemento patrimonial es del siglo XVI, según consta en los archivos sobre los bienes de la Casa Fuerte.

Los Chorros de Arriba fueron la primera "infraestructura" utilizada por la población para abastecerse de agua para uso doméstico. La creación de este recurso también se sitúa hace más de cuatrocientos años. Además, hubo un recuerdo para los ya desaparecidos lavaderos en el solar que ocuparon desde 1936.

La bajada por la calle Los Molinos tuvo su siguiente parada en el Molino de Abajo, con un sistema de rodezno, muchísimo más común en las islas y de más fácil instalación, con una rueda horizontal bajo una edificación, a la que llegaba parte del caudal del agua del barranco.

Otra de las escenas se desarrolló en el Abrevadero, también del siglo XVI y que en la última etapa histórica fue conocido como La tanquilla de los burros. A lo largo de la historia esta pieza ha sufrido algunas reformas, que han permitido su conservación hasta la actualidad.

Tras la imprescindible referencia al funcionamiento del ingenio azucarero en la Casa Fuerte, los asistentes fueron invitados a pasar al interior de la antigua hacienda. En uno de los patios hubo momentos para evocar la vida de los esclavos utilizados por varias generaciones de la familia Ponte y sus descendientes para trabajar en diferentes ámbitos de sus extensas propiedades. Los cantares de las lavanderas y sus piques de amores, la plantación de cereal y la recogida de la caña, la labor de las aguadoras o la figura del emigrante también formaron parte de la recreación. Y la escena final fue el simbólico baño de un niño recién nacido.

Procesión en la ruta del Agua

Procesión en la ruta del Agua / E.D.

La actividad de la Ruta del Agua comenzó en 2016. La entonces concejal de Turismo, Ermitas Moreira, planteó al Grupo de la Escuela de Folclore de Adeje la posibilidad de desarrollar alguna actividad lúdica en el casco histórico. Y desde este colectivo se propuso la posibilidad de centrar un espectáculo relacionado con el histórico uso del agua. La propuesta fue bien recibida, en la medida en que se iba a desarrollar en fechas próximas al Día Internacional del Agua. Esther Pérez Urbano comentó que, gracias al agua, existió un impulso económico desde el siglo XVI, pero este, a su vez, trajo también el desarrollo social y religioso, gracias al cual hoy en día el pueblo cuenta con su patrimonio histórico-artístico.

La pandemia impidió que el acto se desarrollara en 2020 y en la edición del siguiente año se optó por grabar un audiovisual en el Barranco del Infierno y en la Casa Fuerte con diferentes escenas. Ya el pasado año la escenificación se realizó, de manera íntegra, dentro de la hacienda fortificada.

Suscríbete para seguir leyendo